—Señorita Parker, querida niña, es usted tan hermosa —le susurré mientras tomaba su rostro en mi mano y la besaba; mi pene se agitaba con un bajo y retumbante zumbido de sangre mientras saboreaba sus labios y respiraba su aura de manteca de cacao. —Gracias, Sr. Stevenson —respondió ella—. Hoy le atenderé y le prometo que haré todo lo posible para que se sienta bien, señor. Su mano recorrió lentamente mi ancho pecho y mis abdominales hasta que sus dedos tocaron mi m*****o, resbaladizo y goteando preseminal. Jugueteó delicadamente con el fluido resbaladizo mientras lo acariciaba alrededor de mi glande carnoso, y gemí de placer incrédulo. «Espero no ser demasiado atrevido si digo que de verdad esperaba que me eligieras. Tu pene es... eh... realmente bonito, señor, y estoy deseando cuidarlo

