Capítulo 1

1627 Words
—¡Dame otro!— Digo como puedo al barman.  La música suena tan fuerte que no sólo mis oídos están al borde de la explosión, y el corazón por salírseme de la cavidad torácica, sino que estoy a punto de perder la voz por completo. El empleado de uno de los locales bailables más concurridos en Roma me observa como si fuese una potencial chica ebria que no sabe hilvanar una oración coherente.  —¿Qué?— Grita en igualado tono, frunciendo el ceño. —¡Bomboncito, háblame más alto!  Sonrío coqueta ante el galanteo del atractivo rubio.  Al parecer, si recurro a unas cuántas sonrisas más, tal vez gane chupitos gratis por cuenta de la barra. Acomodo el provocador vestido n***o, ajustado, corto, sexy que Bruna ha insistido llevase puesto, y acerco el rostro al del chico.  —Quiero —susurro contra el lóbulo de su oreja—, otro tequila sunset.  Me separo un poco para observarle. Esbozo una mueca radiante, y afirmo evidentemente, que aún, tras mi nefasta historia de amor, del desenlace brutal al noviazgo que llevaba un año: todavía mantengo el encanto intacto.  ¡Bingo!  Puesto que el empleado cierra los puños sobre el buró, consecuencia de la excitación que le produce escucharme.   —Puedo darte cientos de tequilas Sunset, cariño.— Dice fulminándome con sus ojos almendrados., sirviendo en un shot, tequila y jugo de naranja.  Sonrío complacida, enredo entre mis dedos el trago, y enarco una ceja —¿Ah sí?, ¿correrías los riesgos?  Asiente rápidamente a modo de respuesta, y yo relamo los labios satisfecha. Adoro el coqueteo, y amo explotar mis atributos. Confirmar que literalmente no tengo nada para envidiarle a la desgraciada de mi hermanastra. Esa mujerzuela por la que habría dado la vida, que adoré como una hermana, y la misma con la que mi ex novio, me engañó durante un año, en mi casa y en mi propia cama.  No obstante si me lo preguntan, tampoco la odio, simplemente no siento nada por ella, o por Renzo.  Con él, jamás llegamos a intimar, y en cierto modo lo agradezco. Pasábamos buenos ratos y era divertido, pero su fama de hombre mujeriego, siempre me frenó para dar el siguiente paso en la relación: el perder mi virginidad. —¡Nicci!— Vocifera Bruna tocándome el hombro, irrumpiendo mis pensamientos —¡Pídeme un chupito de caña!   Parpadeo y la miro sorprendida —¿En serio?, ¿qué quieres?, ¿quemarte la garganta?  Achina las vidriosas retinas celestiales y lanza maldiciones —¡Me vale un cuerno!, el estúpido con el que bailaba simplemente se fue con otra.— Resopla y añade, —¡Son unos malditos!  Niego varias veces. Mi adorada siciliana que estalla en carcajadas, está absolutamente ebria, y no puedo más que imitarle. A fin de cuentas, ¡Yo también estoy tan borracha como una cuba!  Vuelco la atención al guapetón de la barra que nos observa burlesco y exijo, después de vaciar el shot recién servido, que nos prepare dos más de caña con granadina.  —La casa invita lindura.— Dice una vez hacemos fondo mortalmente blanco, —Baila con cuidado, —puntualiza sonriente, —bellezas como tú, son el objetivo de todos los imbéciles.  Largo una risita fuerte, y con los sentidos obnubilados por la divina sensación de desinhibición que otorga el alcohol, le lanzo un beso al aire con la fiel promesa de volver por él, en un rato.  Caminamos entre la multitud que invade la disco, personas apretadas entre sí moviéndose al son de una pista electrónica muy escuchada de David Guetta.  Los altos tacones ya no los siento, no sé si los pies duelen o es que el licor colándose por mis venas me aporta soltura para trasladarme por el antro.  Nos situamos finalmente en el medio de la pista y comenzamos a mover nuestros cuerpos.  Siempre adoré salir con rubiales, beber hasta las ideas y bailar.  ¡Cuánto amo bailar! ¡Es liberarme de los males diarios que me aquejan! Es sentirme sexy, admirada, el foco de la atención masculina.  —¡Me encanta!— Chilla Bruna mordiéndose  el labio inferior, producto del éxtasis que le provoca la repetición del famoso Dj.  Alzo las manos en asentimiento a la loca voz, y dejándome llevar, me muevo al compás, contoneándome de un lado hacia otro cierro los ojos y el mundo se detiene. > > Un desconocido que aún no voltee a ver, aprovecha al máximo la cercanía manejando mi fisonomía a total gusto y antojo. —Debería ser un crimen que semejante señorita se mueva así.— Susurra el extraño al oído haciéndome estremecer.  > Doy media vuelta y enlazo las manos a su cuello. Es alto, me gana varios centímetros aún portando tacones kilométricos. En nada se asemeja al tipo de hombres que me gustan, pero no es despreciable en lo absoluto. Tiene cierto atractivo extranjero: misterioso y enigmático, que logra atrapar, encandilar y orillarme a esbozar sonrisitas mientras sigo moviéndome al ritmo de la música.  > —Debería ser un crimen que hombres como tú,— imito posando el índice en sus labios, —bailen con una señorita como yo.  Arrugo el ceño en el subconsciente.  > —¿Te han dicho que eres hermosa? —Cuestiona risueño.  > Pienso con total egocentrismo.  —¡Para nada!— Miento encogiéndome de hombros.  Niega divertido, acelerándome las pulsaciones. La adrenalina que me produce la situación es fascinante.  —Y si... Te invito a beber una copa, donde mis amigos y yo estamos disfrutando de la noche, ¿la aceptarás?  Inmediatamente palabras de mamá retumban en mi mente alcoholizada: > Lo observo cortos segundos. Las frases de Gala no fallan, lo sé. Sin embargo siento sed, los zapatos han comenzado a molestarme y no veo a Bruna por ningún lugar.  Aparte será sólo un trago más. Descansaré algunos instantes, y después regalándole sonrisitas, me marcharé.  —¡Sí claro! —Exclamo finalmente.   Enredo mis dedos en los suyos, y alejándonos del tumulto, nos encaminamos al apartado vip, donde varios sujetos se encuentran bebiendo, y también Bruna, quién con su enigmática presencia sumado al llamativo vestidito rosa, permanece sentada en uno de los sillones hablando animadamente.  Percatándose de mi llegada chilla absolutamente borracha —¡Nicci!, me han pedido una entrevista laboral, ¿puedes creerlo?  Arrugo el entrecejo. ¿Ahora qué tontería dice?  —¿Qué? —Pregunto conteniendo el burlarme de ella.  —¡Créelo!— Interrumpe el individuo que me ha invitado una copa, y del que aún sigo sin preguntarle el nombre, —Trabajamos como fotógrafos para una revista de modas en internet. —carraspea agregando, —Nos encargamos de seleccionar a las chicas.  —Interesante.— Musito comprendiendo que efectivamente me toman el pelo, y que a Dichezzare ya la engatusaron.  —Estamos en Italia para una publicidad de lencería neoyorquina. —Recalca él, tendiéndome el cristal hasta el tope de champagne.  Dubitativa lo acepto, y más allá de reconocer que las paranoias de Gala me han llenado la cabeza de puras mierdas; algo hay en ese tipo que no me gusta, que no me inspira ni confianza, ni el instinto a creerle.  —Genial. —murmuro evitando el continuar bebiendo. Por mí y por la rubia también. Una de las dos debe mantener los sentidos activados. La situación, el panorama, la mirada del americano, empiezan a alertarme y el estado de embriaguez se congela.  —Buscamos modelos para realizar la publicidad aquí.— Continúa percatándose del cambio en mi semblante, —Me he topado contigo belleza y juro, que eres la ideal para la labor.  —Pues te equivocas.— Sostengo convencida, —No soy modelo, así que deberías buscar en otro lado.  —Tendrías que haberlo sido entonces.— Redobla, —Porque tendrías el mundo, las joyas, el dinero y al hombre que quieras, rendido a tus pies.— Sentencia aproximándose peligrosamente a mi cuello. —Exquisita por dónde se te mire Nicci...— Declara besándome la piel adornada en una fina cadenita de oro. —¿No te gustaría ser alguien adorado por el planeta entero?, ¿modelar en pasarelas?, ¿aparecer en televisión?, ¿tenerlo todo en bandeja?  Inmediatamente me separo del contacto y tomo distancia.  > —¡Anda Nic!— Insiste la blonda desde el sillón, —No perdemos nada si vamos a la audición.  —¿Audición?  —Exacto, en la tarde pueden ir a nuestro estudio — Declara él con una sospechosa tranquilidad, —Te daré mi teléfono de contacto. Será una pequeña prueba de aptitud. —carcajea agregando —Una que les marcará el inicio de una vida nueva.  Ojeo a mi amiga totalmente curtida en licor.  Ladeo la cabeza hacia los cinco desconocidos cuyas miradas denotan malicia, intenciones ocultas y una verdad que difiere muchísimo de lo que han confesado.  Relamo los labios y acorto la lejanía que me distancia de Bruna. La cojo del brazo y decidida la obligo a levantarse.  Lo único que deseo, es salir de aquí. Lejos de ellos y de palabras que podrían llevarnos a cometer la peor de las imprudencias.  Tonta de rubiales. ¡Claro que tenemos mucho que perder!  A los jalones abandonamos el vip del infierno.  Mi vida, aún hecha un caos, la amo demasiado. Y no la pondré en riesgo por ésta estupidez.
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