—No —susurro, dejándole la piel de mi cuello a su entera merced—. No quiero que te vayas de éste cuarto —inclino ligeramente la cabeza hacia un costado y le posibilito a sus besos descender desde el mentón, a la clavícula—. Quiero que te quedes conmigo —suavemente acaricio su nuca y la presión de su cuerpo aumenta. Estoy cada vez más aprisionada. Aprisionada entre sus músculos, la pared, la excitación que se encendió en mi interior como una chispa a la dinamita, y las ganas; las enormes ganas de probar más. —Me voy a quedar contigo —ronronea en un timbre vocal tan bajo que es casi inaudible—. Me voy a quedar contigo, y te voy a mostrar lo mucho que te amo. Cierro mis ojos y disfrutando de la electricidad que se adueña de mi sistema, me dejo tocar. Me dejo acariciar por sus manos travie

