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1037 Words
Antes Del Alba El murmullo del amanecer apenas se insinuaba entre las nubes cuando Willem cerró con firmeza la última ventana del pasillo. El sonido del cerrojo hizo eco en la casa casi vacía, seguido de un suspiro breve. Caminó de regreso al vestíbulo, donde Isabella estaba revisando una pequeña mochila sobre la mesa. - Las ventanas ya están aseguradas. - anunció con tono práctico, sacudiéndose las manos como si espantara el polvo que no estaba. - ¿Ya todas? - preguntó Isabella sin mirar, mientras acomodaba algo entre la ropa. - Sí. Todas. No sé si te has dado cuenta, pero tienes la costumbre de dejarlas abiertas… como si olvidaras que pueden ser una entrada. Te lo digo por experiencia. La joven se detuvo un instante, los dedos aún cerrando un compartimiento de la mochila. Luego alzó la vista, parpadeando con un atisbo de sorpresa. - Viktor decía que le gustaba sentir el viento circular por la casa. Que le recordaba que todavía había mundo allá afuera. Lo dijo sin pensar, como quien comparte un recuerdo cotidiano. Pero al instante, su mirada se nubló. Bajó la vista y su mano quedó quieta sobre la tela, como si el peso del recuerdo la anclara al suelo. Willem la observó un momento, luego se acercó y tomó la mochila. - Entonces supongo que vamos a tener que acostumbrarnos al aire quieto. - dijo, con suavidad. Isabella levantó el rostro. Había algo nuevo en su expresión. No era fuerza aún, pero sí una determinación frágil, como la primera chispa antes de una hoguera. - Ya podemos partir. - le dijo. Willem alzó una ceja, escaneando el único equipaje que llevaban. - ¿Una mochila? ¿Eso es suficiente? - Es ligera. - respondió Isabella, cerrando su abrigo con ambas manos y envolviendo su cuello con la bufanda de Viktor - Llevo dinero. Compraremos lo que necesitemos en el camino. Además, tú vas a tener que ayudarme. Siempre Viktor se ocupaba de los papeles... o Markel... o Adelheid. Yo solo los seguía. Willem sonrió de lado, la mochila al hombro. - Así que ahora me toca ser el responsable. No estoy seguro de si eso es un ascenso o una maldición. Isabella rio por primera vez en días. Fue un sonido leve, con bordes rotos, pero real. - Definitivamente una maldición. - replicó la joven, dándose la vuelta hacia la puerta. El aire afuera era frío. El tipo de frío que despierta los sentidos y obliga al cuerpo a moverse para no anquilosarse. Willem cerró la puerta tras de sí, asegurándola por última vez. Ambos sabían que no regresarían pronto. Quizás nunca. Mientras caminaban hacia el vehículo, Isabella echó una última mirada al tejado, a las ventanas altas del segundo piso. No pudo evitar preguntarse si Viktor seguiría dormido. Si su sombra aún recorrería esos pasillos vacíos. Si la brisa, entrando por una r*****a olvidada, todavía lo acariciaría como ella ya no podía hacerlo. - Vamos. - murmuró. Y no volvió a mirar atrás. ¿A dónde fue mi Edelweiss? El sonido metálico de la cerradura resonó en el salón como un eco lejano. Markel cerró el estuche del teléfono satelital con gesto medido, aunque sus ojos se desplazaron con tensión hacia Viktor, quien permanecía de pie, como una estatua sin tiempo, frente a los ventanales que daban a las montañas. - El espía llamó hace unos minutos. - dijo Markel con tono contenido - Cuando llegó a la residencia de Londres… ya no había nadie. Ni movimiento. La duquesa no está. La palabra duquesa resonó como un disparo suave en la habitación. Viktor no se movió. Sólo su mandíbula se tensó ligeramente. - ¿Revisó el perímetro? - preguntó, sin volverse. - Sí. La casa está cerrada, asegurada por dentro. No hay signos de lucha ni de entrada forzada. Todo en orden. Pero ella ya se había marchado. El silencio se alargó. Las llamas de la chimenea crepitaban en un ritmo extraño, como si danzaran al compás de pensamientos demasiado profundos. Viktor bajó los párpados, dejando escapar apenas una exhalación controlada por la nariz. - No siento peligro. - murmuró al fin, con la voz más baja, como si no hablara con Markel, sino con el vacío - No hay temor en ella. Sólo distancia. Silencio… Markel observó al joven amo con cierta aprensión. Había aprendido, en sus largos años de servicio, a leer los cambios sutiles en el aura de Viktor. El leve resplandor de su energía se había oscurecido, no por ira, sino por una especie de vacío que parecía extenderse desde el centro de su pecho. - ¿Crees que se fue sola? - No. - dijo Viktor, esta vez girando ligeramente el rostro. Sus ojos dorados se habían opacado, como si buscaran algo más allá de los muros del castillo - No se marcharía sin dirección. Alguien la acompaña. No la siento completamente sola. - ¿Y qué haremos? No sabemos quien la acompaña... Viktor apretó los dedos contra la baranda de madera junto a la ventana. El viento nocturno soplaba con fuerza en el exterior, golpeando contra los cristales y por un momento pareció susurrar un nombre que sólo él reconocería. - Mi pequeña edelweiss... - susurró - ¿A dónde has ido? Sus ojos se cerraron un instante y se concentró en el lazo. Aquel hilo tenue que a veces brillaba en la distancia, la conexión sutil que se formaba cuando Isabella lo pensaba, cuando lo deseaba cerca. Pero no encontró más que la bruma… la misma que rodea a las almas heridas cuando no desean ser encontradas. Markel tragó saliva. Dio un paso atrás, con el instinto de quien sabe que hay un fuego que no debe ser interrumpido. - Lucian está dispuesto a buscarla, si lo deseas. - No. Si la alejo más, se esconderá. - respondió Viktor - Ella eligió moverse… y yo la obligué a hacerlo. No cometeré el error de perseguirla con sombras. Sus dedos se relajaron lentamente. Pero en su pecho, el dolor era agudo. No el de la ausencia… sino el del desconocimiento. Por primera vez desde que ella había vuelto a la vida, no sabía dónde estaba Isabella. Y eso… lo quebraba en silencio.
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