La vida nos había golpeado de nuevo, esta vez de forma inesperada y repentina. La noticia nos cayó como un balde de agua fría. El dueño del departamento nos pidió que desalojáramos. La temporada alta había llegado a Puerto Iguazú, y con ella, la necesidad de los propietarios de maximizar sus ganancias. No teníamos tiempo para negociar, y sin un plan alternativo a la vista, nos vimos obligados a encontrar una solución rápida. La desesperación se instaló en nuestro día a día. Buscamos opciones por toda la ciudad, pero todo parecía estar fuera de nuestro alcance. En ese punto, Mateo, con la poca esperanza que le quedaba, recurrió a Viviana. Aunque la idea de pedirle ayuda a su antigua amiga me generaba cierta incomodidad, sabíamos que no teníamos otra opción. Para nuestra sorpresa, Viviana

