- - - - Alaia —Lléveme a un bar, por favor —digo y el taxista me mira como si me hubieran salido dos cabezas, debe ser por la hora, sin embargo, asiente una vez. Llegamos a una zona conocida y el auto se detiene. —Aquí trabaja un gran amigo, sirven buenos tragos —alza los hombros después de que lo miro preguntando ¿aquí? En silencio. —Gracias —digo y abro la puerta, recordando que no he traído dinero, ni mi teléfono, mierda que realmente mi cabeza está perdida. —Señorita Russell —miro al hombre que ha dicho mi nombre y encuentro la agradable mirada del mesero del restaurante que había visto hace tiempo, cuando vine a la reunión con Nick y el ministro. Escucho la voz del taxista diciéndome el valor del servicio y apenada busco en los bolsillos de mi pantalón, debí traer dinero. «

