El Eco Del Vínculo
El crepúsculo tiñó el horizonte con una pálida franja carmesí, apenas perceptible tras los picos nevados. El frío aún no cedía, pero el cielo comenzaba a tornarse translúcido, anunciando el inicio de la noche. Y Viktor Vodrak, insomne, cruzó las estancias silenciosas del castillo hasta alcanzar la torre más alta.
Sus pasos resonaban en la piedra antigua. No necesitaba luz. Conocía cada escalón, cada curva de esa torre construida mucho antes de que la palabra “ducado” existiera siquiera. Afuera, el viento golpeaba las torres con lamentos antiguos.
Al llegar, se detuvo frente al ventanal abierto. El aire helado se coló por su abrigo, pero él apenas lo sintió. Cerró los ojos. Dejó que su percepción se abriera, que la magia ancestral corriera por su piel como agua helada.
La barrera mágica que protegía el castillo - aquella que su linaje había alimentado por siglos - vibraba débilmente, como si aguardara ser tocada.
Extendió una mano. De su palma emergió un resplandor tenue, azul plateado, que se elevó despacio, serpenteando en el aire como una llama líquida. El poder ancestral - la distorsión que confundía ojos humanos y animales y quizá también a los sensores de las máquinas modernas - comenzó a intensificarse, respondiendo a su llamado.
- Que no crucen los que no son bienvenidos. - murmuró, en voz baja, como una plegaria - Que lo que es nuestro permanezca oculto.
La energía ascendió al cielo. Un destello cruzó la bóveda invisible que protegía el valle, haciendo vibrar la barrera como un tambor de energía pura. Un pulso expandido como una ola de viento antiguo se derramó montaña abajo… buscando a su otro núcleo.
Uno que Viktor no sabía que estaba cerca...
La Reacción
En los pasajes ocultos, varios niveles más abajo, Isabella se detuvo de golpe.
- ¡Ah…! - jadeó.
Willem la alcanzó justo cuando ella se apoyaba contra la pared rocosa, sus ojos completamente abiertos, la respiración agitada.
- ¿Estás bien? ¿Qué pasó?
- La barrera… él… - balbuceó - Viktor está usando su energía para fortalecerla. La sangre del viento… responde.
Su voz temblaba, pero no de miedo. Era la sobrecarga. Como si algo dormido en su interior hubiera sido llamado a gritos. Sus dedos temblaban, su cuerpo irradiaba un calor que no venía del esfuerzo físico.
- ¿Puedes hacer algo?… - Willem comenzó a acercarse, preocupado, pero ella lo detuvo con un ademán firme.
- Debemos salir al exterior. Ahora. Esta magia no puede contenerse bajo tierra.
Comenzó a andar con rapidez por los corredores, hasta que finalmente hallaron una salida semicubierta que daba a la ladera oeste del valle. A esa altura, el aire era aún más frío, pero Isabella ni lo notó.
- Escóndete allí. - ordenó con la voz más firme que Willem le había oído usar - Detrás de esas rocas. Y pase lo que pase… no salgas.
- ¿Qué vas a hacer?
- Lo que debo.
El viento empezó a arremolinarse en torno a ella, como si el propio aire reconociera su linaje. Las hebras de su cabello se alzaron, danzando como si fueran parte del viento mismo. La montaña se estremeció ligeramente, un murmullo profundo y ancestral en las raíces del valle.
Y entonces sucedió.
Una ráfaga de energía explotó desde su pecho, una onda blanca azulada que envolvió no solo su cuerpo, sino que ascendió hacia el cielo, tocando la misma barrera que Viktor acababa de reforzar.
Castillo Vodrak - Torre
En la torre, Viktor sintió la respuesta como un latigazo de fuego y viento. Sus ojos se abrieron justo a tiempo para ver la descarga ascendente que lo alcanzó de lleno, como si el propio cielo lo reclamara. La energía de Isabella se entrelazó con la suya, desbordada, poderosa, salvaje.
El impacto lo lanzó hacia atrás.
Cayó sobre el suelo de piedra con fuerza, jadeando. Durante unos segundos no pudo moverse. Luego, una carcajada suave, ronca, escapó de su garganta. No de burla, sino de alivio.
- Sigues ahí… mi edelweiss.
El cielo brilló suavemente sobre el castillo. La barrera pulsaba con nueva vida cuando la tranquilidad fue desgarrada por pasos apresurados.
- ¡Mi señor! - gritó uno de los guardias, sin aliento - Algo sucede en el bosque. ¡Un pulso... no podemos pasar!
Viktor se volvió con los sentidos aún vibrando por la descarga anterior. El aire, más denso de lo habitual, cargado de electricidad y un leve perfume de rosas blancas, lo confirmó antes que cualquier palabra.
Tharion, que ya bajaba las escaleras con su abrigo a medio poner, miró por una de las ventanas altas, sus ojos entrecerrados, escaneando el horizonte.
- Esa energía… - dijo con voz grave, como si le pesara admitirlo - Es ella.
Aldren, que venía tras él con una expresión mezcla de asombro y alivio, completó:
- La duquesa. Solo ella puede causar semejante desorden en los vientos.
Pero Viktor no los oyó.
En cuanto el guardia pronunció la palabra “pulso”, ya se había girado. Su abrigo voló tras él como una capa y, sin pensarlo, cruzó el corredor a toda velocidad, tomando impulso para lanzarse por el ventanal de la torre sur. Como una sombra entre sombras, corrió por los techos empinados, con una agilidad que hacía que incluso los vampiros más jóvenes sintieran respeto.
- ¡Niño tonto! - bramó Tharion desde el corredor, asomándose por el ventanal como si aún pudiera alcanzarlo - ¡Hay caballos, Viktor! ¡Caballos!
- Y túneles, por si prefiere escarbar como un topo. - añadió Aldren en voz baja, con sorna cansada, abotonándose los guantes - Pero no. Nuestro señor salta techos.
Tharion resopló y giró sobre sus talones.
- ¡Ensíllenlos de todos modos! - ordenó - Conociendo a ese testarudo, se quedará sin energía antes de llegar al valle.
- ¿Y si la duquesa ya cruzó la barrera? - preguntó un guardia.
Tharion lo miró de reojo.
- Si esa niña volvió… no habrá muro, guardia o hechizo que la detenga. Y Viktor lo sabe.