Reinaldo la tenía atrapada en aquel beso, sus labios ardientes y demandantes la domaban con una pasión que rayaba en la desesperación. Sus manos fuertes se aferraban a la cintura de Charlotte como si ella fuera un ancla en medio de una tormenta emocional, temiendo que pudiera desvanecerse en cualquier momento si aflojaba su agarre.
Charlotte se sentía abrumada, cada nervio de su cuerpo vibraba con una intensidad que amenazaba con consumirla por completo. No podía escapar, y la realización de que tampoco quería hacerlo la golpeó con la fuerza de una ola contra las rocas. Cada fibra de su ser respondía al contacto de Reinaldo, como si sus cuerpos estuvieran hechos para encajar perfectamente el uno con el otro.
Oh, cómo le encantaba este hombre. Su aroma masculino, una mezcla embriagadora d
