Capítulo Diecisiete: En casa.

1791 Words
Una vez que el encargado de la seguridad del barco dijo que revisaría las identidades de cada quien, los chicos que fueron hasta allí de contrabando se sentían más presionados que en toda su vida, sin escapatoria. Dos menores de edad allí en un lugar que no era su residencia actual, solos y de paso sin identificación, pues ninguno creía que fueran a salir del territorio por el cual se movían, así que todo había quedado en el auto antes de verse con aquellos hombres sospechosos, siendo lo único que tomó la chica el móvil para poder comunicarse con su amiga si algo no salía bien, como en esos momentos. Marynet quería llamar a Bell, pero al estar en una fila como si fuera parte del equipo de trabajo de la embarcación, no podía hacer mucho, así que miró hacia el hombre que los había acompañado en todo el trayecto y en el desayuno en busca de apoyo, y de cierta manera, él también se veía alterado. Comenzó a hacer un par de llamadas mientras su rostro lucía contraído en todo ese tiempo, pero no parecía tener éxito alguno, y cada vez se acercaban más a ellos para pedir sus identificaciones. El miedo que sintieron en solo pensar qué harían con ellos si los descubrieran los dejó paralizados por completo, sin embargo, a último momento, justo antes de que les tocara a ellos el turno de revisión, se activó una alarma en la cubierta del barco, de manera que todo el personal tuvo que dirigirse allí, se trataba de un incendio originado en cocinas, y todos debían aportar algo para poder extinguirlo. Por supuesto, los chicos corrieron junto a quienes les recibieron en el barco, y fue así como Marynet supo que el señor Darko era una buena persona, y también una muy influyente. Le dio las gracias con la mirada antes de partir a ayudar al personal. Por supuesto, los hombres ketchup y mostaza no los dejaron ayudar, sino todo lo contrario, les ordenaron quedarse en los camarotes hasta que todo aquello terminara y pudieran llegar de nuevo a puerto con seguridad. Los chicos querían ayudar, pero bien sabían que aquello no era posible en las condiciones en las que se encontraban, de modo que solo les quedó ir rápido hacia el lugar indicado, tanto que llegaron con la respiración agitada de correr por aquellos pasillos que parecían interminables, también bajando escaleras tan largas que tenían miedo a caerse en cualquier momento. Una vez que entraron en el camarote de los hombres, cerraron la puerta con el pestillo necesario para que nadie pudiera verles, tapando también la ventanilla en forma redonda que tenía la puerta. Marynet se sentó en una de las camas con el rostro tan turbado que Derick pensó que algo le preocupaba, y eso no era bueno. ─¿Qué ocurre?─ quiso saber él, sin dejar de preguntarse qué podría estar mal. ─Ocurre que casi nos descubren, de haber sido así ¿Qué haríamos? ¿Cómo explicamos a nuestros padres eso?─ dijo ella, estando al borde del llanto. El más alto se acercó hasta ella para brindarle consuelo, pues verla mal no era su cosa favorita en el mundo, de modo que la acurrucó entre sus brazos mientras ella lloraba sin consuelo alguno, y aunque se veía como una mujer fuerte, también tenía sus momentos de debilidad en los cuales dependía enteramente de quien le diera suficiente consuelo, y ese casi siempre era Derick, el mejor amigo tanto de ella como de Bell. Pocas veces a la chica para la cual estaban haciendo ese trabajo lloraba, pero Marynet sí tendía a dejarse afectar por los sucesos sobre los que no tenía control alguno, cosa que el pelinegro se encargaba de hacerle saber que no tenía sentido, pero ella solo pedía que él no se metiera en sus asuntos y solo se dispusiera a brindarle apoyo con un abrazo o escuchándola. El chico siempre había hecho ambas cosas, terminando como paño de lágrimas, pero poco le importaba cuando podía hacer que las personas se sintieran mejor, mucho más cuando se trataba de la chica, quien le parecía de lo más atractiva y también independiente, fuerte y llena de energía. Así pasaron las mismas horas que en el trayecto de ida, pero parecieron interminables, tanto que ambos estaban desesperados por llegar ya a sus casas y sentirse seguros de nuevo. Al pasar al menos dos horas de viaje, al camarote entraron los hombres, dejando ver que tenían llave de aquel, y cuando se vieron las caras, comprendieron la situación por la que estaban pasando.  Uno de ellos preguntó por su bienestar, informando que el incendio había logrado ser extinguido luego de una hora de esfuerzo por parte de todos, y luego hicieron la revisión de identidades uno por uno, siendo que les ordenaron ir a sus camarotes hasta que llegaran a puerto. Les hicieron saber que apenas llegaran, ellos tendrían que bajar solos sin ser vistos, ya que no podrían protegerlos más de los ojos de los supervisores. Ambos chicos asintieron, sabiendo que una vez más, la seguridad dependía de ellos.  Supieron que al dejar la joya con el señor Darko, estaría más que segura, pero ese tipo de viajes eran bastante arriesgados como para hacerlos seguido, los extraños asintieron, de acuerdo con su punto de vista, pero dijeron que solo hacían ese tipo de favores a la gente que realmente les importaba, que eran cercanas, por eso se sintieron seguros al estar allí juntos. Una cuantas horas de charla sobre cómo eran las vidas de cada uno, el barco llegó a puerto, y entonces fue el turno de los trabajadores para salir de sus piezas a servir para la entrega de la embarcación en perfectas condiciones, algo que tenían que cumplir al pie de la letra, sin importar qué. Más de una vez, ellos terminaron por entregar barcos que no estaban del todo limpios o con instalaciones teniendo daños más que visibles, por eso, cada persona había sido sancionada de manera fuerte, teniendo que pagar las consecuencias por ella misma, un fuerte castigo para cualquiera. Muchas veces eran inocentes los que habían tenido que pagar por actos de tal calaña, hechos con malicia quizá a propósito para inculpar a personas que no tenían nada que ver con los daños causados a las instalaciones. Más de uno fue a prisión de manera injustificada, y aunque era una verdadera desgracia todo aquello, no podían evitarlo, ya que ningún abogado representaba a los pobres de la misma manera que lo haría con una persona influyente y llena de dinero. En eso se basó casi toda la conversación que tuvieron junto a los chicos, los cuales se veían aún más pálidos, temiendo que les sucediera algo parecido. Eso les quedó en la mente incluso cuando lograron bajar de la embarcación, dejando en el auto del chico los impermeables de colores tan singulares que le sirvieron a modo de protección durante el viaje. Una vez que se encontraron dentro del vehículo, Derick lo encendió lo más rápido que pudo y comenzó a conducirlo con dirección a casa, temiendo por sus vidas de una manera poco natural, como nunca lo había hecho. El camino de cuatro horas se sintió corto debido a los pensamientos que surcaban la mente de cada quien, en un círculo vicioso del cual no salían, en una especie de hipnosis que los mantenía pensando en esos momentos una y otra vez, casi como si se tratara de una cinta extendida y repetida, un disco que se pegaba. Hicieron una única parada para comer algo en medio de la carretera y de paso llenar el tanque de gasolina del auto, y en todo este tiempo, no se les ocurrió llamar a Bell, ni siquiera pasó por sus mentes tal cosa una vez que pudieron llegar a casa sanos y salvos. Derick condujo a su propia casa, donde dejó claro a la chica que podía quedarse cuanto quisiera. Ella llamó a sus padres para avisarles que se quedaría un día más con su amigo, y ya para esas alturas, estos sospechaban que entre ellos había una especie de amorío adolescente, así que los dejaron hacer lo que quisieran, pues de esa manera era siempre. La chica allí tenía algunos cambios de ropa, de todas las veces que había pasado las tardes en esa casa, la cual ya sentía como suya. Los padres de Derick no llegarían sino pasadas las 10 p.m. de un viaje de emergencia por los negocios de comida rápida que regentaban, o eso era lo que decía una nota pegada al refrigerador de la cocina. Llegaron a las tres de la tarde, por lo que tenían tiempo de sobra como para calmarse un poco y comenzar a asimilar lo que habían hecho.  ─¿Te das cuenta de que acabamos de hacer algo completamente ilegal?─ le dijo ella al más alto, quien solo asintió, mirando a la pared de la habitación de invitados, donde se quedaría la chica. ─Lo sé, ha sido un riesgo que tomamos por Bell, y lo volveríamos a repetir, estoy seguro─ le comentó a ella, quien asintió segundos después. Entonces, entre ellos el silencio se hizo presente, como tantas otras veces, pero este era diferente en cierto modo, sin saber por qué. Derick se sintió tan extraño que prefirió ir a su propia habitación, diciéndole a la chica que si necesitaba algo, podía avisarle. Una vez que entró en su territorio una vez más, se sintió mucho mejor, se recostó en su cama luego de tomar una ducha caliente, teniendo en cuenta que no podría sentirse mucho más cómodo en otro lugar. Se quedó dormido poco después, y al pasar de una hora y poco más, sintió que su cama se hundía de un solo lado, cosa que lo alertó, así que abrió sus ojos de manera extrema, pero al ver a la de cabellos azul claro allí frente a él, se calmó bastante.  ─Solo he venido porque no puedo dormir... Vas a tener que soportarme aquí porque no me voy a ir, tengo miedo de lo que pueda pasar...─ dijo ella, casi en susurros dentro de la habitación que estaba a oscuras debido a las cortinas cerradas. ─Bien, solo no me patees mientras duermo─ fue la condición que puso el más alto, pero dentro de sí estaba más que nervioso por tenerla a ella tan cerca de su integridad física y espacio personal. Ambos se durmieron en un silencio sepulcral, y luego de unos cuantos minutos, se fueron acomodando de tal manera que quedaron abrazados, ella con la cabeza en su pecho mientras respiraba tranquila, y él con el corazón a millón por estar tan cerca.  ¿Por qué de repente se sentía así?
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