Señorita Bradford

994 Words
Su papá, con toda la educación de la cual carece hacia el tiempo y la vida de los demás, decidió no presentarse a su reunión porque tenía cosas que hacer más importantes. Ella se alistó para ir a trabajar y se encontró con uno de sus compañeros en el estacionamiento. El encargado académico de ciencias, el cual la odia porque puede que ella haya hecho más de una donación que le ha generado más de un trabajo, pero, no toda la escuela públicas reciben las mismas donaciones para tener laboratorio de ciencias completo y ella tenía los medios para pagarlo, como el Mercedes que conduce y la computadora. El hombre le mira de pies a cabeza conforme se acercan a las escaleras del colegio, algunos estudiantes le saludan de lejos, otros sonríen y los que pasan por su lado también lo hacen mientras que a él le ignoran. —Buenos días, señorita Bradford, ¿quiere que le ayudemos con sus bolsas? —ella sonríe a Valeria y Ana, dos de sus mejores estudiantes y les da el bolso con el computador y el bolso con los libros —Hoy no vino el chofer, ¿entonces necesita a los niños? —Me ofrecieron su puesto, porque yo tengo dinero y usted no, lo rechacé porque me imagino que pagar la hipoteca al final de mes, es duro, un mal matrimonio, acostarse con la profesora de gimnasia y tener un auto de mierda ya son castigo suficiente, pero no voy a permitir más miradas despectivas y el acoso. —Acoso. —Sí, entérese de que cualquier juicio contra mí lo va a perder. Ella continúa y las chicas le dan una mala mirada al profesor, unos de los chicos mayores se acercan al profesor y le ven de pies a cabeza mientras no le dejan pasar. Aurora se devuelve y les hace una seña para que entren a clase. El resto de su día se complicó debido a su estallido de ira, pero ella logró salir lo suficiente temprano para ir a acompañar a las chicas del comedor. Todas se mostraron feliz de verle y le recibieron con un bollo de pan dulce caliente, mantequilla casera que había hecho una de las mujeres que vivió en el refugio y ahora está mejor. —Uuuh—dice mientras abraza a Thalía. —¿Cómo estás, los niños, qué tal? —Adoran su casa, adoran su vida y no tenemos que darles las gracias a ningún hombre que nos grita —Maravilloso —dice la mujer antes de morder el pan dulce y rodar sus ojos en alegría. —¿Qué delicia? —Tu almuerzo de verdad y tu cena —Le dice Maria y ella le da un beso a su cocinera favorita. Ella había sido la inspiración para abrir el refugio. Tenía cuatro hijos y había trabajado toda la vida para su padre, pero un día notaron una mano y lo que parecía un fajazo, a su padre no le había gustado aquello, pero, no hizo ningún comentario. Ella tenía doce años y le preguntó a su padre durante la cena si era posible que su empleada fuese víctima de violencia doméstica. Gregorio miró a su hija conmovida y reconoció que le había parecido lo mismo y que había que hacer algo al respecto. El marido de María, no solo le pegaba, la hacía dormir en el suelo y había tanto abuso físico como emocional y s****l, ella tenía que quedarse en el cuarto en el cual su esposo intimaba con otras mujeres. Él era un monstruo con todas sus letras, ella se cansó e intentó de irse de casa, pero no había lugares de acogida para mamás con sus hijos, solo separados, era declararse negligente como padre, solo por el hecho de haber elegido un mal marido. El señor Bradford les dio sitio en su casa y movió muchas cuerdas para que su esposo saliera de la ciudad y ellos estuvieran seguros. Aurora decidió iniciar unas cuantas casas hogares y su padre apoyar el proyecto económicamente, es evidente que con su salario de maestra no podría mantener ciertos lujos y actividades, pero, cada vez que veía a los niños, a las mamás superarse. Se daba cuenta de que ser un Bradford no siempre es algo malo y que su papá tenía un corazón por ahí oculto. Gregorio se sentó frente a Patrick Luthor e intentó ocultar la sonrisa que le provocaba tener a alguien por los huevos. —¿Cuánto amas tu empresa? —Lo suficiente como para hacerte una oferta de compra por las acciones que has comprado. —Hoy, soy dueño de 65 %, no he llamado a una junta, pero en cuanto lo haga puedo tomar las riendas de Luthor's. —¿Qué es lo que ofreces? —Necesito un heredero para mi negocio. —¿Vas a heredarme? —No, voy a aprovechar el lamentable descenso de tu mujer y casarte con mi hija. Primeros ocho meses de matrimonio, y te devuelvo 15 % de las acciones, quedamos como socios y le inyecto capital para salir de la crisis. Crecemos el negocio internacional y nacionalmente, estoy hablando de pubs, de venta a granel, de éxito de verdad. Y, sobre todo, de demostrar que tienes la capacidad de llevar tu apellido alto y no hundirlo con un negocio fallido. —Suena a que yo puedo iniciar cualquier otro negocio y tú necesitas más de lo que estás pidiendo. — No, no planeo dejar a mi hija sola con un montón de dinero. Al menos, la gente se lo pensará cuando escuchen quién es su marido. —No sé siquiera otro hijo. —Tendrás que querer. —¿Qué si no lo hago? —Tienes tres hijos en edad universitaria, más te vale querer. —Advirtió el hombre y le entregó una carpeta con documentos. —Acá está el prenupcial, te dejo leerlo y encontrar tus propias cláusulas para nuestro acuerdo de negocio.
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