Tío Ed no podía mirarme, haciéndome sentir aún peor de lo que ya me sentía. Sabía que no me estaba diciendo toda la verdad. Fue solo cuando Max carraspeó y habló que me volví hacia él. —Isla, creo que ayudaría si ambos se calmaran. Puedo entender tus preocupaciones, pero asegúrate de que tu familia no sufrirá daño alguno —prometió él, y asentí, abrazando mis rodillas y preguntándome cómo había llegado a esto. Extrañaba mi vida antes de regresar a Pembroke, y ahora la mala suerte parecía seguirme a todas partes. —No son tu familia —me dijo Tío Ed y gruñó. Pude ver que estaba intentando controlar la ira que llevaba dentro. Su lenguaje corporal lo delataba, con sus puños apretados, cara roja y voz elevada. Max le envió una mirada de advertencia, pero él siguió ignorándola. Estaba confun

