Sabía que estaba cruzando un umbral peligroso. Pero ella seguía quieta.
El vestido se arrugó levemente en su cintura, exponiendo más piel. Mi mano subió hasta la parte alta de su muslo y entonces lo sentí.
La tela de su ropa interior.
Una tanguita mínima, suave, fina como un susurro entre mis dedos.
Mi respiración se volvió más pesada. Mi mente estaba nublada, el deseo era un puño en mi estómago.
Ella también respiraba diferente. Lo noté en el modo en que sus pechos subían y bajaban más rápido, en la forma en que su cuerpo respondía a mis caricias, en la manera en que inclinaba la cabeza para darme más acceso a su cuello.
Mis labios subieron hasta su oreja y atraparon su lóbulo entre mis dientes. Ella soltó un leve "ah", un sonido que no parecía voluntario. Su piel se estremeció y me
