-- El sol de la tarde teñía las calles empedradas con un dorado suave, mientras el bullicio del centro comercial creaba una sinfonía de voces, risas y pasos apresurados. Aymara caminaba con tranquilidad, disfrutando del momento después de una tarde de compras. Llevaba una bolsa en una mano y su teléfono en la otra, respondiendo un mensaje de Anaís. —No olvides comprar el café, mamá está sin provisiones —decía el texto. Aymara sonrió. Inés sin café no era Inés. Respondió rápidamente, asegurándole que ya lo había comprado. Justo cuando iba a guardar el teléfono, sintió un impacto repentino. —¡Lo siento! —exclamó, dando un paso atrás. El choque no fue fuerte, pero suficiente para que su bolsa resbalara de sus dedos y algunas de sus compras rodaran por el suelo. —No te preocupes, ha sido

