El corazón de Reinaldo comenzó a latir con una fuerza desconocida, como si quisiera escapar de su pecho ante la visión que tenía frente a él. Los cincuenta días de espera habían creado expectativas, pero la realidad superaba con creces cualquier fantasía que hubiera albergado. Charlotte lo miraba fijamente, y aunque no pronunciaba palabra, sus ojos transmitían un mensaje más poderoso que cualquier sonido. La postura de Charlotte era una invitación silenciosa pero inequívoca. Sus piernas, bien abiertas, creaban una imagen de abandono y confianza que Reinaldo encontró irresistible. Notó que su vag¡na no estaba perfectamente depilada, algo inusual en comparación con sus amantes anteriores las cuales siempre estaba cien por ciento depiladas. Sin embargo, este detalle, lejos de disminuir su at

