Alexandro
— Dime, padre — No he podido dejar de pensar en Keira.
Han pasado dos días desde que le pedí que saliera de mi habitación y le escribí el mensaje ordenándole que no se involucrara con Nilo y, sin embargo, ha hecho lo que ha querido y ha continuado viéndolo y comunicándose con él.
"¿Qué información tienes?"
Observo por la ventana a Serena que se dirige al garaje donde están nuestros autos de colección.
Desde hace algunos días ha empezado a acostarse con el mecánico que enviaron del taller del pueblo para encargarse del mantenimiento de los autos, el exnovio de Keira, y hasta ahora, no he logrado entender lo que le han visto las dos al chico.
— Cuando tenga algo nuevo, te lo diré, padre, no sirve de nada que me llames — Mi padre está en terapia y se está recuperando de su enfermedad, y mientras eso sucede, tengo que ocuparme de sus compromisos reales y de mis hermanos.
"¿Qué diablos estás haciendo?" "Te envié para que investigaras, no para que te la pases de fiesta en fiesta"
Detesto cuando se altera por algo que debería estar haciendo él.
— Lo de las fiestas, tendrás que decírselo a tus hijos y si no estás de acuerdo con el avance de la investigación, ven a hacerla tú mismo — respondo con los dientes apretados.
"Presta atención a cómo me hablas, no tengo por qué soportar tu insolencia".
Espero que de veras se esté recuperando y no tenga otra recaída.
— No creo que tengas que soportar más de lo que yo soporto. Así que no vengas a tocarme los cojones, padre —Cómo pensaba, Serena entra al garaje. ¡Ha perdido la cabeza! — Me ocupo de tu reino y de tus hijos y por si no te has enterado, solo tengo veinticuatro años y ni siquiera soy el príncipe regente — le recuerdo.
Mi padre no quiere aceptar su enfermedad y hacer oficial mi título como príncipe regente, encargado de su reino. Al contrario, lo que está haciendo es hacerme responsable de todo y, sin embargo, continúo siendo solo el príncipe heredero, y, al parecer, la figura paterna de sus hijos.
"Alexandro, no olvides que soy el rey y me debes obediencia y respeto"
Cierro mi mandíbula y con mis manos en puños golpeo la pared.
— Y tú no olvides, padre, que sin mí no serías nada, no será Nilo quien salvará tu reino — Veo llegar a Nilo y dirigirse al garaje. ¡Esto va a ser algo complicado!
"Y no tendremos reino que salvar si no te apresuras y descubres quién está conspirando contra nosotros"
Mi padre recibió información anónima sobre un supuesto complot que se estaba fraguando en su contra en esta zona del país.
No estoy de ánimo para soportar sus diatribas, ya tengo suficiente con cuidarle a sus hijos, especialmente a Nilo, en quien no confío en lo absoluto.
— Cómo diga su excelencia. Debo irme — Cuelgo la llamada y vuelvo a golpear la pared — ¡Maldición!
Josep, mi asistente, entra un poco apresurado a mi habitación.
— Señor, me pidió que le informara cuando su hermano regresara y lo ha hecho hace un momento. — No he logrado que Josep me hable de manera informal, continúa tratándome de Alteza o señor y escucharle decir eso más de cien veces al día se está convirtiendo en un suplicio.
— Lo he visto, Josep. ¿Eso es todo? — Me entrega la chaqueta de mi traje y me acerco al espejo para ajustarme los gemelos.
— Ha pasado toda la tarde con la señorita Whitter, estuvieron en un pícnic cerca del río durante varias horas, señor — Observo mi mirada tormentosa en el espejo.
No sé a lo que está jugando Nilo, espero que se detenga o tendrá que responder ante mí.
— Quiero que el Cámaro esté listo en cinco minutos —mi voz grave y ronca demuestran lo furioso que estoy.
— Su alteza, tiene agendada una reunión con su excelencia, la señorita Carlota de Luxemburgo, antes de asistir con ella a la cena real — mis padres consideran adecuada a Carlota, la hija de los Duques de Luxemburgo, como mi princesa conserje, algo con lo que yo evidentemente no estoy de acuerdo.
— Cancela la reunión, hablaré con ella cuando regrese — Entrego los gemelos a Josep, he decidido no utilizarlos.
— Pero señor, su madre quiere todos los pormenores de lo que suceda en su encuentro con la señorita Carlota. ¿Qué debo decirle ahora? — A veces me pregunto si Josep es mi asistente o solo el espía de mi madre.
— Dile la verdad — al llegar a la entrada de la casa. Serena está discutiendo con Nilo.
— Eso no fue lo que acordamos, no puedes reprocharme nada — Serena está gritando, tiene un largo vestido de verano y el cabello un poco revuelto.
— No me retes, Serena — mi hermano la toma del codo y la acerca a él.
— ¿Interrumpo? — Ella y Nilo se separan de inmediato.
— ¡Su alteza! —Durante el tiempo que estuve con Serena, utilizaba esa palabra como una especie de fetiche, pero nunca lo hizo con la formalidad de ahora.
Ella aprovecha el momento y se aleja con rapidez.
— ¿Podrías dejar de meterte en lo que no te importa? — Nilo está alterado en exceso, algo muy extraño en él, que intenta siempre conservar la calma.
— Por supuesto, hermano — Me acerco y lo miro con intensidad a los ojos, soy más alto que él — No vuelvas a acercarte a Keira, ¡no te metas con lo que es mío! — Le advierto.
Me pongo las gafas de sol y me acerco al Cámaro y espero que el exnovio de Keira, que aprieta la mandíbula mientras mira fijamente a Nilo, me entregue las llaves.
— Las llaves — le digo en tono duro y autoritario.
A pesar de que estoy seguro de que ya no tiene nada con Keira y que se está tirando a Serena, no me gusta.
Keira y él todavía viven en la misma casa y saber que la tuvo entre sus brazos durante tanto tiempo no me permite empatizar con él.
— Lo siento, su alteza — Me mira de reojo y me entrega las llaves.
Me dirijo al pueblo, exactamente al taller mecánico. Dos días sin perderme en el interior de Keira son suficientes para enloquecerme, después de haberla probado por primera vez, haber escuchado sus gemidos y observado sus gestos mientras se perdía en orgasmo tras orgasmo, la necesito ¡Ahora!
Mi pene se tensa cuando observo a Keira deslizarse debajo de un auto y con un movimiento bastante gracioso, ponerse de pie.
Lleva un mono que al parecer, antaño fue azul y que podría ser n***o por toda la grasa que tiene acumulada; Su moño mal hecho en la parte superior de su cabeza y su cara exenta de maquillaje me recuerdan lo hermosa que es, y vuelvo a sentir la tensión en mi centro, obligándome a moverme y a buscar una forma de aliviarme.
Le escribo y observo cuando toma su teléfono de su bolsillo y lee el mensaje que le he enviado. No puedo ver su expresión, pero sé que me está respondiendo y, puedo asegurar que está cabreada.
¿Quién eres?
¡Muy cabreada! Sonrío al leer su respuesta, ella observa a su alrededor y luego vuelve la atención a uno de sus compañeros que le dice algo, mientras se la come con la mirada ¡Maldito imbécil!
Te dije que te alejaras de mi hermano
Me estoy desesperando, necesito tenerla en este momento y no soy un hombre paciente.
Lo siento, no hablo, ni recibo ordenes de extraños
Sonrío con ironía, está acabando con mi paciencia y ella lo sabe.
Sal de ahí ahora mismo, te estoy esperando
Ella revisa su teléfono y agita su cabeza de manera negativa, mientras sus dedos se mueven con agilidad sobre la pantalla de su teléfono.
No salgo con extraños
Golpeo el volante de mi Camaro y la observo mirar hacia donde me encuentro estacionado y cruzarse de brazos. Se está extralimitando y va a hacerme explotar.
O vienes ahora mismo, o salgo de este auto y te arrastro hasta aquí
La observo volver a mirar hacia la calle con un gesto exasperado, luego entra en el taller para salir segundos después con un bolso muy poco femenino que atraviesa en su pecho.
Pasa corriendo la calle, y entra al auto cerrando la puerta con fuerza. Acelero y me dirijo a la carretera abandonada donde la vi por primera vez.
— ¿Qué diablos quiere? — Escondo mi sonrisa, si tan solo sospechara lo que quiero hacerle, estoy seguro de que no se hubiese subido a este auto.
— ¡A ti! — Respondo mirándola por un momento.
— ¿A mí? ¿Quién cree que soy? ¿Alguien que puede sacar y meter en su vida cuando lo desee su alteza? — Mi pene se tensa mucho más.
Si continúa de esta manera, tendré que detenerme y follarla en este preciso momento.
— Keira, solo te dije que te fueras de mi habitación y te pido excusas por ese exabrupto — En la mañana, después de haberme perdido de nuevo en el increíble cuerpo de Keira, recordé que llegaría Carlota, la hija de los duques de Luxemburgo y no quise hacerle pasar un mal momento.
— Vale, disculpas aceptadas. Ahora deténgase, quiero bajar del auto — Me dice, cruzándose de brazos.
Su movimiento llama mi atención y me doy cuenta de que sus pezones están erectos y ella cruza sus piernas ¡Perfecto!
— Te dije que no vieras a mi hermano — Me desvío por la carretera abandonada, aumento la velocidad y me deslizo hasta llegar al lugar donde termina la antigua pista de aterrizaje, encontrando solo árboles a nuestro alrededor.
Son más de las seis de la tarde, sin embargo, al estar en verano el sol todavía resplandece, así que me dejo las gafas de sol y espero que a ningún imbécil se le ocurra venir por este sitio en este preciso momento.
— Usted no es nadie para exigirme algo así, yo puedo verme con quien quiera — Detengo el auto, desabrocho mi cinturón y enseguida hago lo mismo con el de ella, para finalizar por tomarla del brazo y volverla hacia mí.
— Eres mía, Keira. Desde el preciso momento en que mi pene se perdió en tu humedad, te convertiste en mi posesión — Keira intenta responder y la acerco contra mí, sin dejarle ninguna opción.
Deshago su moño enredando mis dedos en su cabello y me apodero de su boca, exigente.
Cuando estoy con ella, lo quiero todo: su entrega total, sus gemidos y orgasmos exclusivos para mí; ningún otro hombre puede entrar ni en su mente, ni en su cuerpo.
Durante unos segundos, Keira intenta empujarme para de inmediato gemir con fuerza y responder a mi beso. La levanto y la poso sobre mi regazo.
— ¡Dios! — Ella gime cuando siente mi potente erección. Estoy al máximo, tengo la impresión de que podré explotar en cualquier segundo.
— Gatita — Tiro de su cabello y observo su boca entreabierta y sus ojos velados por el deseo. — Nadie, puede tocarte —le repito con los dientes apretados.
Sin dejar de observarla, con una mano me deshago de los botones de su mono y al sentir que este cae sobre su cintura. Deslizo mi mano en su interior, llenándola con su increíble humedad.
— ¿Está claro? — Ella me mira con fijeza y cierra los ojos, no sé lo que piensa, pero no voy a permitirle hacer esto con nadie y menos con Nilo — ¡Dilo!
— Nadie puede tocarme — susurra tomando mi cara entre sus manos — ¡Solo tú! — Me dice mirándome con fijeza.
Su voz ronca es como dinamita para mí, me enciende mucho más de lo que ya lo estoy.
— Yo... Estoy grasienta, mi olor... — Le doy un beso duro, mordiendo su labio inferior y presiono mi mano con más fuerza contra sus labios vaginales.
— Me encanta tu olor, gatita — Me importa cinco que huela a aceite de motor, el calor de su humedad es mi adicción — ¡Fuera! — Abro la puerta del auto, ella me mira cabreada, no entiende lo que pasa.
— Eres un maldito imbécil — me empuja con lo que parece todas sus fuerzas, mientras vuelve al lado del pasajero, para después salir del auto.
Sonrío y hago lo mismo, salgo del auto y la veo caminar con paso furioso hacia la carretera.
El primer día que la vi en este lugar, tenía una cita importante y debía irme, pero me prometí que la follaría aquí mismo, contra el capó de mi Cámaro, y el momento ha llegado.
En unos cuantos pasos largos, la alcanzo, la tomo del brazo y la vuelvo hacia mí, devorando por completo su boca.
— Déjame, imbécil, eres un puto narcisista — Me grita, me empuja con las manos en puños y yo la abrazo por la cintura y aprieto sus manos contra mi pecho.
— Soy tu príncipe, debes tratarme con respeto — susurro contra su oído mientras deslizo mi mano hacia su nuca y vuelvo a besarla.
— Es usted un puto narcisista de mierda, su alteza — Me repite con la mirada encendida y mi cuerpo se enciende el doble.
— Y por eso, voy a follarte en el capó de ese auto, con los árboles y la carretera como únicos testigos, quiero perderme escuchando tus gritos y gemidos mientras te embisto con fuerza — Su mirada ha vuelto a velarse por el deseo y puedo sentir el olor de su humedad.
— Alexandro, ¿por qué me haces esto? — Susurra, mientras vuelvo a tomar su boca.
— Cuando lo sepas, por favor, dímelo — No tengo una respuesta adecuada para su pregunta, no sé por qué le hago esto a ella y a mí mismo, solo tengo la certeza de que la necesito a mi lado.
Levanto sus piernas que rodean mis caderas de inmediato y me dirijo con ella hacia el Cámaro, donde pienso follarla hasta hacerla perder el sentido.