___ El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla mezclaba su melodía con la música de la banda. La fogata crepitaba con fuerza, iluminando los rostros de los presentes con destellos anaranjados y sombras danzantes.
—¡Amor! —exclamó Anaís con una risa cantarina mientras corría hacia Aurelio, quien la recibió con los brazos abiertos, alzándola con facilidad antes de besarla con devoción.
Dante observó fugazmente la escena, detallando a la rubia con una mirada analítica. Era bonita, sí, pero no tenía esa aura salvaje y atrayente que le había cautivado hacía apenas unos minutos. No había comparación.
A unos metros, Aymara estaba sentada en la arena, sintiendo los efectos del alcohol recorrer su cuerpo. Los tragos habían sido servidos con torpeza y ella, sin pensarlo demasiado, lo
