EL LICENCIADO THOMPSON

2310 Words
Salgo de la oficina y camino hacia el ascensor. En el panel de botones marco el número y el ascensor comienza a subir hasta detenerse en el último piso del edificio: DIRECCIÓN GENERAL. Cuando las puertas del ascensor se abren, me dirijo hacia el área de recepción de aquel piso. —¡Buen día! —Me saluda con una sonrisa. A diferencia del departamento de ventas, en la Dirección General es un hombre el recepcionista. ¡Ja! No me sorprendería que el señor Thompson tenga un hombre como asistente. —¡Buen día! —Saludo, devolviendo la sonrisa—. Soy la Licenciada Anna Kalthoff y vengo a una reunión con el Licenciado Thompson. El recepcionista me queda viendo de pies a cabeza de una forma déspota, y para nada oculta su desagrado hacia mí. Revisa la pantalla de su computadora y luego de unos segundos dirige la mirada nuevamente hacia mí. —Pase al final del pasillo y luego dobla a la izquierda, la última oficina es la del señor Thompson. Su asistente le atenderá. —Muchas gracias. Me dirige una sonrisa sarcástica, lo ignoro y sigo mi camino. El vestíbulo de la DIRECCIÓN GENERAL es muy bonito, en color blanco y bastante iluminado por la luz natural que entra por un enorme ventanal por el cual se pueden observar los techos de otros edificios y al fondo se puede observar el río Hudson y algunos barcos. Tiene una salita de espera en tonos blancos. Decorado con unas enormes lámparas de techo en forma de cuadrados, superpuestos unos sobre otros, que le da un gran toque de elegancia. En una gran pared se puede ver empotrado el logo de Thompson Group y las palabras DIRECCIÓN GENERAL en letras grandes y en acero. Sigo las instrucciones del recepcionista y camino viendo hacia los lados. Por un lado las oficinas con los membretes en las puertas de los directivos administrativos y al otro lado, hacia el lado del ventanal los escritorios de los asistentes de estos directivos, que me observan intrigados, pero ya no me molestan esas miradas. Al doblar en el pasillo, la primera puerta que encuentro es la de la sala de juntas para los directores y al final está la oficina del Director Ejecutivo y Gerente General con su respectivo membrete. ¡Eres poderosa Miranda! Como lo supuse, Alexander Thompson tiene UN asistente. Sonrío para mis adentros y me acerco a su cubículo mientras él se levanta y sale de su asiento —Buen día, Licenciada Kalthoff. Soy David Harris, asistente ejecutivo. —Buen día, David —le saludo con una sonrisa—. Anna Khaltoff. Le extiendo la mano y me la estrecha sonriendo. —¡Bienvenida! El señor Thompson la espera, por favor sígame. Camina y entra a la oficina, antes que yo, para anunciarme. —La Licenciada Kalthoff, Alexander. A través de la pared de cristal opaco veo una silueta que levanta la mano en señal de que pase. —Pase adelante —me dice, haciéndose a un lado y sosteniendo la puerta. —Gracias, David. Eres muy amable. Me vuelve a sonreír. Al atravesar la puerta siento una punzada de nervios. Pero recuerdo el mensaje que acabo de leer, aprieto con fuerza el IPad contra mi pecho y avanzo con paso decidido. —¿Desea algo de tomar? —me pregunta David. —No. Muchas gracias —le respondo sonriéndole. Se despide, sale de la oficina y cierra la puerta. Observo a mi alrededor. Admirando el silencioso lugar, en el que el único sonido que puedo escuchar es, el taconeo de mis zapatos en las blanquísimas y relucientes baldosas, y el latido acelerado de mi corazón. La oficina del señor Thompson es muy diferente a lo que se ve en el vestíbulo. Está decorada en tonos grises, negros y cafés. En el frente ,hay un enorme y elegante escritorio en acabados de madera oscura. Y detrás del escritorio, el ventanal deja ver un hermoso paisaje del río y los otros edificios. A pesar de que los colores son oscuros, la luz que entra por el ventanal, hace que la oficina sea bastante clara e iluminada. Al igual que en mi oficina, en esta hay una mesa con butacas, para pequeñas reuniones y frente a él, un mini bar con varios licores, vinos y algunas degustaciones. También observo algunos libreros. Una pared con muchos diplomas, reconocimientos y algunas fotos. También hay una pequeña zona recreativa, con una mesa de billar, un enorme sillón y un juego de dardos. Mis pensamientos están distraídos observando la majestuosa oficina de mi jefe, cuando un movimiento al frente capta mi atención. El licenciado Thompson se está levantando de su asiento. Y mientras me acerco, lo observo detenidamente y, solo por poquito, no abro la boca embobada al ver a semejante hombre frente a mí. ¿Es un hombre o es un dios lo que ven mis ojos? Lo había visto en algunas fotografías de artículos y periódicos y me pareció muy guapo. Pero, verlo en persona, no se compara en nada a lo que muestran las fotografías. Puedo decir, plenamente, que todas esas fotografías y artículos donde lo stalkeé, jamás le hicieron la debida justicia. Alexander Thompson es alto. 1.90 o 1.92 probablemente. Pero no es de esos altos que se ven encorvados por su altura, o que se ven mal. Él se ve imponente, elegante y varonil. Puedo asegurar con certeza, que es de esos hombres que donde quiera que va, impone con su presencia. Es de tez blanca, pero no pálida, más bien tiene un suave bronceado que le luce espectacular. Cabello castaño oscuro, liso y peinado de lado. Unos preciosos ojos color azul, que se asemejan al cielo. Su rostro, parece que fue tallado por las mismísimas manos del dios de la belleza. Con una prominente mandíbula, que dan ganas de comerla a besos y mordidas, enmarcada por una media barba que lo hace ver como un semental descomunal. ¡Dios! Admito que Roddy tiene lo suyo, pero a la par de este hombre, queda como un payaso. ¿Cómo pudo esa mujer haber engañado a semejante hombre con Roddy? No veo la lógica. A menos, que tenga un pene pequeño o sea muy malo en la cama. Porque Roddy estaba bien dotado. No era algo exagerado, pero tenía lo suyo. Y en la cama, pues pienso que era muy bueno. Aunque no sabría decirlo con certeza , ya que es el único hombre con el que yo he estado. Este hombre solo me causa muchas dudas. La verdad, yo, no entiendo nada. —Buenos días, Licenciado Thompson —la voz me suena algo temblorosa. Camino hacia su escritorio, sintiendo que los nervios me van a matar. Las piernas me flaquean y pienso que en cualquier momento caeré de bruces en el suelo. Así que aprieto con más fuerza el IPad, inhalo a profundidad y trato de calmarme con cada paso que doy. —Buenos días, Licenciada Kalthoff —me saluda, extendiendo su mano hacia mí—. Un placer conocerla y tenerla en nuestra empresa Su voz es irreal. Varonil. No demasiado grave o ronca, si no la nota ideal que haría que moje mis bragas si me susurra algo al oído. —El placer es todo mío, licenciado Thompson —le digo, extendiendo la mano con nerviosismo. El apretón de su mano es cálido. Por un momento nos quedamos viendo fijamente a los ojos y me esboza una hermosa sonrisa. Una de esas sonrisas que le iluminan la vida a cualquiera. Siento que me voy a derretir por completo. Se ve mucho más apuesto cuando sonríe. ¿Cómo puede alguien engañar a este hombre? ¿Qué es lo que tiene de malo? Tengo que descubrir cada una de estas dudas antes de que mi cabeza explote. Cuando nuestras manos se sueltan, él se mueve rápidamente para mover la silla en la que yo me voy a sentar. Es todo un caballero. Al pasar junto a mí, el olor de su perfume me invade por completo. Huele tan deliciosamente, que me dan ganas de lanzarme sobre él y pasar mi lengua por toda su piel. Cuando se sienta en su silla, al otro lado del escritorio, se ve tan imponente que me hace sentir como una cría en su primer día de escuela. —¿Cómo va su primer día en nuestra empresa, Licenciada Kalthoff? —me pregunta, mientras hace girar un bolígrafo entre sus dedos. Robándose un poco de mi atención los dos anillos de plata que lucen en sus dedos índice y meñique. Como sigo absorta ante su majestuosa belleza, me cuesta poder encontrar las palabras correctas para responder su pregunta. Luego de unos segundos y obligándome a concentrar toda mi atención en la pregunta, le respondo: —Bien, bien. ¡Por Dios! ¡Parezco una tonta! Concéntrate Anna, no quedes como una imbécil. —¿Ya ha conocido al equipo de ventas? —continúa. En sus labios se asoma el atisbo de una sonrisa. Concéntrate Anna, por el amor de Dios. Puedes hacerlo bien. —Sí. Ahm… —entrecierro los ojos buscando las palabras—. De hecho, ya tuve dos reuniones con ellos —¡bien! Sigue así—. Una con todo el equipo para conocernos. Y la segunda solo con el coordinador, los ejecutivos y el analista, para planificar y programar la nueva forma de trabajo y metas. Expulso el aire que tenía retenido en los pulmones y trato de relajarme. —Muy bien. Me hubiese gustado hacer una reunión con los demás directores, de los otros departamentos, para que se conociesen. Pero la mayoría no se encuentran en sus oficinas. —Ya habrá tiempo para eso. Lo importante era conocerlo a usted, Licenciado, quien es el que nos dirige a todos para poder lograr los objetivos. —Así espero que sea. Pedí reunirme con usted porque así podemos planear nuevas estrategias en el mercado. Y ya que usted trabajó con una de las compañías de mayor éxito en Europa, pienso que quizá podría ayudarnos a expandir nuestro mercado hacia allá. —Es algo que traía en mente —admito—. De hecho, estuve hablando con algunos de mis clientes. Les conté de mi nuevo cambio y les pregunté si estarían interesados en expandir el mercado hacia América. Sé que algunos ya tienen presencia aquí, pero he presentado a ellos ideas nuevas e innovadoras, enfocada en las personas jóvenes. —Veo que viene decidida a hacer grandes cosas con nosotros y eso me parece maravilloso . Esboza una sonrisa como con satisfacción. Apoya los codos en los apoya brazos de la silla y tengo que tragar grueso para volver a concentrarme. Y es que los músculos de sus brazos se marcan tan exquisitamente en las mangas del saco, que no quiero imaginarlos al descubierto. Carraspeo. Y hago un esfuerzo monumental para alejar mis pensamientos de aquellos músculos y poder continuar hablando. —De hecho quiero mostrarle esta presentación que he hecho para el nuevo marketing digital que quiero manejar para poder captar nuevas cuentas —le comento—. Pienso que la compañía con la que trabajan actualmente no está mal, pero ya que Thompson Group tiene un crecimiento tan acelerado las opciones que presenta esta compañía no son suficientes. —¡Hum, entiendo!— el licenciado Thompson se queda pensando por unos segundos y luego asiente moviendo la cabeza con lentitud—. Está bien. Yo voy a confiar en sus planes y quiero que haga las cosas a su manera y como usted las ve mejor. Tiene absoluta libertad para realizar los cambios que desee en el plan de comercialización. Le sonrío –Créame licenciado, que no se va a arrepentir. Espero poder llenar las expectativas y usted verá que los resultados serán de éxito para la compañía. Abro el programa con la presentación en el IPad. —¿Puedo acercarme para que vea la presentación? No puedo esconder el sentimiento de vergüenza al realizar la pregunta y estoy segura que mis mejillas se han puesto coloradas, ya que puedo sentir el calor en ellas. —Si desea, podemos sentarnos en las butacas —señala los asientos que están en la salita de reuniones. —Está bien. Ambos nos levantamos de nuestros asientos. Yo con nerviosismo, porque estaremos más cerca uno del otro. Y él de lo más tranquilo y sereno. Me cede el paso, y me siento primero en la butaca y luego él se sienta a mi lado, cerca de mí. ¡Muy cerca de mí! ¡Dios! Ese olor de su perfume remueve hasta lo más profundo de mi ser. Cierro los ojos por un momento. Deleitándome con su aroma. Masculino, suave, olor a brisa fresca. ¡Aleja esos pensamientos Anna! —Bien —carraspeo un poco para aclarar la garganta. Volteo a verlo y nuestros rostros están bastante cercanos, a unos 20 centímetros de distancia. Contemplo sus hermosos ojos y noto un pequeño brillo que me cautiva. Cierro los ojos y luego bajo mi mirada hacia sus labios. ¡Están como para morderlos! No son tan gruesos, pero sí bien definidos y con suficiente carne para hincarle mis dientes, pasar mi lengua por ellos y... Pestañeo ligeramente para alejar esos pensamientos de mi mente. Coloco el IPad sobre la mesa y presiono el botón de play en la presentación. Mientras mi presentación se reproduce, le explico al licenciado Thompson cada punto. Como mi trabajo es algo que me apasiona realmente, todo nervio o pensamiento ajeno a él desaparece por completo. Cuando termina, me siento feliz del resultado y de haber podido despejar todas las dudas que el Licenciado Thompson tenía. Siento que él quedó satisfecho, ya que me ve como con curiosidad o hasta admiración podría decir. Por lo que en mi mente me doy pequeñas palmaditas en el hombro auto felicitándome.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD