Capítulo 4. Celos.

1215 Words
Capítulo 4. Celos. Me encuentro en el baño tratando de salir de mis nervios, ya que no puedo controlar mis ansias, cuando escucho la voz de Rodolfo desde afuera. —¿Sofía? ¿Estás ahí? Me tienes preocupado; ya tienes mucho rato que te fuiste de la mesa y aún no has vuelto. ¿Te sientes bien? —Sí, Rodolfo, estoy bien, salgo en un momento. Nos adentramos de nuevo en el salón mientras todos nos observan, miro en dirección a la gran pantalla donde están presentando los perfiles de los grandes empresarios, mientras los camareros sirven los platos con excelentes platillos, siento la mirada de Daniel en todo momento es como si penetrara en mi piel controlando todo de mí, Rodolfo está muy amoroso está noche se acerca a mí en todo momento susurra a mi oído haciendome reír, la estoy pasando muy bien con su compañía es un hombre atractivo y muy atento, siempre está pendiente de que no me aburra ni me sienta mal en ningún momento y siempre que se acerca alguien a saludar él siempre me presenta, es el hombre del sueño de toda mujer, pero como a muchas no nos gusta el bueno sino el malo. Después de la cena anuncian la fecha para el próximo evento, dándole paso al baile de la noche. Rodolfo se pone en pie para tomar mi mano y sacarme a bailar; yo lo sigo encantada mientras suena una canción romántica. Él toma de mi cintura y me acerca a él mientras roba las miradas de todos mientras bailamos. Toda la velada transcurre sin novedad y no obtengo ninguna molestia de Daniel en toda la noche; él toma su distancia mientras lo noto bailar con su novia y presentarla a los socios que se acercan para saludar. No negaré que hace que sienta algo de celos, pero estar con Rodolfo y tener toda su atención hace que me sienta como una reina en todo momento. Nos despedimos de todos mientras nos retiramos saliendo del gran salón; yo espero afuera mientras Rodolfo pide nuestra limusina, es llamado por uno de los socios más importantes del evento, al cual no puede rechazar, y pide verlo a solas. —Lo siento, cariño, vuelvo pronto. —Me deja un beso sobre la mejilla y vuelve al salón. Estoy caminando un poco por el gran jardín admirando su gran belleza, distraída siento como unas manos se apoderan de mi cintura apretando con tanta pasión que hace que mi cuerpo sienta escalofrío; me toma para girarme, quedando frente a frente. —Danuel, ¿qué crees que hace? Tu novia puede vernos. —Dime, Sofía, ¿tu cuerpo siente lo mismo cuando Rodolfo te toca? ¿Crees que no me molesta ver cómo ese tipo te recorre con sus manos? — Tú no tienes nada que reclamar, tú tienes tu novia y yo soy libre de hacer lo que quiera con mi vida; no es asunto tuyo si Rodolfo me toca o no. Vete con tu novia. —¿Eso son celos, Sofía? ¿Piensas que puedes hacer lo que quieras y dejar que otro hombre te toque en mi presencia? Estás loca, Sofía, tú eres mía y solo mía; no quiero que Rodolfo te vuelva a tocar, no sé si podré resistir tanto como hasta ahora. —Tienes que entender una cosa, Daniel: yo no soy de tu propiedad y, si tanto te molesta que Rodolfo me toque, puedes evitar no mirar. —Te lo advierto, Sofía, no quiero que él te toque. Tú no puedes marcharte, tú eres pura y limpia y solo eres mía; no quiero que el pasado se repita. —Tienes que irte, Daniel, no quiero volver a verte en mi vida y te lo repito: yo soy libre de hacer y estar con quien yo quiera; por haberte acostado conmigo no te da el derecho de creer que eres mi dueño. —Tu boca dice una cosa, pero tu cuerpo dice otra. ¿Por qué no te atreves a mirarme a los ojos y repetir lo que acabas de decir? Sofía, no te engañes, tú sabes que tú y yo tenemos una conexión desde esa noche; nuestros cuerpos reaccionan al simple hecho de vernos. ¿Por qué te niegas a esto que sentimos? —Yo no siento nada por ti, Daniel, te he dicho que lo que pasó esa noche solo fue un error y quiero que se mantenga así por siempre. —Trató de mantenerme distante, no quiero que crea que seré la otra en su vida. —Pero eso no fue lo que me dijiste cuando estábamos en el baño hace unas horas, ¿se te olvidó? Te lo recuerdo, Sofía, me dijiste que me necesitas, ¿por qué ahora solo quieres borrar todo? —Será porque ya conocí a quien de verdad merece toda mi atención y mis caricias. Me apartó y lo dejo solo mirándome sin decir ni una sola palabra. Camino hasta la limusina; al entrar en ella, entierro mi cabeza en mis rodillas mientras mis nervios se vuelven estables, cuando siento la presencia de Rodolfo. —¿Sucede algo, Sofía? —me dice mientras me mira con curiosidad. —No, solo estoy muy cansada —le digo algo molesta. —Ok, espero la hayas pasado muy bien esta noche. —Sí, me encantó pasar un rato fuera del trabajo. —Me alegra y por eso te daré el día libre mañana para que aclares tus ideas, ya que la primera etapa de la campaña la hemos aprobado con éxito y todo esto se debe a tu arduo trabajo, y quiero celebrar con esta copa de champán. —Brindamos mientras vamos de camino al hotel donde podré estar a solas con mis pensamientos. Llegamos y lo primero que hago es quitarme el vestido y los tacones, preparo la ducha para tomar un baño de agua caliente para relajarme de esta noche tan larga, entro en la ducha mientras el agua caliente recorre mi cuerpo que se va relajando poco a poco; los recuerdos de esta noche con Rodolfo y Daniel me dan vueltas en la cabeza. ¿ Cómo pueden existir dos hombres tan diferentes en mi vida? Uno es amoroso y atento, mientras que el otro es posesivo y dominante. Suspiró mientras me relajó escuchando un poco de música, pasó un rato en la bañera para luego cambiarme con mi pijama más cómoda y acostarme a ver una película, cuando siento mi teléfono sonar. Contesto la llamada de un número desconocido. —Hola, ¿buenas noches? —digo esperando respuesta. —Abre la puerta, estoy afuera. —¿Daniel? ¿Cómo que estás afuera de mi suite? —Sí, abre la puerta, Sofía, quiero verte y pedirte perdón por lo que pasó antes. —¿Cómo encontraste mi hotel? No te dejaré pasar; vete. — Sofía, abre la puerta o buscaré la forma de entrar. —¿Daniel? ¿Estás borracho? — Sofía, te quedan 2 minutos para abrir la puerta. —No, Daniel, solo vete y regresa cuando estés sobrio. —1 minuto, Sofía, gritaré, 30 segundos, 10 segundos. —OK…Ok, espera, ya voy. —Me sorprendo de que esté aquí; me acerco abriendo la puerta donde él me sostiene, abrazándome desprevenida. —Lo siento, cariño, perdóname, te necesito.
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