Pasaron unos minutos. Yo ya estaba a punto de dormirme ahí mismo cuando la puerta se abrió y mi hermana entró con un par de bolsas en la mano. Me levanté de inmediato a ayudarla. —¿Qué trajiste, la lotería? —Ya, deja de hacerte la loca, mira que lo que traje antes ni en una muela te alcanzo —me dijo, acomodando las bolsas en el escritorio—. Yo tampoco he almorzado tan bien, no me ha dado tiempo. Asentí rápido, casi babeando. —Perfecto, porque yo estaba al borde de empezar a morder la silla, ya que lo demás me lo acabe, la verdad que tengo estómago de un camión de basura, todo quiere devorar. Nos sentamos y ella sacó lo que había dentro: toppers con carne, ensalada fresca, y latas de soda. ¡Más! —¡Aaaah, qué ricooo! Más para mi estómago —grité, casi abrazando la comida. Abrí uno de

