Sus reacciones eran música para mis oídos, ella asintió y dejé que mis manos exploraran su cuerpo con más libertad. Cada movimiento era un impulso hacia un deseo insatisfecho, y aunque me esforzaba por concentrarme, la conexión que compartíamos me atacaba con voracidad. —Joder, que bien se siente este coño —dejé escapar esa frase con respiración entrecortada, sintiendo cómo ella comenzaba a moverse al unísono conmigo. ―¡Hostia, muévete así! Cada gemido que escapaba de sus labios me llenaba de una excitación profunda viendo como su culo chocaba con mis bolas. La sensación de su piel contra la mía me estaba enloqueciendo, y mi respiración se hacía más pesada con cada embestida. Era como si el tiempo se detuviera, pero a pesar del impulso de llegar eyacular, decidí aguantar, queriendo dis

