O M N I S C I E N T E
La castaña se debatía entre contarle toda la verdad a Jackson o simplemente irse de una vez por todas, como lo tenía planeado luego de que le contara la verdad. Su infancia no fue un cuento de hadas; dos veces la habían adoptado, después de unos meses la devolvían al orfanato, como si fuera un objeto. Nunca supo lo que se siente tener una madre o un padre de verdad, tampoco sintió ese amor y protección que todo niño recibe de sus padres al nacer.
—No tengo mucho que contarte, Jackson. Mi vida no fue tan interesante o peligrosa como la de ustedes. —respondió algo cortante.
Nunca le gustó hablar mucho sobre su vida ya que sabía que en cualquier momento no resistiría y lloraría como una niña pequeña, sacando todo lo que retuvo en su interior durante años. Suspiró con pesadez al ver la cara de súplica del mayor.
—Bien. Llegué al orfanato cuando apenas tenía un día de nacida, estaba... sola, con un cartel a un lado que tenía mi nombre. Las mujeres del orfanato me dijeron que ese día estaba lloviendo y hacía mucho frío, yo solo estaba envuelta en una manta, llorando. Esa es toda la historia.
—Recuerdo ese día.—comentó Jackson, recordando llorar en los brazos de su madre porque se habían llevado a Olivia—. Apenas me dejaron tenerte en mis brazos unos minutos y sacarte una foto para siempre recordarte. Te busqué durante mucho tiempo, hermanita. Pero no pude encontrarte y perdí las esperanzas... Hasta que te vi en la mansión Hayes, en la fiesta que organizó Sebastian; te reconocí gracias al vestido que dejó ver la marca en tu espalda.
—Lo único que esta estúpida marca ha logrado es arruinar mi vida. Yo no quiero esto, no quiero ser parte de la mafia. Se suponía que lo único que me haría parte de esto sería Sebastian. —admitió en un susurro. Pensó en preguntarle sobre esa duda que recorría en su mente desde hace una semana—. ¿Es fácil crecer en la mafia?
El mayor la miró incrédulo, pero con temor en sus ojos por los recuerdos de en lo que se basó su infancia: mentiras, pérdidas de seres queridos, secuestrar personas inocentes y matarlas o venderlas, escuchar sus desgarradores gritos cuando disparaban, las lágrimas... Era algo horrible.
Ella siguió esperando expectante la respuesta de Jackson, sin querer forzarlo realmente a contestar.
—No, Olivia, no es nada fácil tener padres mafiosos que quieren que seas un asesino perfecto con apenas dieciocho años. El no sentir su amor u orgullo a menos que te conviertas en lo que ella quieren es algo... —no quiso seguir hablando, habían pasado muchos años pero el trauma seguía ahí, presente en cada momento de su vida.
Olivia pensó por un momento que se derrumbaría y lloraría, aunque eso no sería posible; los mafiosos siempre deben ser fríos, no deben mostrar señales de debilidad o los perjudicaría a ellos y a los que aman, era algo que le había dicho Sebastian tiempo atrás.
La chica bajó la cabeza, y entonces decidió contarle algo que se había guardado para ella misma; era un secreto que nadie además de Freya sabía, pero pensó que su medio hermano necesitaría saberlo.
—Cuando tenía ocho años me adoptaron por segunda vez, a mí y a mi mejor amiga Freya... Eran un hombre y una mujer que me hicieron creer que en verdad me amaban, que tal vez podríamos ser una familia, pero todo era falso... Luego de un par de semanas de habernos adoptado, cambiaron drásticamente; ya no nos decían que nos querían, muy pocas veces nos daban comida, nos obligaban a limpiar la casa o de no ser así nos golpeaban en los pies con una vara... Aún tengo unas cicatrices en los pies que sé te estarán ahí para siempre. —contó, de su ojo cayó una lágrima que rápidamente limpió de forma brusca—. Un día nos estábamos muriendo de hambre, habían pasado cuatro días desde que no nos daban de comer. Freya fue a escondidas a la cocina en la noche para buscar al menos un trozo de pan para mí y... el hombre la descubrió ahí... Él la...
Sollozos empezaron a salir, haciendo que se detuviera y abrazara con fuerza al chico, sintiéndose extrañamente protegida.
—No te hagas más daño, no quiero que me lo cuentes si aún duele. —le susurró en el oído, secando sus lágrimas con dulzura.
También era extraño para él. Era la primera vez que se comportaba así con alguien, es solo que ella no era "alguien más", era su hermanita, a quien estuvo deseando conocer desde hace veinte años.
—La agarró de los cabellos y la tiró al suelo, la... violó. —pronunciar esa palabra le dolió tanto que hasta sintió que a ella misma le había pasado.
Gracias a Freya fue que nunca lo habían logrado, la protegía como si fuera un tesoro, un pequeño ángel inocente que no merecía vivir en este mundo lleno de oscuridad con personas malvadas que buscarían en lo más profundo de su ser algo para destruirla complemente. Todo esto se debía a que su madre no la amó lo suficiente como para matarla antes de nacer, aún sabiendo que ni siquiera la dejarían conservarla. Pensó que eso fue algo egoísta; pudo ahorrarle tanto dolor de no haberla tenido.
Decidió continuar con su historia, sentía un peso menos sobre los hombros.
—Escuché sus gritos y fui a buscarla. Al verlo hacerle eso, algo en mí se rompió, una ira incontrolable se desató dentro de mí; tome un cuchillo y se lo clavé en la espalda, como si fuera una experta en eso... Lo fui subiendo lentamente hasta llegar a su corazón, y ahí fue cuando lo maté. La mujer llamó a la policía cuando nos vio, pero no pudieron hacer mucho ya que tenía apenas ocho años. —se encogió de hombros—. Me encerraron en un centro psiquiátrico. Volví al orfanato luego de dos años, pero nadie quiso adoptarnos después de eso.
Jackson escuchó todo en absoluto silencio, hasta que acabó el relato y simplemente negó con la cabeza.
—Está en nuestros genes. Somos hijos de asesinos, y si no lo evitas, tu hijo también lo será. — advirtió mirando el vientre que acariciaba su hermana—. Te aseguro que Sebastian querrá convertir a tu hijo en un mafioso. Y hay una única forma de evitarlo: viniendo a vivir aquí, conmigo. Podemos protegernos entrr nosotros y darle a mi sobrino una infancia como la de cualquier otro niño.
Olivia consideró seriamente esa propuesta. El chico quizá tenía razón, Sebastian convertiría a su hija en una mafiosa si no actuaba rápido. Ella no quería que su niña tuviera una infancia similar a la suya, pero también se arriesgaría a poner sus vidas en las manos de Jackson, una persona a la cual conoció hacía apenas unas horas, pero que demostraba quererla de verdad. Era la primera persona que hacía eso por ella, y mentiría si dijera que no se sentía algo extraña. La falta de costumbre al cariño era notable.
Antes de poder contestar, sintió su teléfono vibrar en en bolsillo de su pantalón.
—Disculpa, es mi doctor.
—No te preocupes. Atiende.
Solo asintió y se alejó un poco del lugar para contestar la llamada.
—¿Hola?
Frunció el ceño al notar que nadie le contestaba, entonces le cortaron. Suspiró luego de leer el mensaje que había recibido y guardó su teléfono para luego volver a donde se encontraba el castaño.
—Tómate tu tiempo para considerar mi propuesta, Olivia. Te esperaré el tiempo que sea necesario.—le sonrió con dulzura el mayor.
La nombrada únicamente se sentó en un sillón individual, mirando el suelo como si fuera la cosa más interesante del mundo.
—Yo sólo quiero lo mejor para mi bebé... Lo consideraré, lo prometo.
Le devolvió la sonrisa, pero con con falsedad. Sin embargo, este no notó eso, al igual que tampoco notó que Olivia había cruzado los dedos detrás de su espalda.
Lo único que ella en realidad deseaba era sacarle toda la información que tuviera para luego irse y jamás volver a verlo en su vida. Era una perra, lo sabía, pero eso no le importaba. Ya muchas veces le habían hecho daño a lo largo de su vida y no permitiría que ocurriera nuevamente, mucho menos con mafiosos involucrados.
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¡Hola, mafiosxs! ¿Cómo están? Espero que muy bien. Quería pasar a decirles que he leído los comentarios acerca de la redacción de los capítulos e informarles que realmente no estaban escritos así originalmente.
Lo sucedido fue que al pasarlos aquí fueron "traducidos al español" automáticamente por esta aplicación, pero no se preocupen que ya estoy corrigiéndolo.
Ojalá tengan un lindo día, adiós