--- Mientras Aymara vivía su propio dilema en Dubái, en su casa una conversación trascendental se desarrollaba entre Inés y el viejo Orsini. —Inés, tu hermano dice que si no quieres la herencia, él no quiere problemas. Y te diré algo: no necesitas un solo centavo de tu familia —dijo Orsini, acomodándose en la silla con un suspiro—. Ayúdame a que nuestros hijos se casen, y Dante se hará cargo de todo. Mi hijo las cuidará, yo me encargaré de que eso suceda. Y no creas que Anaís no es importante. Aurelio también se casará, eso dalo por hecho. Y no porque yo lo exija, el chico está enamorado. Inés lo miró con atención. A pesar de la edad, Orsini seguía teniendo esa presencia imponente, la de un hombre que había gobernado con mano de hierro y estrategia. Pero en ese momento, lo que veía en su

