Su boca vuelve a apoderarse de la mía, lo que siento es totalmente nuevo, me ha dicho que soy suya y mi cuerpo se ha estremecido al pensar que puede ser real, poseerlo y que me posea.
— Lo siento, su Alteza, creo que debo volver, he tomado una pausa y mi jefa debe estar buscándome — Me alejo un poco y siento cómo su brazo rodea mi cintura y extiende su mano contra mi vientre.
— No me has dicho qué hacías aquí, gatita — Susurra contra mi oído y siento como si su respiración me quemara.
— Me perdí, solo quería tomar un descanso y yo ...
— No sabes mentir, gatita — Vuelve a hablarme al oído y cierro los ojos y las piernas, necesito frotarme, que me toque.
— Su alteza, ¡por favor! — Mis manos se deslizan hasta la suya, estoy temblando, muero de miedo, pero también del deseo por entregarme por completo a él.
— Alexandro — repite y desliza su mano por mi cuello, dejo caer mi cabeza contra su pecho y siento el sonido acelerado de su corazón — ¿Lo sientes, gatita? — Por supuesto que lo siento.
Siento todo, el calor de su cuerpo, su m*****o por completo erecto, y el fuego que dejan el rastro de sus manos y de su aliento en mi cuerpo.
— ¿Qué quiere de mí? — Le pregunto intrigada.
Soy una persona normal, nos hemos visto en solo dos ocasiones y, sin embargo, la forma en la que me atrae y en la que al parecer lo atraigo es nueva para mí, nunca sentí algo tan intenso con Jess.
— A ti, gatita. Te quiero por completo — me vuelvo y levanto la mirada hacia la suya, verde, oscura y penetrante. Me muerdo el labio y suspiro.
— Entonces, soy toda suya alteza — Susurro y mis manos se deslizan por su pecho.
— Alexandro — Repite un segundo antes de besarme, sus manos se cierran contra mi nuca y el beso se vuelve más intenso, salvaje — En privado, llámame siempre alexandro — Su voz ronca me estremece y me olvido de todo a mi alrededor.
Alexandro me levanta y desliza sus manos, desde mis glúteos hasta mis piernas, que cierro en su cintura. Llevo el traje de mesera, mi ropa interior es básica y dudo sobre lo que estoy haciendo, pero me siento tan bien que solo deseo tenerlo en mi interior.
— Yo...
— Tú, eres mía — Alexandro empuja los papeles que se encuentran en su gran escritorio y me recuesta sobre este.
Mis senos se mueven al ritmo de mi respiración y dejo una de mis manos sobre mi vientre.
La mirada de Alexandro, penetrante y profunda, me posee desde lo alto. Poderoso y orgulloso en su traje de soberano del reino.
— Muero por estar dentro de ti, he soñado con esto desde que te vi en aquella carretera abandonada — Las manos de Alexandro recorren mi cuerpo, poco a poco, y el fuego me calcina ante cada toque de sus dedos.
Sus manos se deshacen de mis pantalones, cierro los ojos al sentir su aliento contra mi ropa interior.
¡Oh Dios mío! Siento que voy a explotar y ni siquiera me ha tocado. Sus manos levantan mis caderas, y su boca continúa deslizándose por mi ropa interior.
— Me encanta como hueles — Susurra y aprieto una de mis manos contra mi vientre, enredando la otra en su cabello.
Sus manos descienden lentamente mi ropa interior y flexiono las rodillas y levanto los glúteos, lo que facilita que mi braga se deslice por mis piernas.
Alexandro se inclina y desliza sus manos por mis piernas, continuando con su boca. Su lengua deja un rastro de saliva por donde pasa, que estremece mi cuerpo con intensidad.
Siento su respiración en el centro de mi cuerpo y grito, me muerdo los labios y siento la humedad mojándome por completo.
— ¡Alexandro! — Grito cuando siento su lengua deslizándose entre mis labios vaginales, abro las piernas para luego cerrarlas, contraigo mi cuerpo y siento cómo introduce dos dedos en mi interior mientras su lengua y sus labios siguen haciendo estragos en mi ser.
Su lengua se mueve de prisa, sus manos aprietan mis muslos con fuerza, abre la boca y succiona mis labios vaginales, su lengua se desliza rápidamente sobre mi clítoris y siento que el fuego mi invade y qué pequeños espasmos se apoderan de mi cuerpo.
Cierro los ojos y grito, mientras intento soportar las sensaciones que se deslizan por mi cuerpo.
Cierro las piernas, atrapando la cabeza de Alexandro entre ellas, para luego volver a abrirlas y contraer los dedos de mis pies.
— Dios, siento que voy a morir — susurro, llevándome una mano a mis ojos, respirando con dificultad.
Nunca en mi vida había sentido un orgasmo tan intenso. La mirada de Alexandro es abrasiva, recorre todo mi cuerpo y a pesar de que acabo de sentir como si mi cuerpo se elevara, todavía quiero más. Lo quiero a él en mi interior.
— No te mueras todavía, gatita. No he terminado contigo — los botones de mi camisa vuelan por la habitación cuando Alexandro tira de ellos con potencia, dejándome enseguida desnuda.
No llevo sujetador y mis senos no son muy grandes, por un segundo me siento avergonzada y llevo mis manos a mis pechos.
Es extraño, porque no soy virgen y viví durante años con Jess. Sin embargo, con Alexandro me siento como si todo fuera nuevo, como si yo misma estuviese descubriendo mi cuerpo por primera vez.
—No, Kiara, nunca te avergüences frente a mí — me dice antes de que sus labios se apoderen de uno de mis senos, gimo ante su contacto y cierro mis piernas. — Me encanta escucharte gemir, desde hoy se ha convertido en mi sonido favorito. — Su boca se desliza por mi pecho, estremeciéndome con intensidad.
Su cuerpo se eleva sobre el mío, y su boca se apodera de la mía. Mi sabor mezclado con el suyo es increíble. Mis manos se enredan en su cabello y aproximo mi cara a la suya.
El beso se vuelve más profundo, pego mi cuerpo al suyo, siento el tamaño de su erección contra mi pelvis y gimo con perdiendo el control.
— No te muevas — Alexandro deja de besarme y se pone de pie, se quita la camisa y abro los ojos, impresionada por su cuerpo y sus abdominales.
— ¡Eres increíblemente hermoso! — exclamo perdida en el deseo.
Alexandro sonríe y se muerde el labio, antes de empezar a desabrocharse los pantalones.
— Nunca me lo habían dicho en medio de una follada — Sus pantalones caen al suelo, al igual que su ropa interior, y trago con fuerza al ver su m*****o completamente erecto.
— ¡Oh por Dios! — murmuro atragantándome con mi propia saliva.
— ¡Es hermoso! — Repito, con mi mirada perdida entre sus piernas.
— ¿Y encantador? — Alexandro vuelve a reír y yo trago con dificultad — ¿Seguirás elogiándome o puedo proceder a follarte? —
Lanzo una carcajada que se pierde en el momento en el que siento cómo toma mis caderas y hace que mi cuerpo se deslice hacia el exterior del escritorio y de improviso me penetra, con tanta fuerza que mi cuerpo se desplaza sobre la superficie y mi sonrisa muere en medio de un gemido.
Mi cuerpo continúa desplazándose ante cada penetración, me levanto, cerrando mis piernas contra los glúteos de Alexandro, y extiendo un brazo, apoyando mi mano contra el escritorio, mientras con la otra me sujeto de su cuello.
La nueva posición hace que sienta mucho más profunda cada estocada y que mi pelvis roce la suya. El contacto de su pelvis contra mi clítoris me estremece.
Alexandro se acelera, sus embestidas se vuelven más potentes y precisas. Su pene, rodeado por mi humedad, se desliza con mayor facilidad, tocando mis paredes vaginales, presionando en un punto de mi interior que deja por mi cuerpo incendiado en llamas.
— ¡Voy a correrme! — Grito buscando sus labios, que encuentran los míos y los toman sin piedad.
Deslizo mi lengua en su interior, buscando imitar el movimiento de su pene que me penetra con intensidad, sin darme ninguna tregua.
— Eres mía, Gatita, déjame tragarme cada uno de tus gemidos, con cada uno de tus orgasmos — susurra contra mi boca.
Su brazo en mi espalda, presiona mi cuerpo contra el suyo, aumentando mis movimientos, profundizando cada penetración; su otra mano se enreda en mi cabello, controlando nuestros besos, nuestras miradas.
— ¡Córrete! — Me ordena y su voz ronca me estremece.
Y como si hubiese dado un disparo de salida, el calor embarga mi cuerpo y una sensación eléctrica me posee. Mientras mis paredes vaginales se contraen, siento el calor de mi humedad, aumentando y bañando su pene, que crece en mi interior y se descarga con las últimas embestidas.
Mi grito ronco se pierde contra su boca y su ronco gemido suena como música para mis oídos.
Cierro los ojos y me abrazo a su cuerpo, como si nunca quisiera despegarme de él. Continúo contrayendo mis paredes vaginales y siento la forma en la que su pene continúa estremeciéndose en mi interior.
— Gatita, si sigues haciendo eso, me tendrás follándote toda la noche y necesito que nos movamos — suspiro y acaricio su cabello húmedo.
Estamos sudando a pesar de que en el castillo no hace calor como en el exterior.
Mis manos en su cabello lo obligan a levantar la cara, desliza sus dedos por mi mejilla y me besa con suavidad y profundidad, nuestras bocas y lenguas encontrándose y explorándose.
— Vístete, tenemos que irnos — Temía este momento, pero no lo imaginaba de una manera tan fría.
Alexandro se separa de mí y siento la humedad deslizándose entre mis piernas.
— Límpiate — Me entrega un pañuelo con sus iniciales y yo me limpio y me visto, sosteniendo la camisa que está completamente destruida.
Siento su mano deslizándose entre la mía y, aparte del calor que me transmite su gesto, mi corazón se salta un latido.
Alexandro abre la puerta y veo a dos de sus guardas de seguridad apostados a cada lado, nos saludan y yo me siento avergonzada, él besa el dorso de mi mano y se dirige a un pequeño pasillo que no había visto.
Subimos las gradas y al terminar estas nos encontramos frente a una pequeña sala y una inmensa puerta, de manera que él abre con facilidad.
Abro la boca ante la hermosa habitación blanca y dorada, con un desván y un gran ventanal; todo está finamente decorado, y hay una mesa de centro en la cual se encuentran unas orquídeas blancas.
— Esto es ...
— Mi habitación.
Extiende su mano y me lleva hasta la cama, se sienta sobre ella y posiciona mi cuerpo entre sus piernas, me abraza y besa mi vientre.
— Puedes venir cuando quieras. Nunca, nadie, ha entrado aquí, ninguna mujer diferente a ti — Me distraigo tocando su cabello mientras sus palabras tocan con fuerza mi corazón. — Te quedarás conmigo esta noche. — Me inclino, lo beso y mi cuerpo deseoso se abre ante el suyo.
Necesita continuar siendo follado por este increíble hombre, hasta la saciedad.