Nadie podrá cambiarme 1

1141 Words
Jean había venido de nuevo a la casa de los Medina, había acompañado a su padre, uso el pretexto de siempre, venir solo por acompañarlo, pero por lo que en realidad venía era para ver a William, el hijo mayor de los Medina. Jean tiene apenas dieciocho años, mientras que William ya tiene veinte años. William es un chico apuesto, alto y delgado, mientras Jean es más delgado, bajo, con un cabello extremadamente largo, pero hermosamente n***o como el carbón, sus rasgos son algo andróginos, pero sin duda es apuesto. Jean estaba secretamente enamorado de William, claro que fingía que solo era un buen amigo, ambos se conocieron gracias a que sus padres son buenos amigos de la base militar, ambos eran buenos militares, los padres de ambos deseaban que sus hijos siguieran sus mismos pasos, ser soldados como ellos. William no opinaba nada sobre esto, mientras que Jean no quería ser en absoluto ser un soldado. Al llegar a la habitación de William, este estaba estudiando y no le prestó mucha atención, pero esto a Jean no le importó, pues se conformaba con solo verlo, lo miraba con total atención, William no se dio cuenta en absoluto, además que no le importaba mucho la visita de Jean, si fuera Jess, otra cosa seria. Jean jugueteó con su cabello, hoy especialmente tenía su cabello suelto, con la esperanza de que William lo apreciará, había dejado crecer su cabello desde que supo que a William le gustaba el cabello largo, aunque bueno, él se referían en chicas, pero aún así Jean quiso intentarlo, una lástima que siempre fue ignorado por William, además no podía hacerse falsas esperanzas, pues él mismo había visto como William despreciaba a parejas del mismo género, fue por eso que ocultó lo que sentía con mucho más fuerza. Jacobo mandó llamar a su hijo para regresar, Jean se despidió, pero William fue cortante y se despidió superficialmente. Jacobo lo esperaba con impaciencia. - La próxima vez mejor quédate en casa, solo interrumpes el estudio de William, deberías de seguir su ejemplo y estudiar como él. Jean asintió, pero por dentro estaba cansado, su vida era tan difícil, eso fue desde que su madre lo abandonó, su madre estaba cansada de vivir una vida peor que la de una viuda, por lo que se había conseguido un amante, la mujer al quedar embarazada de otro hombre simplemente huyó y lo dejó solo, tuvo que esperar varios días solo encerrado en la casa y con la comida casi agotada, y si tuvo que comer comida cruda y alguna incluso sabía algo agria, pero entonces creyó que su padre le prestaría más atención por la mala experiencia que había tenido, como consecuencia en pocos días había traído a una mujer con el estomago abultado a vivir a casa, esta mujer es Jessica y se había convertido en su madrastra. Obviamente Jessica estaba embarazada cuando llegó, lo que significa que su padre era igual que su madre, Jessica dio a luz a un varón, el pequeño se le puso como nombre Jess, el pequeño Jess fue el centro de atención y él fue simplemente ignorado, de hecho eso sigue pasando hasta ahora. - Hermano ¿Cómo te fue con Willy? - preguntó Jess al verlo llegar. - Esta ocupado estudiando. -dijo tranquilo, aunque lo que menos quería era hablar con él. - Papá, la próxima vez llévame a ver a Willy, tengo mucho que no lo veo. - dijo haciendo un puchero. - Esta bien. - le sonrió. Jean no dijo nada y trató no no mirar a nadie, se fue directamente a su habitación, quería escribir en su diario, era su único método de desahogo, pues no tenía amigos y nadie a quien contar como se sentía, lo único que podía hacer era escribir todo lo que sentía. Abrió el cajón donde siempre guardaba su diario, para su sorpresa este no estaba, Jean entró en pánico, ¿Dónde estaba su diario? ¿Lo había tomado alguien? ¿Lo había tomado Jess? ¿Jessica? ¿Había sido su padre? Si lo había tomado una de estas personas estaba perdido, en su diario se encargaba de escribir todo lo que sentía, incluido el rencor que le tenía a su propia familia y sobre todo, en el diario escribía su amor secreto por William. Jean buscó desesperado, esperaba encontrarlo en otro lado, tal vez se había confundido ¿No? Pero por más que buscó en toda su habitación, el diario simplemente no apareció. Cuando era muy noche, Jean no pudo aguantar y fue hasta la habitación de Jess. - ¿Hermano? ¿Qué pasa? ¿No puedes dormir? - preguntó adormilado. - Quería hacerte una pregunta. - trató de no sonar desesperado. - ¿Qué sucede? - preguntó inocentemente. - De casualidad ¿Tomaste una libreta de mi habitación? - trató de no sonar agresivo, si no sabía que tendría problemas con su padre por eso. Jess se veía desconcertado. - ¿Es de la escuela? ¿Es muy importante? - preguntó preocupado. - No es nada. - dijo sin saber exactamente como sentirse. Ya estando en su habitación se mostró como verdaderamente estaba, frustrado y angustiado, rogaba a todos los dioses para que todo lo que estaba escrito en el diario permaneciera en secreto para siempre. Pasó una semana, Jean estaba bajando la guardia y a olvidarse del diario. Solo pensaba en que su padre había llevado a Jess a casa de los Medina y no quiso llevarlo con él, estaba deprimido por este hecho, quería ver a William aunque fuera solo un rato, pero ahora no sabía cuanto tenía que esperar para ir a verlo. Por la tarde Jess y Jacobo regresaron, esto extrañó un poco a Jean, quien pensaba que llegarían hasta la noche. Al ver los semblantes de ambas personas, Jean tuvo un mal presentimiento, pues sus caras no eran para nada buenas. - ¿Qué sucede? - preguntó Jessica. Jacobo miró fijamente a Jean. - ¡Tú, maldito! - explotó de repente, luego lo señaló con fiereza. - ¡Eres un degenerado! - gritó con la cara contraída. Jean sintió con más fuerza que algo andaba mal. - ¿Qué es lo que hice? - preguntó asustado. - ¡Eres un maldito sin vergüenza! - lanzó algo hacía Jean, suerte que no le dio. - ¡Papá! - gritó Jess preocupado, como si quiera detener a su padre. - ¡No lo defiendas! - gritó. Jess se calló, parecía lamentable, así que su madre fue a abrazarlo de inmediato. - ¡Te irás a la academia militar mañana en la mañana! - sentenció Jacobo con frialdad. - ¡Papá! Pero ¿Qué fue lo que hice? - preguntó con angustia. - ¡Humillarme! Eso fue lo que hiciste. - lo miró con repudio. Y Jean no pudo decir nada.
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