Alexandro
Camino directo al garaje, me urge ver a Keira y si está con mi hermano o este se ha atrevido a tocarla, voy a partirle cada hueso de su cuerpo, le advertí que no se acercara a ella.
— ¿A dónde vas? — Mi padre se encuentra en medio del pasillo, interponiéndose entre una salida secundaria y yo.
Carlota se ha ido a dormir, después de convencerla de que tenía muchas cosas que hacer y que no podía quedarme en sus aposentos.
¿Quién diablos utiliza esa palabra en la actualidad, aparte de los mayordomos?
Ella sabe que nuestro matrimonio es algo organizado entre nuestros padres, pero al parecer espera que nos comportemos como novios reales, solo que yo no siento nada por ella, no la deseo, no me interesa.
— Lo sabes, así que no vengas a joderme, ya he cumplido con todo lo que querías por esta noche, así que ya puedes largarte a hacer lo que sea que te la pases haciendo y dejarnos tranquilos — Me muevo y paso por su lado rozando su hombro.
Ahora no va a detenerme, no después de que me comprometí cómo él quería con Carlota.
— Lo estás descuidando todo por una mujer, vamos a perderlo todo —me dice.
Detengo mis pasos y cierro mis manos en puños. Sé que este no es el mejor momento para distraerme, hasta ahora, un grupo de hombres que tengo trabajando en el grupo de jóvenes ricos y aristócratas que se reúnen en este pueblo costero, me han hablado de algunas fiestas nocturnas y competencias que se organizan donde al parecer se habla de todo un poco y que posiblemente estas fiestas solo se realicen para distraer la atención y centrar la investigación en otros lugares, por ejemplo, en los que mi padre cree que se está organizando todo y a los que quiere que vaya, los clubes de tenis y de polo.
— Tengo pistas, pero necesito que no intervengas — relajo mi mano y me dirijo hacia la puerta cuando escucho la voz de Josep.
— Su alteza, Alexandro, su habitación está preparada — Vuelvo a detenerme, voy a matar a Josep, porque siempre se presenta en los momentos menos oportunos.
— Deberías escuchar a tu asistente, se nota que es el único que no está pensando con lo de abajo en este lugar — El comentario despectivo de mi padre, aumenta la furia que bulle en mi interior desde que vi el brazo de mi hermano sobre la cintura de Keira.
Me vuelvo y observo el momento en el que mi padre gira en el pasillo y se aleja de nosotros.
— Señor, imaginé que le interesaría saber que desde hace dos horas la señorita Keira y el señor Nilo entraron a los aposentos del señor y no han vuelto a salir. — Siento un fuerte dolor en mi vientre, como si Josep acabara de darme un puñetazo con todas sus fuerzas.
— ¿Y por qué me lo dices hasta ahora, Josep? — Pregunto con calma, pero él me conoce y sabe que mi reacción en este estado puede ser más peligrosa.
— No me han dejado acercarme, señor. Su padre prohibió interrumpirlo durante la fiesta de compromiso, incluyendo enviarle notas y no pude enviarle un mensaje, porque yo tengo su teléfono — correcto.
Asiento y tomo el pasillo de la izquierda, camino con pasos largos, sé que Josep me está siguiendo y al pasar por el lado de algunos guardias, estos me miran, impresionados.
Me embarga la ira y me he deshecho de la chaqueta militar y de la corbata que Josep ha recuperado de inmediato, me he quitado los gemelos y entre más me acerco a la habitación de Nilo, tenso un poco más mis manos y dedos.
Se lo advertí, le dije que no se acercara de Keira, así como se lo pedí a ella, y mi paciencia tiene un límite.
Por la ventana, un relámpago esclarece el pasillo, mis pasos resuenan en medio de este y yo solo espero que Nilo no le haya tocado un solo pelo a Keira, porque estoy seguro de que no dejaré un hueso de su estúpido cuerpo entero.
— ¡Llaves! — Josep las tiene, podría jurar que tiene las de todo este lugar.
Escucho el tintineo de las llaves y me vuelvo a mirarlo con el ceño fruncido. Finalmente, se dirige él mismo a la puerta y la abre lo más deprisa que puede.
Entro a la habitación, cuando otro relámpago destella, la sala está sola. Abro la puerta de la habitación de la suite privada de mi hermanito y observo su sombra al lado del gran ventanal.
Su habitación es un poco más pequeña que la mía, pero tiene, igual que esta, una vista impresionante hacia el jardín.
— Has tardado — escucho su voz y vuelvo mi cara hacia la cama. Un relámpago vuelve a iluminarlo todo y observo la cara relajada de Keira, está dormida.
Recorro la habitación y veo su vestido bien organizado en un perchero. ¡Maldito!
Doy un paso hacia Nilo y en ese instante Keira se vuelve en la cama, alejando la sabana de su cuerpo y observo una bata de seda. Podría llevarla debajo del vestido, pero eso no me asegura que Nilo no la haya tocado.
— ¿Alexandro? — Su voz me deja inmóvil en mi lugar. Nilo continúa observando por la ventana.
Me acerco a la cama intentando observar el estado de las cosas, todo sigue en su lugar, como si nada extraordinario hubiese pasado. Me inclino y tomo a Keira entre mis brazos, huele a su perfume y solo pienso en perderme en ella.
— Espero que no la hayas tocado, porque, de lo contrario, vas a conocerme y te aseguro que no va a gustarte. — Salgo de la habitación y me encuentro con Josep esperándome en la sala de estar — Trae su vestido — Le ordeno y me alejo.
Cargo a Keira como si fuera mi más valioso tesoro, la cierro contra mi cuerpo y me dirijo con ella a mi suite. Ella se queja y suspira, posando su cara y una de sus manos contra mi pecho.
— Alexandro, ¿vas a volver? — Escucharla encoge mi corazón.
Beso su cabello y sigo mi camino sin prestar atención a los guardias de turno que inclinan su cabeza y me saludan y que deben estarse preguntando lo que está sucediendo.
En mi habitación, deposito a Keira sobre mi cama, la cubro con una manta y me levanto a buscar un cigarrillo.
Los truenos continúan, pero no llueve todavía. A mí me encantan las tormentas y es probable que en pocas horas o minutos se desatará una verdadera tormenta de verano.
Enciendo un cigarrillo, abro uno de los ventanales y salgo a mi balcón, empiezo a fumar e intento relajarme.
Hasta el momento, aparte de que Keira no tenía su vestido puesto, no hay nada que me indique que Nilo la ha tocado, porque en ese caso no lo hubiese encontrado mirando hacia la nada a través de la ventana, completamente vestido y con una copa de licor en su mano.
Lo conozco, y sé que hubiese hecho todo lo posible para que yo lo descubriera, ya lo ha hecho con anterioridad, solo que en esa ocasión no me importó lo suficiente, como me importaría en la actualidad.
Me vuelvo y termino mi cigarrillo mientras observo a Keira que se mueve inquieta en la cama. Ya la he observado dormir en otras ocasiones y siempre tiene pesadillas.
Apago el cigarrillo, cierro la ventana y me acerco a ella, mientras me desnudo.
— ¡No! ¡No! ¡Déjame! ¡No! — Grita y por inercia me meto en la cama, la tomo entre mis brazos y la abrazo.
— Keira, gati... — Recuerdo lo que me dijo sobre ese apelativo y me callo.
No quiero que se sienta peor en medio de una pesadilla, porque a pesar de que la he vuelto a llamar de esa manera, es evidente que la altera.
— Mi vida, tienes una pesadilla. ¡Keira, mírame! — Tomo su cara entre mis manos y ella abre los ojos, llenos de lágrimas.
— ¿Alexander? — Verla tan vulnerable hace que me sienta mal por no poder protegerla como lo deseo, estar siempre con ella y mostrarle al mundo entero que es mía — Tengo que escapar, debo irme de aquí ¡Suéltame! — Sé qué Keira intentó suicidarse, a pesar de que dijo en el hospital que había sido un estado de sonambulismo.
Pero ahora, viendo la forma en la que se aleja de mí, sale de la cama y corre hacia la ventana abriéndola por completo, empiezo a dudar del diagnóstico de los psicólogos y a creer en su versión.
— ¡Keira! — Corro hacia ella y la tomo por la cintura, deteniéndola antes de que se lance por la ventana — Preciosa, mírame — Ella se vuelve entre mis brazos y abre los ojos de nuevo, parece perdida por completo.