capitulo 5

1443 Words
Liam: "¿Liam?" mi padre, Roger, levantó la vista de los informes esparcidos sobre su escritorio de ébano. Su mirada penetrante se posó en mí, y su gesto indicaba que mi presencia no era bienvenida. "Padre", respondí con un tono de voz firme, aunque interiormente sabía que esta conversación estaba destinada a ser otra batalla en nuestra interminable guerra de palabras. "¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar ocupado con los asuntos de la empresa", espetó, su expresión impasible apenas revelando el disgusto que sentía hacia mí. "Estoy aquí porque quiero hablar contigo", repliqué, enfrentándome a la férrea voluntad que mi padre siempre desplegaba. La tensión entre nosotros era palpable mientras me sentaba frente a su imponente escritorio. Mi padre exudaba un aura de mando, pero no iba a retroceder fácilmente. "Hablemos entonces, pero sé breve. Tengo asuntos más importantes que atender", declaró, enfocando su atención de nuevo en los informes. "Invertir más en tecnología sería beneficioso para la empresa", propuse, sabiendo que este era un tema sensible. Mi padre, un hombre arraigado en las tradiciones comerciales de la familia, siempre veía la modernización con escepticismo. Richard alzó una ceja, sus ojos encontrándose con los míos en un enfrentamiento silencioso. "La empresa ha prosperado durante años siguiendo ciertos principios. No veo por qué deberíamos cambiar ahora". "El mundo está cambiando. Necesitamos adaptarnos para seguir siendo relevantes", argumenté, sabiendo que esta discusión no era solo sobre la dirección de la empresa, sino también sobre el conflicto persistente. "No permitiré que se mancille el nombre de los Moretti con esas innovaciones sin sentido. Nuestro prestigio se mantiene gracias a las tradiciones que han pasado de generación en generación", afirmó, su tono firme dejando en claro que mi sugerencia era inaceptable para él. La batalla verbal continuó, cada palabra pronunciada una nueva chispa en nuestra complicada relación. A pesar de nuestras diferencias, compartíamos la sangre Moretti, y en la intrincada red de la familia, la lealtad y el poder eran monedas de cambio. La lucha por encontrar mi lugar en este mundo de sombras y negocios complicados seguía siendo una tarea monumental. Al salir de la imponente oficina de Richard, el peso de la responsabilidad y las expectativas familiares se cernía sobre mis hombros. Mientras descendía por el pasillo, La imponente oficina de Richard me dejó con un sabor amargo en la boca. Las discusiones sobre el rumbo de la empresa y las tradiciones familiares eran un constante recordatorio de las tensiones que marcaban nuestra relación. Mientras descendía por el pasillo, el bullicio de Nueva York no lograba ahogar el eco de nuestras palabras enzarzadas. Al llegar a la salida, una escena inesperada se desplegó ante mí. Mathew y Ada, riendo y compartiendo risueñas confidencias, irrumpieron en mi campo de visión. Pero la sonrisa de Mathew se esfumó en cuanto sus ojos encontraron los míos, y un silencio incómodo se apoderó del ambiente. "¿Otra vez?" soltó Mathew con precaución, la pregunta flotando en el aire, sin necesidad de explicaciones. Ada, ajena al conflicto latente, observaba con curiosidad, ajena a la tormenta que se avecinaba. Asentí, dejando que la gravedad del momento hablara por sí misma. Mi relación con mi padre era un constante choque de voluntades, una batalla que dejaba cicatrices en la fachada de orgullo que ambos llevábamos. “Tu padre y el mío están planeando algo”. Con una advertencia en la voz, pero Ada, en su curiosidad ingenua, no entendía completamente el significado detrás de esas palabras. "¿Planeando algo como qué?" intervino Ada, su voz llena de inquisición. Mis ojos se encontraron con los de Mathew en un instante de comprensión mutua antes de que yo, con tono ominoso, respondiera: "Es mejor que no te entrometas en asuntos que no te incumben. Calladita, estás más bonita". El comentario desató un destello de indignación en los ojos de Ada. Rodando los ojos ante mi desdén, me lanzó un comentario afilado antes de marcharse hacia su habitación. Mathew y yo quedamos sumidos en un silencio incómodo, la intriga colgando en el aire como un velo oscuro. La mansión Moretti parecía envuelta en sombras más densas que nunca. Entre las discusiones en la oficina y las intrigas que se ocultaban tras las puertas cerradas, el futuro de la familia se veía cada vez más incierto. Mientras me adentraba en los pasillos iluminados solo por la tenue luz de las lámparas, la sensación de que algo oscuro se gestaba amenazadoramente no hizo más que crecer. Ada, sin saberlo, estaba a punto de adentrarse en un laberinto de secretos y decisiones que cambiarían su vida y la de todos nosotros para siempre. Mathew me miró con una mezcla de preocupación y confusión. "¿Qué crees que están planeando, Liam?" Negué con la cabeza, la tensión palpable en el aire. "No lo sé con certeza, pero algo no cuadra. Mi padre y el tuyo están tramando algo entre bastidores. No puedo ponerle la mano en el fuego, pero estoy seguro de que algo está ocurriendo". Mathew asintió, sus ojos reflejando la gravedad del asunto. "Entonces, ¿qué deberíamos hacer?" "Lo mejor será quedarnos cerca", sugerí. "Si algo grande está en juego, necesitaremos estar alerta. No puedo permitir que mi familia se vea afectada por algún movimiento oscuro que estén planeando y recuerda que ni Nika ni Ada tienen que saber sobre esto, es por su bien.". Mathew asintió de nuevo, comprendiendo la seriedad de la situación. "Claro, Liam. Estamos en esto juntos. Y si necesitas apoyo, aquí estaré". La decisión de quedarnos unos días en la mansión Moretti se cernía sobre nosotros como una necesidad inminente. Entre las sombras de los pasillos y los susurros de negocios turbios, nuestro grupo de amigos se enfrentaba a un desafío que amenazaba con desentrañar los cimientos de nuestras vidas. El futuro, envuelto en incertidumbre, nos obligaba a permanecer unidos en la oscuridad que se avecinaba. Con la ciudad de Nueva York extendiéndose más allá de las ventanas, éramos testigos y, a la vez, participantes en un juego de sombras y secretos que definiría el destino de la mansión Moretti y de todos nosotros. Los días en la mansión Moretti continuaban con una mezcla de conversaciones tensas y silencios incómodos. Mi permanencia en ese lugar, forzada por los negocios de mis padres, se volvía cada vez más insoportable, y mi encuentro constante con Ada, una carga adicional que no quería soportar. Una tarde, en el lujoso salón de la mansión, nuestros caminos se cruzaron de nuevo. Ada estaba de pie junto a una de las ventanas, su mirada fija en el horizonte de la ciudad. La atmósfera se cargó de electricidad cuando me acerqué, y aunque no tenía intenciones de iniciar una conversación, algo en mí decidió romper el silencio. "¿Pensando en huir?" comenté, mi tono marcado por la ironía. No esperaba que me respondiera, pero Ada se giró hacia mí con una expresión de desdén. "Ojalá pudiera", respondió, su voz fría y cortante. "Desafortunadamente, estoy atrapada en este escenario absurdo". "Al menos coincidimos en algo", murmuré, permitiendo que mi desprecio se filtrara en mis palabras. "Ninguno de nosotros quiere estar aquí". "Claro, porque preferirías estar en cualquier otro lugar menos que conmigo", dijo ella, sus ojos destilando resentimiento. "No podría haberlo dicho mejor", respondí, sin molestarme en ocultar mi animosidad. La conversación se tornó en una serie de intercambios cargados de sarcasmo y desprecio. Cada palabra pronunciada aumentaba la hostilidad entre nosotros, y la mansión Moretti, que debería haber sido un lugar de lujo y opulencia, se transformaba en un campo de batalla donde las tensiones se desbordaban. "¿Te diviertes haciéndome la vida imposible?" preguntó Ada, su tono impregnado de frustración. "No más de lo que tú disfrutas hacérmela a mí", respondí, mi paciencia llegando a su límite. "Pero no te preocupes, Ada. Esto es tan desagradable para mí como lo es para ti". Ella soltó una risa amarga. "Espero que esto termine pronto. No puedo soportar la idea de verte todos los días". "La sensación es mutua", admití con sinceridad, sin esfuerzos por disimular mi disgusto. A medida que la conversación se prolongaba, la realidad de nuestra animosidad se volvía más evidente. Ada y yo éramos dos polos opuestos destinados a repelerse, y la mansión Moretti, con sus secretos ocultos y su atmósfera cargada, se convertía en el escenario de nuestra rivalidad. Con un suspiro resignado, nos separamos, cada uno llevando consigo el peso de la animosidad que persistiría en las sombras de nuestras vidas entrelazadas. La intriga y el conflicto, como sombras proyectadas en la pared, sugerían que las respuestas y las revelaciones aún estaban lejos de manifestarse.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD