―De nada, señor ―respondió la recepcionista antes de colgar.
Y mientras Spencer se refugiaba en su oficina, una figura familiar entró al salón. Era David Cavallier, su pareja, un renombrado diseñador de interiores francés de 40 años. David, quien había sido instrumental en catapultar la carrera de Spencer en París, llegaba para una visita inesperada.
―¿Dónde está Spencer? ―preguntó a una de las estilistas con voz suave pero firme.
―En su oficina, señor ―respondió ella, señalando hacia el fondo del salón.
Luego, estando Spencer sentado en su silla vio, la puerta de la oficina abrirse suavemente. David Cavallier, su pareja entró con paso decidido.
―Spencer, ¿qué sucede? ―preguntó David, con su voz grave cargada de ternura.
Spencer se levantó de su asiento, con sus ojos reflejando toda
