Capítulo 5

2748 Words
Lenin había perdido la conciencia como Eliot había pronosticado, así que él no tuvo problema para poder teletransportarse con ella hasta una sección de la academia donde sabía que podría conseguir a la persona que lo ayudaría en su plan. Cayden estaba inmóvil, helado, observando cómo Eliot se desplomaba en el pasillo mientras tenía en sus brazos a una joven. Eliot volteó a mirar a Cayden y desplegó una sonrisa. —¿Ves, Cayden?, yo siempre tengo la razón —su voz se escuchaba quebrada y bastante débil—. Sabía que no era cierto, mi hermana no había muerto en ese accidente de auto, mírala, está sana, no tiene heridas. Eliot comenzó a toser sangre y con bastante dificultad se recostó a la pared, abrazando con fuerza a Lenin. Cayden, lentamente se acercó a él mientras analizaba la situación. —Eliot, tú… ¿qué hiciste? —preguntó. —Cayden, nosotros mejores amigos, ¿verdad? —Eliot desplegó una sonrisa—, no tengo mucho tiempo para esperar a que medites la situación, necesito de tu ayuda. —Eliot, ¿por qué lo hiciste?, ¿por qué cambiaste el destino de tu hermana? —Oye, prometí a mis padres que la protegería. No podía dejar que acabara con su vida de esa manera, ¿sabes? Ella tiene miedo a nadar y decidió tirarse de un puente, ¿te imaginas lo asustada que debió estar para suicidarse de esa manera? —Y por eso ahora tú morirás. —Si es por salvarla, no me interesa. —¿Por qué?, ¿por qué dar la vida por alguien tan débil. —Porque la amo, es lo único que me queda —respondió Eliot—. Cayden, el día que aprendas a tomar tus propias decisiones, lograrás entenderlo. Por el momento… —Eliot volvió a toser sangre y se le dificultó respirar— prométeme que la vas a proteger, que la cuidarás hasta que veas que es mucho más fuerte que tú y yo juntos. Cayden comenzó a negar con la cabeza y endureció su rostro. —Cayden, por favor… —suplicó Eliot— por nuestra amistad. Era la primera vez que Cayden sentía un ligero dolor en su pecho. Sus ojos no dejaban de observar cómo la agonía de su mejor amigo poco a poco lo iba consumiendo, y aquellos ojos marrones verdosos se iban oscureciendo. —Bien, te lo prometo —dijo Cayden de un impulso—. Protegeré a tu hermana con mi vida, la cuidaré como tú me cuidaste a mí. Así que… puedes ir tranquilo; quien intente hacerle daño, lo mataré. Eliot, con las pocas fuerzas que le quedaban, extendió a su hermana y Cayden la tomó rápidamente en sus brazos. —Cayden, eres el mejor amigo que pude tener y el estudiante más problemático que me pudieron dar. Eliot desplegó una sonrisa y recostó su cabeza a la pared para así poder dar su último aliento de vida. A Cayden le hubiera gustado poder llorar en aquel momento y quitar el dolor que consumía su pecho, pero se le hacía imposible. Sólo podía reducirse a ver el cuerpo sin vida del hombre frente a él. Bajó lentamente la mirada hasta su mano izquierda donde había salido una marca de la letra alpha que siempre le recordaría la promesa que le hizo a su mejor amigo. Se escucharon unos pasos y Cayden volteó rápidamente a ver de dónde provenían.  Estaba bastante alerta hasta que vio que una joven alta, de cabello n***o liso, piel morena, que vestía un vestido blanco ceñido al cuerpo, se acercó a él con paso afanado. La joven lloraba en silencio mientras contemplaba el cuerpo de Eliot. Lentamente se agachó y abrazó al joven. —Violet —llamó Cayden. —Llévala a tu cuarto, déjame sola con él, por favor —pidió la chica entre sollozos. —Bien —aceptó Cayden.   —Eliot borró parte de sus recuerdos —informó la joven morena mientras tenía una mano en la frente de Lenin—. Ella no recuerda a Eliot, para esta chica él nunca existió. Así que tenemos prohibido hablarle de él o haremos que recuerde su muerte y el trabajo de Eliot habrá sido en vano. —¿Por qué? —inquirió Cayden. —Porque volverá a morir. Ella es alguien que no debería existir en este momento, así que un simple recuerdo del instante en que se suicidó detonará su muerte. Cayden se sentó en un sillón de cuero que estaba al lado de la cama y observó fijamente a la joven que dormía profundamente. —Lleva dos días durmiendo, ¿estará bien? —inquirió Cayden. —Sí. El cambio de destino fue algo bastante fuerte para ella y necesita recuperar las energías perdidas. —Violet. —No me llames así, aquí soy Ruth —regañó la chica. —Bien, Ruth, ¿cómo haremos cuando Lenin se despierte? —Será estudiante de la academia. Saben que es la hermana de Eliot, pero aún no saben que Eliot cambió su destino y ella sobrevivió, así que debemos ocultarlo —explicó Ruth.   Lenin caminaba por la larga calle en medio de la lluvia intentando encontrar algún lugar seco en el cual pudiera refugiarse. Una fuerte brisa helada sopló y la joven se abrazó a sí misma para intentar controlar el tintineo de sus huesos, el hambre se apoderaba de su estómago a tal punto que lo hacía doler y debilitar todo su cuerpo. Se recostó en una pared y su mirada quedó fija en el puente que se veía a lo lejos de la gran avenida, sentía que su vida se había estancado esa noche; ya no había más nada que hacer. Aunque, ahora todo parecía ser un sueño, la joven podía sentir su cuerpo tibio, entre un delicioso calor que la hacía sentir calmada. Escuchaba a lo lejos la suave melodía de un piano y el sonido de la lluvia caer lentamente. Lenin comenzó a moverse en lo que parecía ser una muy cómoda cama, lentamente empezó a abrir los ojos y divisó la silueta de una mujer vestida de blanco, con un largo cabello n***o liso que le llegaba a las caderas y piel oscura. Al lado de la mujer estaba un gato sentado con los ojos mirando fijamente a Lenin, tenía el pelaje lleno de rallas grises con tonalidades negras y los ojos verdes esmeraldas bastante grandes. Poco a poco Lenin fue dándose cuenta que el lugar era bastante grande, a su izquierda estaba una mesita de noche con una lámpara encendida dejando brotar una tenue luz color mostaza y a su derecha estaba una enorme ventana que dejaba ver lo que parecía ser un balcón con unas vigas enredadas por una planta y por ella se deslizaba la delicada lluvia. El cielo gris parecía no querer dejar salir el sol y por lo mismo el cuarto se llenaba de la grisácea luz de la fría mañana. Lenin se sentó en la cama mientras disfrutaba de la suave melodía del piano, sabía que la mujer tocaba “Nocturno” de Chopin. Era tan relajante y a la misma vez melancólico; cuando la joven era tan sólo una niña y su abuela estaba con vida, la veía tocar el piano en la sala. Fueron pocas veces las que Lenin estuvo en casa de la señora, pero cada vez que lo hacía sentía que podía descansar y despejar la mente. Esta fue la razón por la cual Lenin desde pequeña fue amante a la música clásica y desarrolló un buen oído, además, que llegó a tocar bastante bien el piano. De alguna manera, esto incentivó a la joven por el arte, le encantaba pasar tiempo a solas escribiendo pequeños relatos, leyendo y tocando el piano en la escuela. Lenin estaba bastante concentrada en la melodía que se sorprendió cuando notó el repentino silencio que se apoderó del cuarto. Vio que la mujer se levantó de la pequeña banca de madera y el gato la siguió como si fuera su guardaespaldas. La joven notó que la mujer comenzó a caminar hacia ella con bastante elegancia, su vestido blanco remarcaba sus bien proporcionadas caderas y era bastante alta, con piernas largas. Lenin se sorprendió por lo hermosa que era y en el rostro de la mujer se dibujó una sonrisa bastante agradable. —Buenos días, Lenin —saludó la mujer. —Buenos días —respondió la joven bastante tímida. Al parecer, Lenin aun no procesaba lo que estaba sucediendo, creía que todo se trataba de un sueño, ya que, aquello le parecía tan hermoso, como si se tratara del paraíso. —¿Tienes hambre? Puedo pedir que te traigan el desayuno, —ofreció la mujer— ¿qué quieres desayunar? Lenin sintió que algo cayó sobre la gran cama, se trataba del gato que teniéndolo cerca se podía ver lo grande y gordo que era, caminaba lentamente sobre el colchón arropado de sábanas blancas y dejaba salir un agradable ronroneo mientras se comenzaba a retorcer con la mirada fija en la joven. —¿Desayunar? —preguntó Lenin, al parecer, comenzando a procesar la situación. Hubo un minuto de silencio, Lenin humedeció sus labios mientras se veía pensante. —Bueno… huevos revueltos estaría bien —dijo en un hilo de voz. —Perfecto, pediré que te traigan huevos revueltos —soltó la mujer con una agradable voz un tanto animada. Lenin dejó ir sus ojos con la mujer que se acercó a una pequeña mesa redonda de madera oscura pegada a una pared donde reposaba un teléfono, lo tomó y marcó un número, después pareció pedir lo que la joven creyó era el desayuno que había pedido. Fue en ese momento en el que Lenin empezó a darse cuenta que todo era real. Rodó la mirada a la gran ventana y apreció la lluvia de la mañana, después vio más de cerca el sillón de cuero que estaba a un lado de la cama. ¿En dónde se encontraba? Era la primera vez que veía aquel lugar. No recordaba nada de la noche anterior después de haber intentado saltar del puente y ver a aquel hombre tomar su brazo izquierdo. Después de estar sumida en sus pensamientos, escuchó la suave voz de la mujer hablarle. —Lenin —la llamó, la joven volteó a verla—, ¿cómo te sientes? Lenin vio que la mujer se sentó en el sillón de cuero al lado de la cama. —Bien, pero… ¿dónde estoy? —respondió la joven. —Tranquila, estás en un buen lugar, aunque, ¿no recuerdas nada? —Yo… estaba en ese puente y el hombre me agarró el brazo, es lo único que recuerdo —contestó Lenin. —Entiendo, no te preocupes, como te dije, estás en muy buen lugar —dijo la mujer, después soltó una pequeña risita—. Se me había olvidado, soy Ruth, de ahora en adelante puedes decirme madrina. —¿Madrina? —Sí, seré tu madrina. —Lo siento, pero no estoy entendiendo nada —confesó la muchacha. —Tienes razón, —aceptó Ruth— creo que debo explicarte con más calma, ¿verdad? —Sí, por favor. —Bien. Estás en la academia para escritores, fuiste seleccionada para estudiar en el segundo semestre del año, este de ahora en adelante será tu cuarto. —¿Cómo que fui seleccionada? No recuerdo haberme inscrito en ningún… —Lenin comenzaba a sentir que la confusión la iba a alterar. —Corazón, tranquila —calmó la mujer con voz apacible—. Nosotros te seleccionamos porque sabemos que tienes un gran potencial guardado dentro de tu ser y no queríamos que se perdiera. —Mostró una ligera sonrisa— eres una chica muy talentosa, Lenin, nosotros te vamos a ayudar a salir adelante y que al fin puedas tener una gran vida llena de mucha prosperidad y tranquilidad. Lenin quedó muda ante aquella explicación que le habían dado, además, las palabras de Ruth sonaban tan hermosas y llenas de mucha esperanza que en su garganta se creó un nudo, la mandíbula de la joven empezó a temblar mientras sus labios formaban un puchero. Ruth notó el rostro triste de Lenin y se acercó a ella, la abrazó mientras se sentaba en un bordillo de la cama. —Mi pequeña, puedes llorar, tranquila —susurró. Lenin seguía sin entender si aquel lugar era la vida real, pero deseaba que lo fuera, era el mismísimo paraíso. Después de haberse calmado, Ruth le explicó más acerca de aquel lugar mientras la joven desayunaba unas tostadas con huevos revueltos, ensalada de frutas y una malteada de fresa. Se encontraba fuera de la ciudad en la academia para escritores, pero, había algo que a la joven le sorprendió, allí les enseñaban a los estudiantes a hacer realidad sus pensamientos. Ruth le explicó que con el tiempo entendería más el tema, ya que, no se podría explicar con simples palabras. Lenin, después de haber desayunado y hablado un poco más con su madrina, fue a darse una ducha (por recomendación de Ruth) para así dar un recorrido por la academia y entender más el asunto en el que ahora estaba envuelta. El baño era grande, había una tina donde Lenin se sumergió entre aquel aroma a rosas y, frente a la bañera, vio una pared de vidrio donde se podía apreciar lo que parecía ser una terraza bastante pequeña llena de flores de todo tipo de colores enredadas en una pared de ladrillo que daba la privacidad que se necesitaba. Después de aquella placentera ducha, Lenin se cambió con el que parecía ser el uniforme de la academia. Una falda de color n***o que le llegaba encima de las rodillas con una camisa clásica de color blanca y unas zapatillas negras. Se recogió el cabello en una coleta y peinó el flequillo que caía en su frente. Ruth la esperaba sentada en la habitación leyendo un libro que cerró al instante en que salió la joven ya lista y emocionada por hacer el recorrido por las instalaciones de la academia. La puerta de la habitación era estilo francés de madera oscura, bastante grande e imponente. Lenin se sorprendió cuando al salir al pasillo encontró muchas más de estas, era inmenso el lugar, con paredes bastante altas y el techo hacía la forma de un arco, en las paredes habían colgados grandes cuadros con pinturas de todo tipo, expresando en gran manera la belleza del arte. Por el lugar salían y entraban jovencitas cambiadas con el uniforme y muchas de ellas llevaban libros en sus manos. Algo curioso que notó la joven es que la mayoría tenían puestos lentes, expresando así su amor por la lectura. —Debo terminar mi reseña para el viernes, ¿ya hiciste la tuya? —escuchó Lenin que decía una joven que pasaba por su lado junto con otra chica. Ruth notó que Lenin no dejaba de contemplar el pasillo de los dormitorios. —Este es el pasillo de los dormitorios de chicas, todas aquí son de primer año como tú, algunas ya están dando clases. Deberás ponerte al día cuando comiences a estudiar —explicó Ruth. —Claro, entiendo. Así lo haré —aceptó Lenin. La joven reparó por un momento a su madrina, comenzaba a admirarla, tenía un aire de suma imponencia que se le hacía un poco familiar, pero no recordaba de quién.  Caminando por aquel pasillo se dijo que ese era un nuevo comienzo, la vida le dio otra oportunidad, hizo realidad lo que pidió después de la muerte de sus padres; estar en un lugar donde nadie la conociera y comenzar de cero. Después del largo pasillo se encontraron con un lago rodeado por un parque con árboles de cerezo y almendros florecidos, en las bancas había grupos de estudiantes conversando, otros estaban sentados alrededor de mesas talladas en piedras donde estudiaban, y algo bastante curioso era que algunos tenían hojas blancas en sus manos y las soplaban, un brillo azul cubrió la hoja y después salió volando una paloma blanca. Lenin abrió la boca de la impresión al ver aquello, ¡el estudiante había acabado de hacer aparecer una paloma! —¡Hizo magia! —soltó Lenin. —No, no es magia —explicó Ruth—. Acabó de hacer realidad sus pensamientos, él escribió en el papel lo que en su mente veía y lo trajo a la realidad. Lenin rodó su mirada hasta su madrina bastante admirada. —Lenin, tú también tienes la capacidad de hacer realidad lo que piensas —dijo Ruth mirándola fijamente—, por eso estás aquí, para poder desarrollar tu habilidad.  La joven desplegó una sonrisa conteniendo su emoción mientras veía a Ruth. —Prometo que no te voy a defraudar, madrina —soltó la joven—. No los haré arrepentir de haberme dado esta oportunidad, lo juro. —Bien, acabas de hacer una promesa —Ruth le mostró su mano derecha a la joven en la que apareció un papel un tanto pálido que daba la sensación de ser algo antiguo. Ruth hizo que la joven pusiera su dedo índice izquierdo sobre el papel y después, al retirarlo, apareció la huella de la joven roja como la sangre en el papel que estaba lleno de un escrito en cursiva. —Tu promesa ha sido sellada —informó Ruth con una sonrisa en su rostro.      
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