—Eso es. Mírate una vez más. Parpadeo y mis pestañas cargadas de rímel n***o suben y bajan con cierta coquetería. Estoy parada frente al espejo de cuerpo entero que decora uno de los rincones del cuarto de Meredith. Llevamos casi dos horas y media encerradas en él, después de haber llegado de las estresantes, positivas y maravillosas compras. Todavía me estoy preguntando el porqué accedí a vestirme en su dormitorio, como si mi arreglo personal fuese un secreto de estado. Efectivamente me pregunto eso y también, porqué demonios Mer continúa empolvándome las mejillas con rubor. —¡No quiero parecer una muñeca disfrazada de carnaval! —rechisto frunciendo la nariz, observándola a través del espejo. —¡Calla, niñita! —me reprende sin detener su tarea—. No tienes ni idea de lo que implic

