ALEXANDER THOMPSON Anna está encima de mí. Contemplo su rostro. Ese rostro tan hermoso. Con las facciones de un ángel, y con esos preciosos ojos que brillan como luceros en la oscuridad de un cielo nocturno. Se inclina y su larga cabellera castaña cae a un costado. Sus labios buscan los míos, y me besa con esa boca tan carnosa, llena de tentación y que me lleva a la perdición. Su lengua, cargada de lujuria, se introduce en mi boca. Demandándole a mi lengua que juegue con ella. Se reconocen, se acarician, y comienzan una erótica danza que me llena de deleite y de un deseo exacerbado por ella. Prendo mis manos de su finísima cintura, enterrando mis dedos en su suave piel, que a mi tacto, parece la más exquisita seda. Bambolea sus caderas, sobre mi masculinidad, con un parsimonioso

