Charlotte se encontraba sumamente nerviosa, y su cuerpo vibraba con una energía desconocida. La presencia de Reinaldo, que antes le provocaba una mezcla de irritación y desdén, ahora la envolvía en una nube de confusión y deseo apenas reconocido. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho, y un ligero temblor recorría sus manos mientras respondía en lenguaje de señas: "Amanecí bien, ¿y tú?" Reinaldo, con los ojos ligeramente enrojecidos y una sombra de barba en su mentón, respondió con voz ronca, pasándose una mano por su cabello despeinado: ―Pues no tan bien. Anoche bebí un poco y no comí después que me fui de aquí de casa, así que me duele la cabeza y tengo acidez. Los ojos de Charlotte se agrandaron ligeramente, y un destello de preocupación cruzó su mirada az

