—¿Cuánto escuchaste? La voz de Ethan cortó el aire como un bisturí. No gritó. No se movió bruscamente. Pero fue peor. Su tono era bajo, contenido… letal. Como si debajo de esa calma hubiera una tormenta esperando su señal para desatarse. Lía se quedó congelada. Su cuerpo entero tensó como una cuerda. Las palabras que había escuchado aún resonaban en su cabeza, desordenadas, amenazantes. “Adoptada… condiciones… que no lo sepa”. No respondió. No podía. El corazón le latía tan fuerte que temía que lo escuchara. Pero su silencio fue una confesión. Ethan lo supo. Lo vio en su expresión. En su mandíbula apretada. En la forma en que sus ojos, tan valientes como asustados, lo enfrentaban como si supieran que ese momento lo cambiaba todo. Dio un paso hacia ella. Solo uno. Pero fue suficiente

