El agua sigue cayendo y, el vapor inundando el cuarto de baño. Rashid no mueve un sólo centímetro de su cuerpo y yo, continúo mirándolo como una acosadora. Mi mente se ha bloqueado; procesa preguntas que no logro responder y, lo único que puedo hacer es recorrer con la vista desde de la nuca, hasta sus pantorrillas anchas, repitiendo el proceso unas cuántas veces. Si bien supuse que tras las prendas se escondía una figura impactante, jamás llegué a imaginar que el confirmar suposiciones me atontaría así. Inhalo profundamente por décima vez en cuestión de minutos y levantando mi mano a la altura del rostro me ventilo la cara. El brazo derecho del magnate se extiende hacia el grifo y presionando un pequeño dispensador el aguacero se termina. El acto me pilla desprevenida, pero también

