CHANTAL Apenas tuve tiempo de recuperar el aliento que cierto hombre me había robado con sus besos. Zane estaba frente a mí, con los ojos oscuros y las manos aún firmemente ancladas en su cintura, como si fuera su propiedad. Todo su cuerpo vibraba con la electricidad del momento, cuando los golpes, de nuevo, en la puerta, los hicieron congelarse. Franco volvió a tocar, esta vez con más insistencia. — Chantal, sé que estás ahí. Ábreme, por favor —. Conocía perfectamente a Franco como para saber que no se iría de ahí hasta hablar conmigo. — ¿Qué madres quiere Franco como para visitarte a esta hora de la noche? —susurró Zane con el ceño fruncido. Veía hacia la puerta como si fuera un perro en guardia. Le puse un dedo entre los labios, para que se callara. Estaba nerviosa porque nos de

