Logré esbozar una sonrisa débil mientras miraba a Lisandro. —Solo estoy cansada —dije, mis ojos se sentían pesados, quería dormir, apagar mi mente, aunque fuera por unas horas. Lisandro me observó, entrecerró sus ojos, como si intentara leer algo en mi cara. No me creía, lo sabía, pero no insistió. En lugar de eso, se acercó más. —Quédate conmigo esta noche —dijo. Negué con la cabeza, sintiendo un nudo en el estómago. —No, Lisandro, prefiero ir al depa, no tengo ropa limpia para el trabajo mañana —respondí. Era una excusa, y ambos lo sabíamos. Necesitaba espacio, un lugar donde pudiera respirar sin sentir su mirada quemándome. Él dio un paso más cerca, su mano rozó mi brazo. —Vamos, Valeria, no me hagas rogar —susurró, en voz baja, fue casi un ronroneo, pero había algo en su inten

