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1624 Words
Estoy Aquí Mientras tanto, en la cima del bosque, donde el pulso aún se expandía como un remolino invisible entre los árboles, Isabella respiraba con dificultad. El esfuerzo la había dejado temblando en la nieve helada, el rostro pálido, los dedos entumecidos por el exceso de energía liberada. Willem corrió hacia ella desde detrás de las rocas. - ¡Isabella! ¿Estás bien? La joven apenas pudo asentir, cerrando los ojos. Pero entonces, algo en el viento cambió. Una presencia. Su pecho se estremeció antes de que pudiera razonar el por qué. Alguien corría entre los árboles a una velocidad descomunal, empujando la bruma con cada zancada. Cada paso era un golpe seco contra la tierra. Y con él, el eco de una voz, una emoción sin nombre, una urgencia desesperada que su alma reconoció antes que su mente. Isabella se incorporó como pudo, el viento aún girando a su alrededor. - Viktor… - susurró, llevándose una mano al pecho, como si su corazón recordara el latido de otro. Y entonces, como un rayo n***o cruzando el amanecer, él apareció entre los árboles, cubierto de escarcha, con los ojos ardiendo. Se detuvo en seco al verla. Todo, absolutamente todo, se detuvo en ese instante. El viento seguía girando en espirales lentas, como si la montaña aún respirara el eco del estallido. El aire olía a tierra húmeda, a nieve derretida y a un rastro muy tenue de sangre. Isabella apenas lograba mantenerse de pie. Sus piernas temblaban bajo el peso de la energía que su cuerpo ya no podía sostener. El brillo azul en sus pupilas palidecía y la brisa que antes obedecía sus órdenes ahora silbaba sin dirección, descontrolada. Y entonces lo sintió. Viktor. Su energía, tan inconfundible como el murmullo de un recuerdo amado, se acercaba a una velocidad imposible. Era como una ola viva, como un grito silencioso entre los árboles. La sangre del viento la alertó incluso antes de que sus ojos pudieran verlo. Un nombre floreció en sus labios resecos. - Viktor… Y lo vio. Emergió entre las ramas como si la misma naturaleza se apartara para dejarlo pasar. El abrigo ondeando tras él, la mirada desbordada de temor, ira y un amor tan brutal que le nublaba el juicio. Se detuvo en seco al verla. - Isabella… - su voz se quebró, apenas un susurro. La joven intentó sonreírle. Un gesto leve, tembloroso, como si eso pudiera calmar la tormenta que ardía en sus ojos. Dio un paso hacia él… y entonces, todo su cuerpo cedió. El mundo se volvió blanco. Su vista se apagó antes de que pudiera extender la mano. Cayó como una flor arrancada por el viento, suave, silenciosa… rota. - ¡Isabella! - rugió Viktor, lanzándose hacia ella en una fracción de segundo. La atrapó antes de que tocara el suelo, arrodillándose con ella entre sus brazos, su capa envolviéndolos como un escudo. Su corazón, que ya no latía como el de los humanos, pareció desgarrarse en mil trozos. - No… no… pequeña mía, abre los ojos. - susurró, presionando su frente contra la de ella - No puedes dejarme así. No otra vez… Isabella no respondía. Su piel estaba helada. Y, sin embargo, su energía aún ardía bajo la superficie. Apenas, como una chispa que se niega a apagarse. Viktor cerró los ojos, presionando la mandíbula. Entonces, envolvió a Isabella con su poder. No para curarla, no para forzarla a despertar. Solo para recordarle que estaba ahí. Que había llegado. Que no estaba sola. - Estoy contigo, Edelweiss. - murmuró, su voz temblando por primera vez en décadas - Siempre lo estaré. El viento, como si lo oyera, se arremolinó suavemente alrededor de ellos… y por un instante, pareció que la montaña entera contenía el aliento. La Bendición De La Sangre Del Viento El aire aún temblaba, cargado con la energía que Isabella había liberado. El bosque susurraba como si recordara lo que acababa de presenciar. Y en medio de la bruma que no terminaba de disiparse, los cascos de los caballos rasgaron el silencio con estruendo. Lucian fue el primero en desmontar. Su abrigo se agitó como una sombra mientras corría hacia su primo, seguido de cerca por Tharion y Aldren. Más atrás, Markel apareció, con su andar meticuloso, como si nada pudiera afectarlo… salvo por la palidez en su rostro. A su lado, Adelheid, el cabello suelto, los ojos centelleantes de furia, se adelantó como una flecha. - ¡Ahí está! - bramó al ver al muchacho - ¡Ese humano es el culpable! ¡Debemos matarlo! Willem se quedó helado. Su espalda chocó contra la piedra. Los ojos de Adelheid parecían capaces de fulminarlo sin tocarlo siquiera. Pero Markel ya estaba delante, interponiéndose con una mano extendida. - Adelheid… - ¡No me frenes! - espetó ella, fulminando al muchacho con la mirada - ¡Isabella está así por su culpa! - ¡Basta! La voz de Viktor estalló como un trueno. Nadie osó hablar después de eso. El duque estaba arrodillado en la nieve, aún con Isabella en brazos. Sus cabellos rubios caían hacia adelante, cubriéndole parte del rostro, pero su mirada era pura furia contenida. - Él no es el enemigo. Ayudó a Isabella a llegar hasta aquí. - La sostuvo con más fuerza, como si alguien pudiera arrebatársela - Y no lo tocarán. Adelheid retrocedió, respirando con fuerza. Lucian se acercó entonces, sus pasos lentos, casi reverentes, hasta detenerse frente a Viktor. Su mirada bajó hacia la joven inconsciente. - No ha comido. - dijo, su voz áspera, pero preocupada - Su energía está colapsando. Debes alimentarla, Viktor. Viktor tragó con dificultad. Acarició la mejilla de Isabella con la yema de los dedos, como si al hacerlo pudiera transferirle vida. - No bebe de nadie más… - murmuró - No desde hace años. Solo de mí. Lucian lo miró con seriedad. - Entonces dale de ti. Ahora. Tharion bajó de su caballo y se acercó en silencio, como si temiera romper algo sagrado. Markel observaba en silencio, evaluando todo. Aldren protegía al muchacho detrás, por si alguien más perdía el control. Viktor se inclinó, llevó la muñeca a sus labios y, con un leve gesto, se hizo una pequeña herida. Luego la acercó a los labios de Isabella, murmurándole palabras en un idioma antiguo, suave, íntimo. - Ven, pequeña mía… regresa a mí. Un leve estremecimiento cruzó los labios de Isabella. Apenas un movimiento. Pero fue suficiente para que Viktor cerrara los ojos, esperanzado al sentir sus colmillos penetrar la carne. Tharion exhaló, sin quitarle la vista. - Vamos, muchacha… no te atrevas a dejarnos. Viktor sostuvo a Isabella con delicadeza, sintiendo cómo su cuerpo débil apenas respondía a su contacto. Los ojos de Viktor cambiaron, volviéndose de un azul profundo con matices plateados, como si su esencia misma se intensificara con cada gota compartida. La marca en su cuello - un grabado en forma de flor de nieve - comenzó a brillar con una luz tenue, pero constante. Al mismo tiempo, una luminiscencia similar surgió en el cuello de Isabella, como si una conexión invisible los uniera más allá del tiempo y la sangre. Los cuidadores diurnos que rodeaban la escena, guardianes ancestrales del ducado, se arrodillaron en señal de respeto y reconocimiento. El aire se cargó con una vibración antigua, una energía poderosa y sagrada. De repente, la barrera mágica que protegía el castillo pulsó suavemente, emitiendo un susurro apenas audible, como el murmullo de los señores del clan mismo. Un viento suave comenzó a rodearlos, llevando consigo un aroma embriagador y puro: rosas blancas mezcladas con la delicada fragancia de la edelweiss, símbolo de protección y resistencia en las montañas. La energía se había reparado, revitalizada por el vínculo inquebrantable entre Viktor e Isabella y bendecida por los antiguos custodios del lugar. Viktor apretó suavemente a Isabella contra su pecho, sintiendo que, aunque frágil, ella comenzaba a regresar a la vida. Hans, el líder de los cuidadores diurnos, se acercó lentamente, con reverencia y una expresión solemne en el rostro. Alzó una mano hacia la barrera que aún pulsaba con un brillo tenue en el aire. - La barrera se ha extendido, mi señor. - dijo con voz profunda y pausada - No solo protege el castillo, sino también la villa en la base de la colina. La señora... la sangre del viento del amo ha bendecido la tierra del clan. Un murmullo reverente recorrió a los presentes. La bendición de Isabella no solo reforzaba la defensa mágica, sino que también impregnaba la tierra misma con una energía protectora que hacía sentir a todos seguros, como si el aire mismo estuviera cargado de promesas y antiguas protecciones. Los cuidadores diurnos, todavía arrodillados, bajaron la cabeza en señal de respeto y gratitud hacia Isabella y Viktor. No era solo un acto de poder; era la confirmación de un lazo sagrado entre la joven y el ducado, un renacimiento para la familia y para todo el clan. Viktor, aún sosteniendo a Isabella, sintió cómo su pecho se hinchaba con orgullo y esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, la oscuridad parecía ceder ante una luz nueva y fuerte. Isabella gimió suavemente al dejar de alimentarse, su cuerpo débil aún temblaba por el esfuerzo. Con una mano apenas firme, levantó el brazo para acariciar el rostro de Viktor, buscando su cercanía, un último ancla en medio de su agotamiento. - Viktor... - susurró, apenas audible. Pero el cansancio la venció por completo. Sus ojos se cerraron lentamente y su cuerpo se desplomó, entregándose al sueño profundo que la envolvió como un manto protector. Viktor la sostuvo con cuidado, sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y ternura mientras la dejaba descansar, prometiéndose en silencio no soltarla jamás.
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