ALEXANDER THOMPSON El jet aterriza en Múnich siendo la media noche. Han sido 8 horas de vuelo desde Nueva York. Estoy cansado, pero las ganas de poder verla, al fin, son más grandes y me inyectan una descarga de adrenalina sabiendo que faltan minutos para volver a abrazarla y besarla. La compuerta del jet se abre, salgo y el aire templado me da de lleno en el rostro. Ajusto la gabardina sobre mis hombros. Tomo el equipaje que me entrega la sobrecargo y le agradezco, a ella y a los pilotos, por el viaje. Bajo las escalerillas y camino hacia el BMW serie 7 que me espera a unos pasos de la pista de aterrizaje. Saludo al chófer, quién me devuelve el saludo en alemán y me dice algo más que no entiendo, por lo que me limito a mencionar el nombre y apellido de Anna. El enorme y musculoso

