Pasaron semanas desde que Mateo y yo tuvimos nuestra última conversación. En ese tiempo, tuve la oportunidad de reflexionar, de observar con frialdad todo lo que había sucedido entre nosotros. Me sentía como una hipócrita. Después de todo, yo también había engañado a Mateo con Álvaro, y ahora me encontraba furiosa y dolida por su infidelidad. La traición es una herida de doble filo, pensé. Pero a pesar de todo, mi corazón seguía latiendo por él. No podía negar que, incluso después de todo lo que habíamos vivido, seguía amando a Mateo. El embarazo, sin duda, había cambiado todo. Ya no se trataba solo de orgullo herido o del dolor por la traición. Ahora había una vida en juego, una vida inocente que dependía de nosotros para crecer y desarrollarse en un ambiente saludable. La responsabilida

