___ Dante seguía con sus viajes, pero últimamente sus negocios se concretaban rápido. Sus hombres lo notaban siempre apurado, como si su tiempo fuera más valioso que nunca. Desde hacía semanas, había instaurado un ritual inquebrantable: una videollamada diaria con Aymara. Siempre a la misma hora, a medianoche, cuando ella ya estaba en casa, relajada después de un baño. La llamada no terminaba hasta que Aymara se quedaba dormida, y ella tenía estrictamente prohibido apagar la pantalla de la laptop antes de eso. Dante la observaba en silencio mientras el sueño la vencía. Cada pestañeo pausado, cada bostezo, cada vez que sus párpados luchaban por mantenerse abiertos. Era su momento favorito del día. Muchas veces, cuando despertaba, la encontraba aún conectada, con su rostro apacible reflej

