Narra Miranda Cohen:
- Oh, vamos, por favor... –dije, haciéndole pucheritos.
- No, Miranda, no quiero ir a esa fiesta. Los de ese ambiente me caen mal, son todos unos idiotas. -contestó Sam.
- Pero quiero ir a esa fiesta, nunca vamos a una -protesté mientras me sentaba en una banca del campus.
- No vamos porque van a perturbarte. Son muy morbosos y cochinos para ti -me explicó-. Una ecologista no tiene que ir a una fiesta en donde usan vasos descartables.
- No trates de persuadirme -sonreí-. Yo sé cuán cochina puede ser la gente, Sam. Sólo que quiero ser normal por lo menos una noche e ir a una fiesta de las que organizan los de la Alpha Bulls. Esa fraternidad es la mejor.
- No iré y tú tampoco. Hoy debo hacer limpieza en mi departamento porque mamá vendrá mañana de visita. Se quedará hasta el domingo. -hizo una mueca- Debo ir a hablar con la secretaria. Nos vemos luego... -se levantó y se fue caminando, dando miedo como siempre.
Sam es una chica de aspecto duro y rudo, pero tiene un corazón muy grande. Ella es la cabecilla de la organización de Ayuda al Medio Ambiente, junto conmigo. Es la típica chica que, si ves en la calle, te cruzas a la otra vereda. Su aspecto gótico espanta a la gente. Pero nadie puede creer cuando la ve recogiendo animales de la calle, o dándole de comer a los vagabundos. (Aunque la A.M.A no tenga nada que ver con dar de comer a los pobres, nosotras lo hacemos por gusto). En general hacemos algunas protestas o recaudaciones para algún proyecto ecológico.
Sentí una mano posarse en mi pierna. Estaba tan distraída que me asusté. Levanté la vista y me encontré con Francis Brown.
- Hola, lindura... -sonrió de costado. Yo me derretí y me llené de baba-
- Hola, Francis. -sonreí. Él se sentó a mi lado y pasó su brazo por mis hombros-
- Escuché que querías ir a la fiesta que hacen en mi fraternidad...
- Sí, pero Sam no quiere acompañarme.
- Entonces quédate conmigo. Yo estaré allí. -lo miré sorprendida-
- ¿En serio? ¡Genial! ¿A qué hora voy?
- A las once, linda. -besó mi mejilla y se fue por el mismo lado que Sam-
Dios, una fiesta. Iré a una fiesta de los Alpha Bulls. Y será con nada más ni nada menos que Francis Brown, uno de los chicos más lindos de la universidad.
He soñado con esto durante mucho tiempo (bueno, no, sólo desde hace un año cuando lo conocí y me pareció el chico más sexy del campus) Francis estudia Arquitectura, así que jamás va a cruzar una clase conmigo, ya que hago una licenciatura en Letras. Pero he hablado un par de veces con él y de verdad es genial, tiene mucha personalidad.
***
- Ten cuidado, Miranda. Ese tipo no me cae bien. -dijo Sam por teléfono mientras me ponía un vestido suelto y corto. Con un cinturón delgado remarcando mi cintura- Es un estúpido, sabes lo que le hizo a esa chica el año pasado.
- Aún no saben si es cierto, no hay que juzgar a las personas. -agarré el cepillo y comencé a peinarme.
- Estoy segura de que es cierto, lo escuché hablar, y es de todo menos un buen chico.
- A eso hay que averiguarlo. ¿Me delineo los ojos?
- Te queda bonito el delineado, Miranda. Pero no te arregles para él... –hubo un silencio- Estás delineándote, ¿cierto?
- Síp... -me miré al espejo- El rosa claro no es como para una fiesta de noche. -miré mi vestido.
- Hay chicas que hasta van sin ropa, déjate lo que te hayas puesto. -agarré el teléfono y saqué el altavoz al salir del baño- Prométeme que vas a cuidarte.
- Lo haré. Además, es sólo a unas calles de mi departamento. Si no me gusta, puedo volver. -dije para dejarla más tranquila.
- Es una suerte que vivas cerca. -resopló- Mi madre está en la otra línea. Adiós, Miranda. Llámame si pasa algo con algún idiota.
- Adiós, Sam, te quiero. -colgué y miré la hora. Eran las once cincuenta- Oh, no...
Me había distraído mucho, ahora llegaría tarde. Bajé las escaleras del departamento a la velocidad de la luz y no me había dado cuenta de que iba sin abrigo y sin celular.
No importaba, de todas formas estaba cerca de mi departamento. Caminé a toda velocidad hacia la fraternidad de Francis y, cuando llegué, lo vi en la barra.
- Hola... -lo saludé cuando me acerqué. Él se dio vuelta con el ceño fruncido y luego me miró con expresión... ¿burlona?
- Llegas tarde, preciosa. -sentía un leve olor a alcohol en su aliento.
- Lo sé, lo siento. Tuve un inconveniente antes de venir y me demoré. -mentí. Él se acercó a mí, mucho- Apenas son las doce y estás un poco ebrio. -avisé y negó con la cabeza.
- ¿Quieres bailar? -preguntó mientras me agarraba de la cintura-
- Claro... -mi incomodidad era notable, pero aun así no retiraba su mano de allí-
Me llevó a una pista improvisada de baile en la sala común de la fraternidad, en donde todos bailaban, sudaban y se violaban en público. Puso su otra mano, rodeándome, y comenzó a moverse al compás de la música.
Okey, esto no era para nada romántico, ni lindo, ni nada de lo que me guste.
Creo que Sam tenía razón, esto no era para nada mi estilo.
Me incomodé aún más cuando sentí pegajosos besos en el cuello por parte de Francis. Si yo creía en el pasado que esto pasaría, pensaría que era algo tierno. Pero esto era de todo menos tierno. Me alejé de él y me miró con el ceño fruncido.
- Tengo sed. -le dije.
- ¿Quieres una cerveza? -preguntó, tomándome de la mano y llevándome a otro lado.
- No, no bebo alcohol. -puse un mechón de cabello detrás de mi oreja, tratando de no asquearme por la sensación de mi mano mojada por el sudor de la mano de un chico al que yo creía un "Príncipe"- Tomaré agua solamente.
- ¿Agua? ¿Estás loca? -se burló- Beberás cerveza. –impuso.
- Ya no tengo sed. -dije-
- Entonces, volvamos a lo nuestro. -me llevó a un rincón y me acorraló entre sus brazos. Esto no me gustaba para nada-
Volvió a besar mi cuello. La fea sensación regresó y me dieron ganas de vomitar. Me moví incomoda y empezó a besar mis labios. Era el beso más asqueroso que me habían dado en la vida. Si estaba tratando de llevarme a la cama, estaba fracasando enormemente. No entendía cómo había chicas a las que les iban estas cosas.
- Estás buena, Miranda. Siempre lo pensé... -murmuró entre besos. No pude más del asco y lo aparté de mí- ¿Que te sucede ahora? -preguntó, exasperado-
- Nada, es sólo que...
- Vamos arriba. -me interrumpió y me dio la mano para comenzar a arrastrarme en dirección a las escaleras. De seguro llevaban a las habitaciones. Paré bruscamente y me solté-
- No voy a acostarme contigo, Francis. -me crucé de brazos.
-¿Qué? -comenzó a acercarse peligrosamente y yo retrocedí por miedo- Pensé que era lo que querías.
-¿En qué momento te he dado alguna señal de que me acostaría contigo? -dije ofendida. Su grupo de amigos se había puesto a ver la escena.
-¡Si tan sólo eres una perra igual a las demás! ¡Me miras como si fuera comestible! ¡Me hiciste perder tiempo y dinero! Maldita apuesta... -le pegué una bofetada.
-Perras serán las que acostumbras, Francis. Y comestible parecía yo mientras lamías mi cuello como si fuera una paleta y me agarrabas con tu sudada mano. -sus amigos se rieron y lo próximo que sentí fue un horrible dolor en la nariz. Retrocedí, agarrándola y mirando con los ojos desorbitados a Francis. Uno de sus amigos lo agarró y se lo llevó. Mis ojos comenzaron a lagrimear y, cuando se me acercó uno a preguntarme cómo estaba, corrí en dirección a la salida.
No podía creerlo. Me había golpeado. ¡Estúpido! Lo odio. Nunca creí que sería capaz de eso. En la universidad se lo ve tan respetado que pensé que sería por la persona que es. Pero me equivoqué.
Mi nariz dolía mucho, pero no parecía estar rota. Por la sangre que salía, parecía que me acababan de agarrar mil luchadores. Mi vestido claro estaba manchado con sangre. Yo iba caminando, agarrándome la nariz y llorando como idiota por el golpe que me dio y por la decepción que me llevé. Tenía miedo de que volviera a pasar.
Me sobresalté al sentir que choqué con alguien. A estas horas, por estos lugares, no iban a haber lindas ancianitas con las que chocar no fuera un problema. Mi vista estaba nublada por las lágrimas. Parpadeé un par de veces para aclarar mi vista y vi a un chico rubio, alto y con ojos grises (se los veía gracias a un poste de luz que había justo ahí). Me miró mal por un momento, luego bajó la vista a mi vestido con sangre y su expresión fue una de preocupación.
Cielos, me resultaba tan familiar, no podía recordar de dónde lo conocía...