Capítulo 2

1158 Words
Esa pelea había durado algunos días, pero luego Amber había dado su brazo a torcer y le había pedido disculpas por la manera que le había hablado ya que él no tenía ninguna culpa de todo lo que estaba sucediendo. Por el contrario, él también era una de las víctimas de la situación puesto que su padre le había arruinado bastantes relaciones con amistades. Tae miró cada uno de los cuadros que adornaban su cuarto y suspiró, recordando a su madre. Ella había fallecido en un accidente y solamente había quedado su padre y él. Era hijo único y siempre había sentido lo solitario que era serlo. Lastimosamente, cuando ellos habían decidido agrandar la familia, toda la tragedia había sucedido y él se había quedado completamente solo. Su padre tenía que trabajar todo el tiempo y no habían pasado mucho tiempo juntos más allá de los desayunos en la mañana que siempre lo había agradecido, era el único momento padre e hijo que tenían. También tuvo algunos profesores privados y tutores porque no tenía nadie que le ayudara, ni una figura familiar. Por esa razón, era que también se pensaba muy bien el hecho de casamientos o formar una familia. Porque él quería ofrecer lo mejor de sí para sus hijos y aún era demasiado joven como para que pasaran por lo mismo que él había tenido que pasar. El sonido de su celular lo sacó de sus pensamientos y decidió responder. Esa era una de las cosas que más odiaba. Tener que contestar llamadas de negocios y más, si eran negocios de su padre, pero que dejaba a su nombre para que los inversionistas y clientes comenzaran a conocerlo. Pero, apenas miró quién le llamaba, su rostro cambió y juraba que se había iluminado. Se trataba de Amber. —    ¿Amber? —Cuestionó, sentándose en la cama. No había hablado desde temprano en la mañana. —    Tae, ¿puedes venir a la cafetería cerca a tu casa? —    ¿Qué pasa? Todo en la conversación resultaba raro. Ella ni siquiera le había saludado como siempre lo hacía y, además, estaba hablándole de una manera que no lo había hecho nunca. —    Ven, por favor. Luego de eso, ella decidió colgar y un nudo se formó en la garganta del castaño. Odiaba tener que vivir con la incertidumbre, así que con prontitud se arregló y media hora después ya estaba cerca de la cafetería. Sentía cómo sus manos sudaban y observó el cielo, esperando que nada le estuviera pasando a Amber. Si, ella tenía que trabajar bastante, pero su relación no se había visto afectada y, además, ya había podido terminar de estudiar sin ningún problema (aunque él había pagado la última cuota de su crédito como una pequeña ayuda) y ella seguía un poco ofendida por eso, pero realmente no le importaba. El lugar no tenía mucha gente y pudo reconocerla sin mucho problema. Ella era la mujer más hermosa que había visto en su vida y, además, la única que tenía un gorro de pato. —    ¡Hola! —Tae levantó la mano y sonrió abiertamente. Eso era lo que ella provocaba en él. Pero no recibió el mismo saludo. —    Siéntate. —    ¿Ah? —    Tae —tragó saliva la mujer y le miró a los ojos. Sus hermosos ojos marrones estaban siendo adornados por pequeñas marcas rojas, que demostraban que había llorado—. Yo te amo. —    Yo también te amo. ¿Qué pasa? Unos cuantos segundos pasaron y Amber tomó su mano y la besó. —    Debemos terminar. —    ¿Qué? El castaño abrió los ojos y se levantó de la silla sin importarle que estaba llevándose toda la atención en el recinto. Esas palabras habían llegado hasta lo profundo de su alma y sintió cómo su corazón se rompía lentamente. Podía imaginarse los pedazos de este, caer al suelo. —    Tae no estoy haciendo nada aquí —susurró la chica—. No tengo nada. Solo a ti. —    Podemos buscarte un trabajo. —    Tu padre me odia. No quiero estar en un lugar donde no me quieran y menos, trabajar con personas que sepan que estoy allí solo por ser la novia del jefe. —    Amber… —    Lo siento mucho, de verdad —su voz se entrecortó—. Sabes que eres el amor de mi vida. —    Si lo fuera no me harías esto. No nos harías esto —el castaño volvió a sentarse y cubrió su rostro con las manos, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas—. Por favor… —    No me ruegues, te lo pido —Amber lo cortó y él negó con fuerza. —    No me importa. Eres lo que amo. —    No, Tae. No lo hagas. Se levantó de golpe de su silla y exhaló entrecortadamente. —    Si quieres ir a Estados Unidos, solamente avísame. Te estaré esperando con los brazos abiertos. —    Amber, ¿no vas a volver? —    No sé cuándo. Pero tú si puedes viajar. —    Sabes que quedaré a cargo de una de las empresas de papá. Por favor, trabajarás allí. —    Me iré mañana en la mañana. Tae observó cómo sus manos temblaban y limpió sus ojos. Ella estaba haciéndole mucho daño y si tenía boletos para el siguiente día, eso quería decir que lo había pensado durante mucho tiempo y se lo había ocultado. Era inconcebible que pudiera seguir tratándolo como algo normal cuando tenía planeada su vida lejos de él. —    E-Espero tengas un buen viaje —apretó los puños—. Yo estaré bien. Y sin decir ninguna palabra más salió del lugar, dejando tantos años de recuerdos en el camino. Amber sintió un hueco en su pecho y lo apretó, intentado que el dolor se fuera durante un tiempo. Estaba rota. No sabía cómo manejar la situación y sentía que podría desmayarse, pero era lo mejor que podía hacer. En ese país no tenía ningún futuro, cambio en Estados Unidos podría comenzar de cero junto a su profesión.                              ☼☼☼   Amber no sabía si lo que estaba haciendo estaba bien, pero mientras subía al avión, sentía que había tomado la mejor decisión para ella y su pareja. Su ahora exnovio, Tae, se había quedado en Seúl mientras ella había decidido viajar a Estados Unidos por un mejor futuro. Observó por la ventana y suspiró. Toda la noche anterior había intentado llamarlo para despedirse, pero él realmente no quería saber de ella y no lo culpaba, ella se hubiera comportado de la misma forma si la hubiese dejado así. Pero sabía que él no lo haría, él era el mejor hombre que había conocido en su vida y eso era lo que más le dolía de dejarlo allí. Pero era lo mejor. Porque los dos tenían caminos diferentes. Él tenía que quedarse en Seúl para trabajar en su compañía, mientras ella tenía que buscar otros caminos para poder vivir, básicamente. 
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