Reinaldo, con la voz ronca por la pasión, susurró una orden que hizo que el corazón de Charlotte saltara en su pecho: ―Quítate la camisa. Los ojos de Charlotte, brillantes y oscurecidos por el deseo, se clavaron en los de Reinaldo. Su respiración entrecortada y el rubor que adornaba su piel hablaban más que cualquier palabra. Con dedos temblorosos y una entrega sumisa, comenzó a desabotonarse lo que quedaba de su camisa. Cada botón liberado revelaba más de su piel, tentadora y vulnerable. «Aaaah, ¿qué querrá hacerme? ¿Me irá a… eyacular en los senos? ¿Me mandará a arrodillarme?»― reflexionó Charlotte, una pequeña sonrisa de emoción asomando en su rostro, ya que eso solo avivaba la llama de su excitación. Cuando finalmente se deshizo de la camisa y el sujetador, quedando expuesta de la

