Después de su visita a la abuela Juliana, Mateo no se rindió. Su determinación se intensificó. Sabía que ganarse su aprobación sería un desafío mayor de lo que había imaginado, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para demostrarle que era el hombre adecuado para mí.
No se trataba solo de insistir; Mateo quería comprender. Quería conocer a fondo las raíces de mis tradiciones familiares, entender las razones detrás de las objeciones de Juliana. No quería simplemente imponerse; quería ganarse su respeto desde un lugar de conocimiento y empatía. Esa noche, mientras estábamos sentados en el sofá, decidí que era hora de hablar.
—Valeria, necesito hablar contigo sobre tu abuela —dijo Mateo, rompiendo el silencio que había entre nosotros. Su voz era firme, pero al mismo tiempo no
