Se sintió como una eternidad antes de que pudiera describir lo que estaba pasando en mi cabeza. Ver a Cora me desequilibró. —Isla, no tenemos que irnos aún. Está bien, y puedes ir a ver a tu hermana —Max insistió, y le sonreí levemente para agradecerle. Él era tan atento y paciente conmigo. —¿Cómo pudiste? —Gritó, abriéndose paso y con los ojos en llamas. Abrí la boca y fruncí el ceño, confundida, pero luego me di cuenta de que se refería a nuestra madre. Eso me hizo decidirme, y no había forma de que la dejara aquí para enfrentar todas esas repercusiones. —No —Salté del coche y logré agarrar su mano y jalarla hacia atrás. —Ven con nosotros y resolveremos las cosas —Insistí y no le di opción. —Bien —gruñó Cora y luego, enfadada, se subió al asiento trasero del coche de Max. —Chicas

