Son pasadas las nueve de la noche cuando atravieso la puerta de El Empire. El club nocturno donde conocí a Ciaran hace nueve años. Avanzo por el lugar, seguida de cerca de Morris y la seguridad, entre ellos el irlandés. El club está a su capacidad máxima como debe ser.
Llevo un vestido rojo escote en V, de encaje sin espalda. El cabello lo he dejado suelto y mis sandalias Jimmy Choo. Subo hasta el área vip del sitio y como espero, mis cuatro sheriffs ya se encuentran disfrutando del lugar.
—Buenas noches.
—Buenas noches—escucho el coro de voces masculinas.
Tomo asiento en el sofá individual libre. Morris se une al grupo de hombres y de reojo veo como el irlandés se sitúa a mi lado. De inmediato, una de las meseras del lugar me trae una botella de champán Rose. Mi favorito.
—Aurelia—Alex llama mi atención en medio de un sorbo.
Lo miro.
—¿Es cierto que nuestra hermosa Karen ya no está disponible? —dice lanzándole una mirada divertida a David, que no se inmuta ante el comentario.
No es un secreto que a David le gusta Karen.
—La verdad, prefiero no decir mucho de quien es el afortunado de tenerla.
—¡Mierda! Perdí mi oportunidad—secunda Damián—David también ha perdido su chance con la bella mujer.
Asiento ocultando mi sonrisa detrás de la copa.
David es el hombre con el que Karen tiene una relación actualmente. Sin embargo, no han querido compartirlo con todos. Bueno, todos excepto conmigo. Pero, accedí a guardarles el secreto hasta que decidieran hacer pública su relación.
David me das una mirada rápida y veo agradecimiento reflejado en sus ojos. Miro a un lado y veo al irlandés inmutable de pie junto a mi
—¿Aburrido? —inquiero sin mirarlo. Veo hacia la pista de baile donde los cuerpos se mueven.
—No. Sé cómo hacer mi trabajo.
—Eso veo—comento antes de volver mi mirada hasta el grupo de hombres.
Algunos ya tienen mujeres en sus rodillas y otros buscan su presa. Miro a Morris que está reclinado en el cómodo sofá con su móvil en la mano. De un momento al otro, frunce el ceño enderezándose en su asiento
—¡Debe ser una jodida broma!
—¿Qué ocurre? —demando, dejando mi copa en la mesa de enfrente.
—Han hecho trizas uno de nuestros laboratorios—sisea antes de perder su mierda—¡Maldito ruso de mierda! —todo me miran a la expectativa.
Siento la ira surgir de mi cuerpo ante tal atrevimiento y me pongo en pie.
—Aurelia—me llama Alex.
Me detengo y le miro con severidad.
—¿A dónde vas?
—A donde él me quiere—digo sin más antes de salir de ese lugar.
A penas estoy consciente de que soy seguida por mis sheriffs, Morris y la seguridad. Me abro paso entre las personas. Cuando el aire frío de la noche llega a mi rostro, miro a los lados y camino hasta el coche.
—¿Va a ir a ese lugar? —pregunta Morris llegado hasta mí.
—Eso es lo que él quiere y es lo que haré—me doy la vuelta y veo a los hombres de pie mirándome—Quien quiera venir conmigo, perfecto. El que no, puede volver a su ciudad ahora mismo.
David y Alex dan un paso al frente.
—Estamos contigo—dice antes de ver al resto seguir su ejemplo.
Asiento en silencio y subo al coche, que el irlandés ya tiene encendido. También soy consciente de que los demás suben a sus autos seguidos de guardias armados. Sé que es un riesgo, pero necesito medir los daños y ningún idiota me va a impedir que lo haga, aunque sepa que es lo que él espera de mí.
—¿Está segura de que esto es buena idea? —la pregunta viene del irlandés que conduce sobre el límite de velocidad. —Asiento sin decir nada al tiempo que saco una de las armas debajo del asiento y la cargo. —Creo que es un error—murmura mientras entramos a una calle y puedo ver el humo que llega varios metros hacia arriba.
Salimos al muelle y estaciona de un golpe.
—Si quieres irte, puedes hacerlo—digo sin mirarlo—Yo no me caracterizo por ser cobarde. Es mi deber verificar los daños, aunque eso signifique que estaré expuesta. Confió en mi gente.
Con eso, bajo sin importar nada y avanzo por el lugar que está ardiendo. Detrás de mí, los coches estacionan y mis sheriffs, junto a Morris, bajan de los vehículos con más hombres de seguridad, armados hasta los dientes.
Doy un par de pasos y veo como de detrás de un contenedor sale una sombra.
—Pinche vieja, loca—escucho las palabras en español que entiendo perfectamente. —No pensé que vendría—dice y puedo notar su incredulidad en el tono de su voz.
—Yo, en cambio. Sabía que lo haría. —Secunda otra voz y entonces veo a Petrovik y al mexicano salir de las sombras con sus hombres. —¿Qué creíste perra? —habla el ruso—¿Qué podrías en contra de nosotros dos?
—¿Acaso lo dudas pendejo? —digo y escucho que detrás de mi Morris lanza órdenes.
—Te lo voy a poner de esta manera hermosura—habla el mexicano— Te vas de esta ciudad o te fregamos—por supuesto que es lo que desean. Pero, ¿ellos piensas que voy a irme así, sin más?
Miro a un lado sonriendo antes de mirar a ambos hombres. Mientras Petrovik es alto, de cabello castaño y ojos marrón claro. El mexicano, también es alto, moreno, de cabello n***o.
—¿Saben qué? Ya me cansé de ustedes—digo antes de levantar el arma y desatar el caos.
Nos protegemos detrás de uno de los container y otros detrás de los autos mientras disparamos. Miro el pavimento donde dos hombres han caído y un tercero que está herido.
Damián.
Salgo de la protección del container y disparo acertando uno al hombro del ruso, que maldice.
—¡Damián! —lo llamo en medio de los disparos—¡Háblame!
—Estoy bien—gruñe tocándose el costado.
Miro a donde está Morris y Alex que asienten con sus armas en alto. Tenemos que sacarlo de en medio del caos y todos lo sabemos. Me dispongo a salir, cuando alguien me sujeta.
—¡¿Qué coño?!
—Si sales, estarás muerta—la voz del irlandés me susurra desde atrás mientras su agarre se fortalece a mi alrededor.
—¿Qué dices?
—Mira a tu derecha—murmura—sobre el container blanco. Acaba de subir y está listo para volarte la cabeza.
Lo hago y es cuando veo atrincherado a uno de los hombres del ruso listo para disparar a penas asome mi cabeza.
¡Maldición!
Asiento de mala gana.
—¡David! —grito desde mi posición. Él, me mira—container blanco, a la derecha—digo en voz baja. Él tiene en sus manos un rifle con mirada telescópica.
Busca el objetivo y cuando lo tiene en la mira, dispara deshaciéndose del hombre. Morris y Alex disparan contra ellos. Me uno, dándole tiempo a Damián de ponerse en resguardo.
Cuando lo hace, respiro aliviada y miro al irlandés.
—Gracias—digo de mala gana.
—Mi trabajo en mantener tu cabeza sobre esos lindos hombros—me guiña —Ahora, salgamos de aquí.
—No…
—Has probado tu punto Aurelia—me mira con seriedad—es momento salir de aquí.
¡Maldita sea! Él tiene razón.
—¡Mierda! —gruño. Miro a mis hombres que disparan y se cubren de los disparos de respuesta— ¡Nos vamos! —anuncio.
David, Alex, Cannon se ponen en movimiento, mientras el irlandés y los demás hombres disparan a los secuaces atrincherados del mexicano y el ruso para darnos oportunidad de subir a los coches.
Cuando subo a la camioneta, lo hago del lado del conductor, le doy en retroceso antes de abrir la puerta de atrás. Sin dejar de disparar, irlandés sube al coche y abre el otro extremo para que suban algunos de los hombres y la camioneta sirviendo de escudo para los otros. Al ver lo que hacemos. Alex, David y Morris hacen lo mismo.
El auto recibe los impactos, pero no pasa nada. Bendito blindaje.
Dos de mis hombres, suben antes de meterle el acelerador y salir de ese maldito lugar. Miro por el retrovisor y cinco coches me siguen. Conduzco tomando los atajos que conozco guiando a los coches de atrás. Solo David y Morris los conocen igual que yo.
—¿A dónde vamos? —inquiere irlandés mirando el camino.
—A la fortaleza—respondo—Es el único sitio lo suficientemente resguardado para poder hacer un recuento de daños y planear el siguiente paso—digo sin perder de vista el camino. —Miro a un lado, a uno de mis hombres que va en el asiento del copiloto. —Llama al club—ordeno. Miro al frente y pasamos por un estrecho callejón antes de salir a una de las calles principales de la ciudad—Necesito a las chicas fuera de ese sitio y que redoblen la cantidad de hombres.
De reojo, lo veo sacar su móvil y hace lo que le ordeno.
De vez en cuando, mi mirada se encuentra con el irlandés, por el retrovisor que, me mira en silencio sin expresión alguna. Me adelanto y después de otro desvió. Tomo una vía solitaria hasta que llego a las grandes verjas de la fortaleza. Hago el cambio de luces distintivo a mi llegada y de inmediato todos se ponen en movimiento. Los hombres de las torres encienden los reflectores y los apuntan al coche. Freno de un solo golpe y bajo la ventanilla.
Miro a uno de mis hombres que tiene el arma lista y al reconocerme la baja.
—Detrás vienen cinco coches—espeto con expresión severa—Son Morris y los Sheriffs—anuncio—Redoblen las medidas de seguridad. Es posible que estemos bajo ataque.
—Sí, señora.
Hace una seña a los de las torres y la verja principal se abre y entro a la propiedad. La misma que compartí con Ciaran. Donde aprendí todo lo que ahora sé. Una vez estaciono, bajo junto a irlandés y dos de mis hombres. Las luces llaman mi atención y veo entrar los coches.
Me apresuro a entrar y encuentro en la entrada esperando como siempre a la vieja Ruth. El ama de llaves de esta casa desde hace unos cuantos años. La misma que me recibió a mí y a Ciaran la primera noche. Todavía viste faldas negras por debajo de las rodillas y sus impolutas camisas blancas, su cabello está en un moño y sus ojos café me miran a la espera de mis palabras.
—Que tengan las habitaciones listas para mis invitados —digo entrando, me detengo para verla —¿La habitación blanca esta lista? — inquiero y ella me estudia en busca de una herida—No es para mí.
Ella parece aliviada. La mujer es dura, pero durante este tiempo ambas hemos cultivado una relación cordial, ella no se muerde la lengua a la hora de decirme lo que piensa.
—La habitación está lista como siempre—anuncia en el momento que la puerta se abre y aparecen David y Morris con Damián, seguidos de Cannon y Alex—Miro donde está el irlandés. —Puedes unirte al resto de los hombres. Apóyales en lo que sea necesario.
Asiente en silencio. Miro a mi sheriff Alex.
—Estás a cargo de los hombres.
—Vamos Damián. Voy a sacarte esa bala y aprovecho para hacerte una cara más bonita. —Morris se burla de él.
Los sigo por el pasillo hasta que entramos a una de las habitaciones que, a simple vista, parece un cuarto de juegos con mesa de billar, pantalla grande, un bar y demás cosas para divertirse. Pero me adelanto y detrás de un mueble aparece un panel. Introduzco la clave y una de las paredes se abre.
Entramos a una habitación estéril que tiene todo lo necesario para tratar cualquier herida.
—Venga Damián—digo cuando lo acuestan sobre la camilla.
Morris saca todos los implementos quirúrgicos debidamente desinfectados mientras yo busco una bolsa de solución. David sale dejándonos a solas con él.
Morris corta el costado de la camisa y revisa la herida.
—Es una Dolce—gruñe Damián cuando ve su camisa desgarrada.
—Bueno. Dudo que le hubieses quitado la mancha y cubierto el agujero—dice con ironía. Examina la herida mientras tomo su brazo y coloco una vía para suministrarle algo de solución después de que Morris le ha suministrado anestesia en el área afectada.
Morris es un médico ex marine que estuvo en el frente por muchos años antes de que Ciaran lo reclutara después de que perdió todo. Cuando el TEPT afecto su salud y no pudo continuar, fue desechado por el gobierno como si no valiera nada. Llevándolo a las profundidades donde Ciaran lo encontró y le brindo su ayuda.
—No está profunda—murmura sin mirarme—Un poco más y afecta el hígado.
Lo veo trabajar y lo ayudo en lo que puedo. Siempre sentí curiosidad cuando Morris debía atender algún herido o al mismo Ciaran. Al cual, suturo más de una vez hasta que, decidió enseñarme cosas básicas.
El recuerdo de la primera vez que cure a Ciaran aún está presente en mi mente y fue en esta habitación.
Flashback.
—Si te mueves, te dejaré como al muñeco diabólico—murmuro concentrada en suturar su brazo donde una bala lo rozo—Y, si me tocas perderé la concentración.
Lo escucho reírse. A posta, posa su mano en mi trasero y me acaricia sin vergüenza.
—Ciaran—mi tono es de advertencia.
—¿Qué? —dice como si no estuviera haciendo nada.
Termino de suturar y dejo a un lado los implementos antes de quitarme los guantes.
—Ahora, subiremos a la habitación y vas a descansar.
—Yo tenía otros planes—murmura de manera sugestiva.
Resoplo evitando reírme.
—Tienes que descansar.
—Bueno. Tú podrías hacer el trabajo esta vez—dice antes de tirarme contra su pecho con su brazo sano.
—Eres incorregible —susurro, pegada a sus labios.
Fin de flashback.
—La tengo.
Levanto la cabeza cuando la voz de Morris me trae al presente. Miro el rostro de Damián, que está algo pálido, así que, de inmediato, suministramos sangre para compensar lo que ha perdido.
Cuando cierra la herida de Damián, solo queda que descanse y se recupere. Llamo a David de nuevo que espera afuera y entre los dos hombres pasan a un Damián inconsciente a la cama de recuperación que hay en la misma habitación.
Salimos, no sin antes encender las cámaras para monitorear sus signos vitales. Una vez, en la sala de juegos nos miramos.
—Eso estuvo cerca—dice David.
—Si no hubiese sido por el irlandés, estaría muerta—confieso en un suspiro.
Ambos asienten y Morris se aclara la garganta.
—Tenías que dejar en claro que no les temes y que vas por ellos.
—Estamos contigo en esta guerra—secunda David.
—Lo sé—digo—Debemos armar un plan de ataque.
La situación se ha complicado porque ahora son dos los que están en mi contra. Y sé que no va a ser fácil, pero no pienso dejar que me ganen sin luchar.