Capítulo 3

1543 Words
El recorrido por el resto de los burdeles fue más que desagradable. En todos era la misma situación, se retrasaron en la entrega porque la actividad había aumentado. Que el movimiento estuviera aumentando me daba cierta ventaja económica, mi padre estaba al margen de este cambio, confiaba en mí y yo me aprovechaba de eso. Pero también era algo que me hacía estar preocupada, la eficacia de un burdel no aumentaba así de fácil, y mucho menos la actividad de tantos burdeles, para que eso pasara había que propiciarlo y eso era lo que me preocupaba. ¿Cómo estaban propiciando ese aumento? Algo tenía que estar haciendo mi padre y conociéndole y conociendo el funcionamiento de este negocio sabía que no era nada bueno. Para incentivar mayor frecuencia de clientes o más clientes tenías que ofrecer cosas únicas y exóticas y para que algo en este mundo fuera único y exótico debía ser repugnante y retorcido. Miré par de veces hacia todos lados en caso de que alguien me estuviera siguiendo, no ví a nadie pero igual decidí dar un par de vueltas más a la manzana para despistar. Entré en las boutiques de la zona y en una de ellas pasé a uno de sus probadores. Salí por la parte trasera del probador y de ahí a la parte de empleados que tenía una salida que daba al fondo de la calle. No era primera vez que usaba el probador de esa boutique, aunque tampoco era la única vía para desorientar a quien fuera que podría seguirme. Nunca había visto a nadie hacerlo, pero en este mundo no te podías confiar y menos cuando eras la hija del Don. Tanto a mi padre como a sus enemigos le interesaba saber cada uno de mis pasos. Mi padre solo por mantener su control sobre mí, que no tuviera libertad. Sus enemigos en cambio solo buscaban algo que le pudiera perjudicar, ya fuera algo que hiciera yo que deshonrara al Don o algún daño que ellos fueran capaces de infligir en mí. Salí a la calle y volví a mirar todo a mi alrededor. Era muy poco probable que alguien hubiera sido capaz de seguirme con todas las vueltas que había dado pero aún así quise verificarlo. Aproveché que la calle estaba prácticamente desolada, a excepción de una señora que paseaba su perro, y entré rápidamente al hotel que estaba al final de la calle. Subí a la habitación 309 sin siquiera pasar por la recepción. Decidí tomar las escaleras de servicio para evitar coincidencias indeseadas en el ascensor. Toqué la puerta varias veces hasta que finalmente fue abierta. —¿Por qué te demoraste tanto en abrir? Sabes muy bien el riesgo que corro cada vez que nos vemos—dije mientras le hacía a un lado y entraba en la habitación. Fui directa al minibar que tenía y me serví un poco de agua en un vaso. Me senté en la cama y me dediqué a mirarle. Tenía el pelo algo húmedo y solo llevaba un pantalón, mmmhh simplemente se veía genial. —Estaba tomando una ducha nena—dijo acercándose para besarme.—Además no esperaba que vinieras hoy. ¿Por qué no llamaste? Aunque tampoco es algo que importe mucho, tenemos cosas más importantes en este momento—dijo tras lo que volvió a besarme. William Novarretty era el hermano del dueño de la mafia roja o mafia rusa. Era uno de los hombres más poderosos y peligrosos del mundo. Desde siempre los italianos y los rusos se han odiado, nunca he entendido el por qué pero es algo que está de generación en generación. William no era la excepción, odiaba a los míos incluído mi padre. Nos conocimos hace unos 3 años, fue la vez que acompañé a mi padre a Alemania a cerrar un trato muy importante. William estaba hospedado en el mismo hotel que nosotros, mientras mi padre se encargaba de las negociaciones yo me encargué de conquistarle. Él no sabía quien era yo, pero yo sí quien era él, lo que tampoco me importó. William era un hombre más que atractivo, tenía algo que hechizaba a las mujeres, era sensual en exceso. A sus 30 años de edad estaba más que bien, su cabello n***o como el azabache en combinación con sus fríos ojos azules eran el combo perfecto para enloquecer a cualquier mujer. Enterré mis manos en su cabello y tiré de el, sin mucha delicadeza. Desde el primer momento existió una gran química entre nosotros, solo que ambos éramos dominantes, tanto en la vida real como en el sexo. Yo no era del tipo de mujer que dejaba que un hombre llevara el control, ni él del tipo de hombre que dejaba la situación en manos de una mujer. Juntos éramos explosivos, dos máquinas de matar y de placer. Él profundizó aún más el beso y yo cambié las posiciones para quedar a horcajadas sobre él. Él se deshizo de la blusa que llevaba junto con mi brasier para lanzarse a por mis pechos. William no era el hombre más delicado, al contrario era de los que les gustaba el sexo duro, era como yo. Me aparté de él solo lo suficiente para quitarme mi pantalón de cuero y que él se quitara el suyo. Me coloqué sobre él y comencé a moverme en busca de mi placer. Era otra cosa que teníamos en común: nunca pensábamos en el placer del otro solo en el nuestro. William intentó volver a cambiar las posiciones pero se lo impedí, no estaba dispuesta a cederle el control. En el momento en que sentí como me alcanzaba el clímax, jalé su pelo repentina y bruscamente ocasionando que de sus labios escapara un varonil sonido de placer, y eso fue mi detonante. El orgasmo que me llegó fue intenso y maravilloso. Cada vez era mayor la necesidad que teníamos el uno del otro. Ambos estábamos envueltos en el otro, sumergidos en la lujuria que sentíamos, pero ambos éramos demasiado crueles, violentos e insensibles como para admitir que necesitábamos de la presencia del otro. Me aparté de William y volví a colocarme la ropa. Él no tardó en imitarme, si algo teníamos claro era que más que el sexo nos unían los mismos objetivos, destruir a mi padre y apoderarnos del imperio Botticelli. —Un poco corto ¿No te parece?—dijo en tono malicioso a la par de seductor. Se acercó a mí y volvió a besarme de esa forma que era única de él y era capaz de volverme loca. —Lo que me parece es que tenemos cosas más importantes ahora mismo. Como el hecho de que intentaron matar a mi padre ayer, ¿Sabes algo sobre eso?—le pregunté mientras me entregaba un trago. A pesar de las discrepancias existentes, William tenía grandes influencias en Italia. Era muy raro que algo sucediera sin que él estuviera al tanto. —Elena, tu padre tiene demasiados enemigos. Es lo que acarrea llevar el título de Don sobre los hombros. Además de los enemigos que tu padre se gana por si mismo. Sabes que no es un hombre admirado en este mundo, tu padre llega a límites que no todos aprueban, principalmente el darte a ti tantas libertades y poder. Muchos ven mal el que tu padre te trate como una igual y también lo sabes—dijo sentándose en uno de los muebles de la habitación. Cada una de sus palabras eran ciertas, pero conocía a William y sabía que aunque nunca daba más información de la necesaria en sus respuestas, cuando no daba respuestas tajantes y sin circunloquios era que poseía más información de la que decía. Solo debías preguntar de la forma correcta. —Sabes quién lo hizo ¿No es cierto?—dije suspicazmente. Aunque realmente no tenía la más mínima duda, William lo sabía. —Sí lo sé—dijo de forma relajada y cáustica. —¿Me lo piensas decir? —Puede, pero antes quiero que me aclares algo—dijo incisivamente, yo le indiqué con mi cabeza que sí y le regalé una mirada hostil. Él sonrió de forma cautivadora y preguntó—¿Por qué es importante para ti saberlo? ¿No te haría un favor esa persona al matar a tu padre? —Me importa porque no pienso permitir que nadie dañe a mi padre y ¿Sabes por qué? Porque no pienso dejar que nadie me quite el placer de hacerlo yo. Y respondiendo a tu segunda pregunta, no, no es un favor que alguien más mate a mi padre porque tampoco pienso que nadie se quede con lo que es mio por derecho. Sí alguien reclamara el privilegio de sangre seré yo.—hice una pausa y me levanté hasta llegar a él, le besé y me senté sobre él—Ahora ¿Me lo dirás o debo conseguir la información por alguna otra vía?—pregunté seductoramente a pocos centímetros de sus labios y tomé su labio inferior con mis dientes, dejándolo escapar lentamente. —No tengo el nombre de la persona que encargó el atentado aquí en Italia, pero si el nombre de la persona que está detrás de todo. Dietrich Novarretty, mi hermano.
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