Lleno mis pulmones de oxígeno, ignoro sus palabras tintadas de veneno y corro. Lanzo el zapato que aún mantenía entre mis dedos hacia algún lugar del pasto y me echo a correr como si mi vida dependiera de ello. Porque literalmente, mi vida depende de ello. De lo que alcance mi cuerpo a desplazarse. Del sitio dónde consiga esconderme y, el tiempo que logre esperar. Solamente esperar a que esa furia palpable de Rashid se evapore y únicamente quede el sermón. Le ruego a Dios, a medida que troto, que únicamente quede el sermón puesto que un escarmiento sería algo que no soportaría. Ni quiero ni imaginar de lo que podría llegar a ser capaz ese hombre si pierde los estribos; si la poca cordura que tiene se le escapa de las manos; si se olvida que soy una mujer en inferioridad de condicio

