4:00 pm… El avión privado se detuvo suavemente en la pista del aeropuerto español. Anna, con ojos brillantes de emoción, exclamó: ―Pues ya llegamos, mi niña. ¡Bienvenida a España! Reinaldo, con una expresión seria, pero con un destello de calidez en sus ojos oscuros, se dirigió a la mujer con voz grave y melodiosa: ―Bienvenida... a España... Aurora. Charlotte, esbozando una sonrisa tímida, asintió suavemente. Anna, desabrochándose el cinturón de seguridad con un movimiento ágil, le dijo con tono maternal: ―No tengas miedo, mi niña. Te vamos a cuidar mucho. Charlotte la miró, con sus ojos azules reflejando una mezcla de gratitud y algo más profundo, indescifrable. Asintió nuevamente mientras luchaba con su propio cinturón. Sus pensamientos corrían veloces: «¡Oh, ahora sí me pude esc

