Capítulo 3: La rueda del ratón

1658 Words
Me paralice. No puede hablar. Mi sangre se helo y el hombre que hace unos instantes me veía con una sonrisa amable y traviesa frunció el ceño. ─   ¿Estás bien? – Me pregunto o eso creí.  Salí como alma que lleva el diablo de la tienda y pare un taxi con mi mano. Me subí pero ya el auto había arrancado cuando me percaté de que deje mi carrito con mi mercado, lo único que tenía conmigo era  el bendito libro. No solo había hurtado por primera vez en mi vida un libro, un tonto libro infantil. Sino que había dejado atrás mis compras, dinero perdido y una ida al supermercado en persona angustiante. Pero nada de eso importaba Agatha, lo que importaba era que ese hombre te encontró, hablaste con ese hombre, lo viste a los ojos, pero más importante aún caminaste a esa librería, tu que nunca te desvías de tu camino, lo hiciste. Y de la misma forma ella te llevará a ese maldito hospital. Mi departamento ya no era seguro, este auto ya no era seguro, esta ciudad ya no era segura. Si había aparecido ¿qué significaba? No lo sabía, era nuevo para mí pero no me quedaría a averiguar quién rayos era, en que hospital ocurriría, no haría nada por nadie más nunca, al final era inútil. Todo lo era. Debía huir. Así que en un ataque de manía toque mis bolsillos, saque mi celular para ubicarme y le pedí al taxista en una especie de grito que me llevase al aeropuerto más cercano. Tomando en cuenta su expresión, fue que me percaté de que le había alzado la voz y de que probablemente, actuaba y parecía una loca. Pero nada me importaba, mi ansiedad no paraba de crecer, me costaba respirar y el olor a ella ya había comenzado a saborearle. Ya estaba comenzando. … Es curioso como tu cuerpo actúa por inercia en ataques de ansiedad. De pronto estaba atorada en el tráfico usual en la vía al aeropuerto, y para mi pesar más calmada. Respire hondo ¿planeabas irte del país para evitar estar en un hospital que ni sabias cual era? Vi el reloj del celular, eran las 4:00 pm, en mi sueño todo ocurría a las 5:55, cómo llegue allí lo desconozco pero debía cuidar mi cabeza de un golpe o caída. Pero la paranoia me ataco en una nueva ocasión. ¿Podré escapar? ¿O ella me guiará a ese hombre a ese hospital nuevamente? ¿Qué puede llevarme a un centro médico en un auto atascado en el tráfico? Mi alrededor me lo anuncio, observe a un conductor gritando obscenidades por una cola que no avanzaba, no tardaron en volverse en su contra un par de hombres que estaban buscando pelea. También de pronto observe como mi conductor daba un cabezazo de sueño; y atrás sentí el toque que otro auto dio al taxi por acelerar sin control. ¿Era una señal? No, no podrás conmigo. Tenía un billete en el bolsillo y se lo deje con mi ejemplar del Gato, sin nombre al conductor. Salí y comencé a caminar muy deprisa por la calle. ¿Quizás no era necesario ir al aeropuerto? Solo hacía falta alejarme de un hospital hasta las 6 de la tarde, dos horas, solo dos horas más. Revise el mapa de mi localización y efectivamente estaba alejada de todos los hospitales de la zona. Me relaje o eso creía, pero su olor persistía y no hacía más que aumentar en notoriedad. ¿Dónde se está a salvo de ella? Estaba rodeada de personas, sola, no sabía qué hacer o a dónde ir, no conocía a nadie, o todo quedaba cerca de hospitales, cerca de ese hombre. Salí del trance cuando una mujer se tropezó conmigo. ─   ¡Muévete! – Me esbozo. Pero no me podía mover.  Esa palabra me hizo despertar del estado en el que estaba. Había demasiadas personas en la calle, demasiados rostros, demasiadas miradas, el flujo de individuos aumentó, el aire se hizo más escaso, e inicie a ver borroso. Busque donde recostarme, por lo que vi una pared pero no alcance a llegar y por más estúpido que sonase, por más que lo evitase, perdí el conocimiento. ……. Dolor. Todo mi cuerpo duele y apenas lo puedo mover, pero mi cabeza es mi mayor preocupación, ¿me golpee o algo me golpeo? Entre la bruma oscura oigo risas, risas de niños. Tengo frio. Necesito reunir fuerzas y ver dónde estoy, cómo llegue, así que abro los ojos lentitud. Lo primero que puedo observar es un techo blanco, me levanto poco a poco y soy capaz de observar la fuente del sonido. Maldita sea. La misma visión de mi pesadilla es real esta vez. Estoy en una sala de urgencias con una mujer, dos niños, una venda en la cabeza y el sabor de ella en la punta de mi lengua, oxido, suciedad, muerte. No pierdo tiempo y me coloco los zapatos. ─   Por fin despertaste, nos tenías preocupados a todos ¿cómo te llamas? – dice en un tono amable la mujer. Me levanto con rapidez pero algo en mí se quiebra, esta mujer es real, estos niños son reales. No son sueños, pueden morir. Por eso me volteo y en una súplica le digo. ─   Váyase de aquí por favor. ─   ¿Por qué dices eso niña? – Me pregunta con curiosidad. ─   Tengo un mal presentimiento, no use la puerta principal – Le digo en plena salida. Pero ella lucha para contener la risa, la risa, la primera reacción más común. Me marcho corriendo esta vez. Mientras salgo oigo las palabras inconclusas de la madre. ─   ¿A dónde vas? Muchacha no te puedes ir, tu cab… Ya no me importa que las dos enfermeras que están por el pasillo que corro me observen con regaño en sus bocas. Y veo el reloj en la pared con 5:55, pienso rápido y me detengo diciéndoles a las mujeres con desesperación mal disfrazada en la garganta. ─   ¡Hay un hombre que me dijo que volaría el hospital! ¡Qué hay que hacer cuando– la primera enfermera me mira con odio. Pero la otra está más concentrada en los sonidos de fondo, los quejidos de hombre y ruedas chirriantes entran en el ambiente. ─   ¡Esto no es gracioso joven! ¡Cálmese o– ira, la segunda reacción más común. Pero sus palabras quedan cortas porque la segunda enfermera tiene toda su atención en la emergencia entrando y la enfermera que me regaño se olvida de mí. Veo el pasillo con la única puerta abierta, congestionado por varias camillas entrando en un frenesí de personal médico. Es mi oportunidad. Con todo lo que puedo intento atravesar este mar de personas pero es inútil, está congestionado y un oficial de policía me ve como la maldita loca que debo aparentar ser. Huyo hacia la puerta más cercana, una puerta a la izquierda, y veo otro pasillo interminable con las mismas otras dos enfermeras de mi sueño corriendo en la dirección de donde venía. Las ignoro, y corro hasta al final del pasillo y giro a la derecha, veo la puerta que sé está cerrada. A este paso me desmayaré de lo poco que puedo respirar, de las náuseas que siento por su olor, así que fuera de mí tomo una silla cercana y comienzo a golpear la ventana de la puerta. Una vez, dos veces y a la tercera. Escucho al guardia. ─   ¡Que está haciendo! – Me dice mientras me quita la silla a la fuerza. ─   ¡Necesito salir y no me dejan salir de aquí! – Respondo en absoluto descontrol. ¡¿Por dónde puedo salir?! ─   Todas las salidas del hospital menos la principal fueron cerradas por el accidente – me dice consternado. Retrocedo con mis ojos abiertos como platos, no puedo respirar es difícil el sabor, el sabor, se intensifica. ─   ¿Se siente bien? – pregunta mientras intenta tocarme el brazo – Respire conmigo, y uno y dos. Y- Lo veo allí otra vez, la tercera reacción más común, lástima. Este hombre siente lástima por mí, pero es la lástima de un hombre amable. Un hombre que puede morir, estamos tan cerca de la puerta, tan cerca. No puedo más y comienzo a llorar, y hago un último intento. ─   Ayúdeme a abrir la puerta por favor, salgamos los dos – le digo implorante esta vez tomando sus brazos, aferrándome a él. Pero él con cuidado toma su radio. ─   Hay una paciente que está teniendo una crisis, tiene un golpe en la- No sirve, nada sirve, es inútil. Me alejo y salgo corriendo al pasillo principal. El mismo caos del sueño, gritos, llanto y un reloj que indica las 6:00. Está pasando, otra vez, debo correr, más fuerte más rápido, esquivo a todas estas personas sin rostros, veo la salida de la aglomeración. Soy capaz de salir. Y lo primero que visualizo es al hombre de ojos castaños que se me queda viendo con asombro. No puedo controlarme corro hacia él, lo protejo con mi cuerpo como escudo empujándolo y entonces todo estalla detrás. Todo se vuelve n***o una vez más. … No quiero abrir mis ojos, pero he recuperado la conciencia y por ello no puedo evitar toser polvo y escuchar los gritos y el sonido del vidrio siendo pisado. Perdón, perdón, me repito sin parar. Pero tengo que abrirlos, así que lo hago pero no los veo, no veo los ojos castaños, pero si veo al hombre desconocido, está debajo de mí con los parpados cerrados. Mis manos están cubiertas de sangre, no sé si mía o de él, pero tomo su rostro con todo el anhelo que soy capaz y comienzo a palmearlo. Es cuando sus ojos, sus hermosos ojos castaños se abren y ven desenfocados al cielo y después a mí. Está vivo.
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