CAPÍTULO 7.

2061 Words
—Mientras este fuera. Tú quedas a cargo de todo —miro a Alex seriamente que está de pie en el vestíbulo de mi casa. —¿Es seguro viajar? Asiento. —Mande a preparar el jet. Pero no iré en él. Tomaré un viaje comercial— confieso en voz baja. Morris no está de acuerdo. El hombre tiene estándares que llenar. Ruedo los ojos ante sus palabras. Pero si todo sale bien, podemos obtener un aliado que podría sernos útil en el momento adecuado. —Nos vamos —anuncia. Paso al lado del irlandés que está en silencio. De hecho, no hemos hablado de lo sucedido la otra noche. Subo al auto y este lo hace detrás de volante. La tensión se puede cortar con cuchillo. Al tiempo que siento mi cuerpo pesado y ansioso. ¡Joder, Aurelia! Olvídalo. Solo fue un polvo. Corrección. El mejor polvo que he tenido en un buen tiempo. ¡Maldita sea! Cuando llegamos al aeropuerto, estoy a punto de pegarle un tiro a alguno de los dos. Morris no deja de quedarse por viajar en comercial e irlandés, me mira en silencio. Cuando Morris, se aleja mientras estamos a la espera de subir al avión, hojeó una de las revistas tratando de parecer casual. —¿Vas a mirarme todo el viaje de ida y vuelta? —murmuro, sin levantar la vista. —Bueno, dado que estás huyendo de mí —dice en tono sarcástico. —¡Ja! —replicó, levantando la mirada y cerrando la revista—. ¿Por qué debería huir de ti? No es como si nos importáramos el uno al otro. Asiente. —En eso tienes razón. El problema es que, no estoy acostumbrado a follar con mis empleadores. —¿Debo sentirme afortunada? —arqueó una ceja mientras mi tono destila sarcasmo puro—. Sabes que, olvida lo que hicimos. Solo fue un polvo y ya. —Por supuesto. Pero, difiero en que fue un simple polvo. Porque soy mejor que eso, y la forma en que te corrías sobre mi v***a enterrada en tu interior, lo comprobó. Me remuevo cachonda ante sus palabras y le odio. —Vete a la mierda— siseó. Se ríe entre dientes. En ese momento llaman nuestro vuelo y busco mi asiento en primera clase, seguida de Morris y mi torturador. Tomo asiento y dejo escapar su suspiro al pensar en el viaje que me espera. Se supone que Morris estará sentado conmigo y en el asiento trasero el irlandés. Pero, veo cómo el primero le hace señas al otro de que le ceda el lugar, cuando ve a una chica dedicarle sonrisas. ¡Genial! El irlandés se sienta junto a mí y lo miro mal. —¿Qué? —Cállate—lo corto. Me reclino en mi sitio y me preparo para un vuelo largo. En el asiento de atrás escucho la risita de la chica cuando Morris le susurra. Intento olvidar la presencia del hombre a mi lado y lo tomo como un pasajero más. Pero, me es imposible porque la azafata se desvive por atenderle bien. Me pongo los audífonos e intento ver una película, pero cada vez que volteo me encuentro con la mirada de este. Mi vuelo será eterno. Estoy quedándome dormida, cuando siento una mano sobre mi pierna cubierta por la falda. Abro los ojos y me encuentro con la mirada del irlandés. —¿Qué haces? —Siseo, miro por el pequeño espacio entre los asientos y veo a Morris dormido profundamente. La cabina está a oscuras, mientras la mayoría duerme. Me muerdo el labio cuando la mano de irlandés sube por el interior de mis muslos y llega a mi centro a través de las bragas. Nos sostenemos la mirada y este comienza a acariciarme. Dejo caer la cabeza hacia atrás, entregándome a la sensación que me provoca su toque. Hace a un lado las bragas y mi carne sensible palpita. Este se inclina un poco para parecer dormido sobre mi hombro y mordisquea mi piel expuesta, al tiempo que bombea sus dedos en mi interior. El ataque es preciso y con el claro objetivo de hacerme rendir. Entierro mis uñas en su antebrazo tratando de no gritar y despertar a todo el avión. —Irlandés — susurró en un jadeo. Este, lame mi hombro antes de apresurar el paso. Tiemblo y mis muslos se tensan. Abro la boca, pero me la cubre en un fiero beso, tragándose mis gemidos al tiempo que mis manos se ciernen sobre su brazo. ¡Joder! Poco a poco, bajo del nirvana y soy consciente de lo que ha hecho. Se separa antes de llevar sus dedos a la boca y chuparlos con una sonrisa de suficiencia. Estoy tentada a darle un puñetazo o besarlo. Finalmente, me decanto por lo segundo. Lo atraigo hasta mí y lo beso, sintiendo mi propio sabor en sus labios. —Dime que no te gustó —susurra con prepotencia, contra mis labios. —He tenido mejores— replico en respuesta. Se ríe entre dientes, antes de volver a saquear mi boca en un caliente beso. ** Después de un viaje agotador, aterrizamos en el JKF sin problema. A la salida nos espera Eros, el hermano y la mano derecha de Arslan. Avanzo hasta él, seguida de Morris e irlandés. —Eros—digo en modo de saludo al hombre rubio, de cabello largo y ojos oscuros. Siempre ha sido bien parecido. —¿Cómo haces para verte mejor cada día? —dice guiñándome antes de inclinarse y dejar un beso en mi mejilla. —Hago más de un sacrificio humano al año—bromeó y este se ríe. —Vamos— me abre la puerta del Range Rover. Subo junto a Eros en la parte delantera y detrás lo hacen Morris con irlandés. Salimos del aeropuerto seguido por una camioneta. Antes de bajar del avión, me había cambiado el atuendo, poniéndome un vestido n***o, corte griego, porque un poco de drama nunca está de más. En el camino intento alejar los pensamientos de lo ocurrido en el avión y es qué. No sé qué rayos estoy pensando al dejarme llevar por este hombre. Solo me hace perder la cordura. —Hemos triplicado la seguridad. Además, tenemos un infiltrado. Eros habla sacándome de mis pensamientos. —Entonces, la situación es seria —murmuro viendo a través de las calles de Nueva York antes de voltear a verlo. Me mira de reojo. —Muy seria. Cuando estacionamos en la calle donde está la casa donde Arslan vive, veo la misma bordeada con seguridad. —Arslan nos espera —anuncia, Eros. Le sigo dentro y la casa sigue teniendo ese aspecto de grandeza y lujos con cuadros de época colgados, esculturas y muebles estilo reina Ana. Una demostración de poder. Eros abre una puerta y se hace a un lado. Dentro, encuentro a Arslan y una mujer esperando. —Aurelia —saluda Arslan con tono sereno, aunque su postura me dice lo contrario. Sonrío al hombre alto, de cabello oscuro y ojos grises. —Cuando decidí venir, no esperé encontrar un verdadero caos. —Este se acerca a saludarme. —¿Recuerdas a Morris? —señalo detrás de mí consiente de que ellos me siguen de cerca —. Es mi mano derecha. Y, este es el irlandés, mi guardia personal. Bueno, el hombre que está dándome los mejores orgasmos hasta ahora. Arslan asiente divertido al ver mi expresión. Miro a un lado, donde una mujer guapa, de cabello y ojos oscuros, me estudia a conciencia. Miro a Arslan. —¿Ella...? —Es mi esposa. Edén — anuncia. —Por supuesto—Hablo. Poso una mano en el pecho de Arslan, antes de acercarme hasta ella. —Un gusto, querida. —Parece algo reacia ante mi presencia. Pero no tiene de qué preocuparse, porque no vine aquí en busca de su hombre. No puedo imaginarme al lado de Arslan porque uno de los dos terminaría asesinando al otro y no de manera figurativa. Los dos somos independientes, severos y amamos el poder. Así que puede estar tranquila, no me interesa su marido. —Lo mismo —replica en tono serio, sacándome de mis pensamientos—. Un gusto, conocerte, Aurelia. Me sostiene la mirada y debo aceptar que la mujer debe tener la columna vertebral de hierro para estar con alguien como Arslan. Y tiene mi respeto, por eso. Ladeo la cabeza viendo a Arslan. —Déjame decirte que tienes un gusto exquisito. —Los ojos de Arslan brillan con orgullo. Sé lo que se siente que te miren así. Ciaran solía verme de esa manera. Me aclaro la garganta y miro a los hombres. —De verdad, me gustaría hablar contigo ahora mismo. Pero, comprenderás que después de diecinueve horas de viaje. Estoy agotada. Necesito un baño y una cama cómoda a gritos. —Eros los acompañará a sus habitaciones. —Perfecto. Me despido de la pareja y salgo seguida del resto. Como ha dicho Arslan, Eros me indica cuál es mi habitación y la de Morris. También han dispuesto una para irlandés. —Soy muy bueno para dar masajes relajantes —comenta con tono coqueto, Eros. —Solo digo —me guiña y suelto una risa ligera porque sé que está jugando. Eros es un coqueto desenfrenado. —Ay, cariño. —Alargo la mano y arrastro mi dedo por su pecho hasta la hebilla de su pantalón y suelto un suspiro dramático. —Eres un delicioso bocado para cualquiera, pero ya he tenido mi cuota de los hermanos —le guiño con gesto divertido y él suelta una carcajada mientras entro a la habitación. Una vez a solas, me doy cuenta de que mis maletas ya están en la habitación. Tomo mi bolso de mano y me voy al baño que tiene una bañera. La pongo a llenar y me desvisto mientras está lista y me recojo el cabello. Cuando la bañera está llena, coloco algo de jabón natural con esencia de lavanda y entro en ella. Me relajo y cierro los ojos. Esto es lo que yo me merezco. Estoy quedándome dormida, cuando la puerta se abre de golpe, poniéndome alerta. —¡¿Qué coño?! —gruño sentándome en la bañera. El irlandés está de pie en la puerta del baño y me mira con la ceja enarcada, antes de sacarse la camisa negra que lleva. Después, sus pantalones le siguen. Cuando se ha desnudado se acerca. —No pedí tu compañía— gruño cuando lo tengo de frente. Se inclina y toma mi boca mientras se mete en la bañera. El agua se desborda, e irlandés despega sus labios de los míos. —¿Vas a dejar de luchar contra la atracción o te vas a rendir al deseo que hay en tu interior? Le sostengo la mirada en silencio un momento, antes de tomarle el rostro con ambas manos y besarlo. Bien, creo que puedo pensar un poco en mí. En lo que deseo y, es al irlandés al que quiero en mi cama. Al sentir mi rendición, profundiza el beso. Lo llevo hacia atrás, me subo sobre él y siento su dureza. Sus manos bajan por mi cuerpo y me acarician con codicia. Una de sus manos baja y alinea su m*****o en mi abertura. Con lentitud, me empalo gimiendo contra sus labios, al tiempo que una de mis manos se hunde en su cabello. La mano libre acaricia su espalda enterrando mis uñas en el proceso. —Te siente tan bien a mi alrededor —gruñe, cuando sus labios me dejan y descienden para tomar uno de mis pechos entre sus dientes, dándole un ligero mordisco que me hace acelerar las acometidas. Jadeo, montándolo para mi propio placer. Sus manos van a mis caderas y me ayudan a moverme con mayor rapidez. Mi boca se abre y lo miro cuando la sensación se intensifica antes de dejarme ir. Echo la cabeza hacia atrás con mis manos en sus hombros y tiemblo. Lo siento palpitar en mi interior antes de que se corra lanzando un grito ronco. Ya no hay marcha atrás. La manera desinhibida que me hace sentir irlandés no se compara con nada antes sentido. Me relajo contra su cuerpo mientras este, deja besos húmedos por mi cuello y me acaricia.
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